Las llamas, imparables, siguen avanzando en Corrientes. A su paso, se llevan en algunos casos animales, y siempre pastizales, montes y alambrados. Aunque la lista podría seguir. En la provincia ya se quemaron casi 519.000 hectáreas, según el INTA Corrientes, y el combate ante esta situación desesperante es cuerpo a cuerpo porque, lejos de aflojar, el fuego se propaga.
Un nuevo mensaje del grupo de WhatsApp creado por los ganaderos de la zona encendió otra vez las alarmas en el campo San Raymundo, ubicado en la zona rural de la localidad de Mariano Loza, entre las ciudades correntinas de Curuzú Cuatiá y Mercedes, otro foco se había iniciado. Como casi todas las mañanas, desde mediados de enero, Ricardo “Caio” Mathó Meabe sacó fuerzas de donde pudo y avisó a su personal. Nuevamente había que salir rápido, porque los minutos perdidos pueden costar muchas hectáreas.
Allí, en la estancia donde vive con su familia, alistaron sus equipos y partieron hacia el oeste, a la zona de Perugorría, donde se incendiaba un campo, vecino a otro que administra “Caio”. Las 18 personas de San Raymundo cargaron 8 mochilas forestales, cueros de ovejas, agua para la gente y, en 4 camionetas, cada una lista con su cisterna repleta de agua, y 2 tractores, se dirigieron hacia el campo en llamas.
“Caio” tiene 57 años, es séptima generación de productores correntinos y sus padres no recuerdan haber vivido algo semejante. Desde el 11 de enero pasado, los 4 campos que administra sufrieron varios incendios, algunos en forma simultánea. Ya cuenta quemadas más de 700 hectáreas (30% de la superficie total) y unos 30 km de alambrados.
“Para que se den una idea, el metro (lineal de alambrado, considerando postes, varillas y los “hilos”) sale $1.000, por eso solo de alambrados perdí unos $30 millones”, explica. En el campo se estila cambiar la camioneta cada 5 años, cuando tiene alrededor de 300.000 kilómetros. Hoy debo invertir el valor de 6 camionetas nuevas de golpe. Tenía una retroexcavadora que la empecé a usar para extinguir las llamas, pero se me prendió fuego y el presupuesto que me pasaron, solo de la parte eléctrica, es de $2 millones. Es muy difícil afrontar estos gastos”, dijo al diario La Nación.
“Dios nos está poniendo a prueba todos los días. Cómo no voy a pensar eso si veo a mi gente que pone en riesgo su vida en cada foco que se inicia. Estamos cansados, pero ni bien tenemos un aviso de un fuego, aunque sabemos que no podemos controlar todo, enseguida ponemos el cuerpo y salimos. Estamos defendiendo nuestra tierra con uñas y dientes”, relató.
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Y continuó: “Hay días que son más de 24 horas seguidas sin dormir y sin comer. Es durísimo, pero como siempre se dice ‘nunca afloja un correntino’. Nos damos aliento entre todos para seguir adelante, cuando uno se cae hay otro que lo anima a continuar”.
“Caio” señaló que “nadie nos enseñó como se tira el agua para apagar el incendio. Armé una cuadrilla con parte de los peones y nos largamos. No quedaba otra, era eso o terminaban todos los campos de la familia quemados”, relató.
El método que aplican cada vez que llegan a un foco es observar el caudal del fuego que hay y allí deciden si pueden o no afrontarlo. Miran qué fuego pueden intentar apagar y si no, esperan a que baje la intensidad para poder entrar. Cuando lo ven viable, primero entran los tractores, luego siguen los que tienen las mochilas forestales y detrás van los que tienen los cueros de oveja mojados, golpeando sin parar: “Cuando uno no da más por el fuego y por el humo no te deja respirar, te retirás y viene otro y te suplanta”, explicó.
Sin pronóstico de lluvias a “Caio” le preocupa el futuro. “Mientras estamos apagando un foco, mi mente está en cómo vamos a pasar el invierno, sin pasto, sin alambres, con la hacienda mezclada. No son campos fáciles de manejar y estamos acostumbrados, pero esto nos superó”.
Y agregó: “Vamos a tener un porcentaje de preñez muy bajo porque ya veníamos de una gran seca y la hacienda se preñó poco y, sumado al estrés calórico, va haber muy pocos terneros. Por falta de pasto y para alivianar la carga vamos a tener que salir a malvender nuestros animales. Además, hay productores a los que se le murieron muchas vacas”, añadió.
Este panorama tendrá un efecto dominó en los pueblos que viven del campo: “Lamentablemente, esto es multiplicador porque el campo genera recursos genuinos que se vuelcan en la zona y que llevará tiempo a que recupere su productividad”, dijo.
Lo que más lamenta “Caio” es la desprotección que siente ante la ausencia del Estado, no solo nacional sino también provincial: “Hay muy poca ayuda de los gobiernos. Necesitamos que al menos nos digan ‘quédense tranquilos que le vamos a encontrar la vuelta, estamos junto a ustedes’. Estoy harto de pagar impuestos y cuando te pasa algo semejante, creo que mínimamente el Estado debe brindarme los servicios necesarios. Pero sé que ya no puedo esperar nada”.
Finalmente, sobre el ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible, Juan Cabandié, quien había responsabilizado a los productores de los incendios en Corrientes dijo: “Cómo vamos a prender fuego nosotros, que vivimos del campo. Es una estupidez que solo un inmaduro que nunca pagó un sueldo, ni un impuesto puede llegar a pensar”.