El valor de la información genética

Porqué debe ser mejor aprovechado en ganadería.

Cuando el productor elige una bolsa de maíz lo hace en función de factores objetivos, tales como rinde potencial, ciclo o resistencia a plagas. Lo mismo debería ocurrir al seleccionar un toro. Una mala elección, en el primer caso, puede revertirse en la campaña siguiente. Pero en genética animal algo así puede llevar varios años.

Los empresarios ganaderos somos parte de una cadena de valor cuyo objetivo principal es generar carne vacuna que sea satisfactoria para un determinado perfil de cliente.

Los criadores, invernadores, feedlots, frigoríficos, cadenas de supermercados y carnicerías tienen necesidades y objetivos diferentes, pero todos tienen en común el hecho de gestionar un producto genético determinado desde el origen por el trabajo de las cabañas.

Los cambios genéticos se logran a partir de la elección de padres que se encuentran por encima del promedio de una población de referencia. Los diferentes programas de selección genética que se llevan a cabo en la Argentina (como ERA en Angus, ERBRA en Brangus y Breedplan en Angus y en Polled Hereford) procesan datos de variables productivas que se obtienen de cada individuo desde su nacimiento y durante su proceso de desarrollo, tales como peso al nacer, facilidad de parto, peso al año, peso final, peso vaca adulta o circunferencia escrotal. También se miden datos de interés para determinar la calidad del producto final (la carne), tales como área de ojo de bife, grasa dorsal e Intramuscular.

Tales datos –según el sistema empleado– son expresados por DEPs o EBVs (Diferencias Esperadas de Progenie o Valores Esperados de Cría; este último por sus siglas en inglés), los cuales, con su respectivo indicador de predictibilidad (en función de la muestra de individuos evaluados), brindan información sobre la probabilidad de desempeño de los futuros hijos de un determinado reproductor respecto de los demás toros evaluados por el sistema. Se trata, por lo tanto, de una guía para evaluar probabilidad de comportamientos genéticos relativos.

Los cambios genéticos son complejos, porque la modificación de una determinada variable tiene incidencia en otras debido a las correlaciones genéticas presentes en los diferentes “paquetes” de genes. Por lo tanto, al seleccionar a favor de algunas, podemos llegar a influir sobre otras favorablemente (por ejemplo: al seleccionar a favor de aumentar el peso al destete, se incrementa también el peso al año), pero también producir cambios desfavorables (al seleccionar a favor de más peso al destete, estaremos aumentando también el peso al nacer y las distocias).

Contamos en la actualidad con un volumen de datos gigantesco para dejar de lado la selección basada en la observación visual y las apreciaciones subjetivas. Otras actividades no llevan mucha ventaja. La productividad de los sistemas porcinos y avícolas intensivos avanzó de manera significativa en los últimos años gracias a la mejora genética.

Ahora bien: pensemos en el trabajo del cabañero: toneladas de recursos en suplemetaciones, peluquería y exposiciones ¿Cuál es el aporte de tales acciones a la calidad final del producto? ¿No sería mejor que los ganadores de las exposiciones lo sean por sus aportes a factores económicos medibles y concretos? ¿No sería más útil para las empresas de la cadena cárnica, y también para los consumidores, que todos esos recursos se inviertan en la generación de información útil para reducir costos relativos o mejorar la calidad del producto final? ¿Y si tales recursos, muchos de los cuales solamente contribuyen a la formación de grasa (nociva –vale recordar– para la salud reproductiva), se volcaran a las personas encargadas de las evaluaciones genéticas para promover ganancias genéticas que puedan luego ser usufructuados por los restantes integrantes de la cadena de valor?

Existe un gran camino por recorrer al respecto para mejorar las herramientas disponibles. Por ejemplo, en el CREA Cabañas, junto con investigadores de INTA Anguil y la Fauba, comenzamos a participar de una prueba para medir eficiencia de conversión en bovinos, la cual, una vez validados, permitirá obtener indicadores genéticos de los reproductores más destacados en ese aspecto clave para invernadores y feedloteros. Los dispositivos utilizados para esas pruebas son “comederos inteligentes”, realizados por el equipo de trabajo liderado por el investigador del INTA Aníbal Pordomingo, en los cuales, diariamente, se mide de manera automática el consumo con la ganancia de peso de cada individuo

Por otra parte, existe un claro desbalance a favor de  las características de crecimiento versus las de fertilidad (a pesar de que sabemos que la fertilidad tiene más importancia en los rodeos de cría que el crecimiento). En la actualidad solamente estamos midiendo, como característica relacionada con la fertilidad, la circunferencia escrotal y recién algunos pocos años atrás comenzamos a recolectar datos para medir días al parto (es decir: el tiempo que tarda una vaca en parir desde que entró a servicio el toro, según definición del Breedplan argentino). Pero ya es hora de obtener más indicadores de características de fertilidad, tales como el número de folículos antrales en vaquillonas o la pubertad temprana.

Las autoridades del gobierno nacional están instrumentando cambios orientados a valorizar la información genética, de manera tal que la misma –que actualmente se diluye en algunos eslabones de la cadena– pueda ser empleada de manera sistemática para promover mejoras orientadas a satisfacer a clientes tanto locales como internacionales. Tenemos mucho por hacer al respecto. Pero el primer paso es hacer uso de lo que ya tenemos disponible.

Fuente: CREA | Por: Franco Faldini, integrante del CREA Cabañas – Región Sudeste