Manejo de plagas insectiles en maíz y soja

Los fitosanitarios son la última opción cuando se trabaja en un contexto de buenas prácticas agrícolas, en el cual el manejo integrado de plagas es fundamental para lograr producir con bajo riesgo ambiental.

El grupo de profesionales y los consejeros de la Agencia de Extensión Rural del INTA de Cañada de Gómez participaron de un seminario sobre manejo de plagas insectiles en maíz y soja, que estuvo a cargo del Ing. Agr. MSc. Juan Carlos Gamundi, investigador y profesional asociado de la EEA Oliveros. El experto explicó que el Manejo Integrado de Plagas (MIP), si bien originalmente estaba referido a insectos plagas, hoy se concibe como una filosofía que incluye también al manejo de malezas y enfermedades de los cultivos. “Los artrópodos -y en especial los insectos- afectan entre el 18 y 26% de la producción anual de los cultivos y la mayor proporción de pérdidas ocurre en el campo antes de la cosecha. La productividad de los cultivos agrícolas se encuentra siempre amenazada por distintas plagas” manifestó el especialista.

Y añadió, “El excesivo uso de plaguicidas puede generar tolerancia en las plagas y matar a las poblaciones de insectos benéficos que se alimentan de ellas. Esto genera el incremento de insectos dañinos, que no encuentran barreras para el aumento de sus poblaciones”. De acuerdo con Gamundi, el MIP es el camino a seguir frente a las exigencias ambientales de la agricultura actual, a través de sus conceptos básicos sobre la no utilización indiscriminada de agroquímicos y el monitoreo y pulverización de los cultivos sólo cuando lo marca el umbral de daño.

En referencia a la problemática de plagas insectiles en maíz, el especialista destacó que “El desarrollo de la tecnología Bt favoreció la disminución de las pérdidas provocadas por insectos, permitió la producción rentable de maíz de primera tardío y de segunda y redujo el impacto ambiental por un menor uso de insecticidas. Estos materiales ocuparon casi la totalidad del área sembrada con el cereal en las últimas campañas.” Pero advirtió, “Crear un cultivar transgénico insume mucho tiempo y costo, de allí el valor estratégico de su uso responsable, teniendo en cuenta el manejo necesario. La gran superficie sembrada con híbridos Bt sin respetar la siembra de refugios, tiene el enorme peligro que las plagas evolucionen y se hagan resistentes.”

Según Gamundi, el MIP puede reducir los daños de las plagas sin comprometer los rendimientos. Y citó como ejemplo, un lote comercial de soja en la región que -manejado con monitoreo semanal de plagas y de enemigos naturales de las mismas, utilización de plaguicidas solo cuando fueron económicamente justificados, uso de productos menos agresivos con mínimo daño a la fauna benéfica y técnicas de aplicación adecuadas- necesitó realizar en promedio solo dos aplicaciones de insecticidas y un fungicida por campaña durante 10 años, en contraste con lo usual de 3 aplicaciones por año que realizan los productores de la zona. La productividad bajo este sistema de buenas prácticas agrícolas fue similar a la media de la zona.

Como conclusión, Gamundi expresó que la alternativa que surge para disminuir el efecto negativo de los plaguicidas hacia el medioambiente, los aplicadores, el consumidor y la sociedad en general es trabajar dentro de un contexto de buenas prácticas agrícolas, dentro de las cuales el MIP es fundamental para lograr producir con bajo riesgo ambiental, y donde los fitosanitarios son la última opción.

 

Fuente: INTA

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