Siembra de trigo: aspectos claves a tener en cuenta

En un momento crucial de la siembra de trigo, es importante repasar cuestiones relacionadas con el manejo de suelos que son los principales limitantes del rendimiento y de la calidad: el agua, el nitrógeno y el fósforo. Su disponibilidad es clave para obtener buenos resultados.

Hace 30 años los rendimientos medios solo superaban los 2000 kg/ha bajo condiciones especiales (climáticas o alto nivel de manejo). Sin embargo hoy las cosas cambiaron y estamos apuntando a rindes de 3000-3500 kg/ha, lo que lógicamente plantea otros requerimientos.

Es por ello que compartimos este análisis técnico (suelos y cultivos), que obviamente se debe complementar con un análisis económico en base a los números puntuales de cada caso. Así y todo, conviene recordar que lograr altos rendimientos es costoso. Y que a veces, se puede ganar lo mismo con menos rindes y riesgos. Pero ese es otro tema.

Por lo pronto les proponemos un breve recorrido por cada uno de estos componentes, que como se dijo resultan claves a la hora de hablar de rendimiento y calidad.

1- Agua

Considerando valores medios (10 kg/mm), para rindes de 3000-3500 kg/ha necesitamos unos 300-350 mm de agua. En este sentido nos interesan la capacidad de retención de agua del suelo, su contenido actual y la posibilidad de aportes por lluvia durante el ciclo.

La capacidad de almacenamiento depende principalmente de la textura (proporción de arena, limo y arcilla del suelo) y de la profundidad o espesor del suelo. Este último está dado principalmente por la presencia de tosca.

En la región, la capacidad de almacenamiento varía desde unos 60 mm (tosca a 40-50 cm) a 160 mm (tosca a 1 m con textura franca a franca-arcillosa). Un punto importante es saber ¿sobre qué suelo estamos parados?

El contenido de agua actual depende de las lluvias en los meses previos y del manejo del suelo (barbecho y cultivo antecesor). La pregunta entonces es: ¿Qué porcentaje de esa capacidad tenemos actualmente?

En la zona de Bordenave-Darregueira, la precipitación fue bastante menor a la media histórica en enero, febrero y marzo (ver Figura). Recién en abril llovió más que la media y en mayo más o menos el valor de la media. Con las últimas lluvias la capa superficial del suelo está casi saturada, pero ¿qué pasa por debajo? Se estima que el perfil total del suelo tiene actualmente un 60-70% de la CRA.

Figura – Precipitación mensual en Bordenave (barras gris claro) en relación con los valores medios históricos (barras gris oscuro) y montos acumulados desde enero en 2021 (línea punteada azul) e históricos (línea llena negra).

Un poco más hacia el noreste de Bordenave (Saavedra, Cnel. Suárez) llovió más y los suelos tendrían un contenido de agua del 80-90% de la CRA.

Es conveniente chequear el contenido de agua del suelo en un pequeño pozo, en suelos relativamente profundos (más de 60 cm). Es posible que en suelos poco profundos la capa cercana a la tosca esté saturada, pero esa reserva de agua no va a durar mucho cuando comience el consumo por el cultivo o la evaporación, al aumentar la temperatura. Aún en suelos profundos, el agua almacenada suele no alcanzar para todo el ciclo del trigo y necesitamos las lluvias de primavera.

Como sabemos, el  aporte de agua por las precipitaciones durante el ciclo es muy variable. Sólo podemos hacer una estimación a partir de probabilidades o de pronósticos.

Probabilidades en función de los registros históricos

Para 300 mm de precipitación en el ciclo (agosto-noviembre), la probabilidad histórica de ocurrencia para Bordenave es del 15% -3 de cada 20 años puede llover esa cantidad-. Para 200 mm la probabilidad sube al 50% -1 de cada 2 años-.

Entonces: Si tuviéramos almacenados más de 100 mm en el suelo, 1 de cada 2 años la lluvia alcanzaría para un rendimiento de 3000-3500 kg/ha. Ese es el motivo por el cual conviene utilizar suelos profundos, con buena capacidad de almacenamiento, y asegurarse que esa capacidad está más o menos completa.

Pronósticos climáticos

Son algo más inciertos, especialmente en los meses de primavera.

Para los próximos tres meses el Servicio Meteorológico Nacional pronostica lluvias «normales» (70-80 mm). Por su parte el fenómeno «La Niña», que generalmente determina menores precipitaciones en la región, se estaría debilitando con tendencia a la neutralidad. Parece relativamente favorable pero todavía no hay definiciones acerca del trimestre Agosto-Septiembre-Noviembre que es el más importante y variable.

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2- Nitrógeno

La eficiencia agronómica de uso del nitrógeno es variable, principalmente en función del clima. Datos de experimentos realizados en los últimos años nos dicen que con 120-140 N se obtuvieron rindes de 3000-3500 kg de trigo/ha.

Parte de ese nitrógeno es aportado por el suelo, a partir de la descomposición de la materia orgánica cuando se dan condiciones de temperatura y humedad adecuadas. Por eso es importante tener una idea de cuánto nitrógeno hay en el suelo, para definir la cantidad restante a aplicar por fertilización.  Para eso se hace el análisis de los nitratos en la capa 0-60 cm antes de la siembra o del macollaje.

¿Cuándo y cómo aplicar el fertilizante nitrogenado? Un esquema que funciona bien en la región es el siguiente.

– Un poco a la siembra como arrancador. No se deberían superar los 20 kgN/ha en contacto con la semilla por toxicidad, especialmente en ambientes secos.

– La mayor parte al macollaje. En este caso ya no afecta a la planta. Además se tiene el cultivo implantado y con una mejor idea del potencial de rinde. También se puede llegar a tener un mejor pronóstico climático. Eventualmente, si la campaña no se presenta bien, se puede reducir la dosis o no fertilizar.

– Algo en floración para mejorar el contenido de proteína. Esto si el rendimiento potencial es elevado e interesa alcanzar el estándar de proteína por encima del cual existe una bonificación.

La información experimental indica que con 140 al macollaje o con 120 al macollaje + 20 en antesis se logró el estándar de proteína (11%) en la mayor parte de los casos. Las excepciones estuvieron dadas por condiciones ambientales muy favorables (rendimientos muy elevados, especialmente en cultivos de grupos de calidad 2 o mayores que diluyeron la proteína), o muy desfavorables (la sequía en 2019 bajó los rendimientos y concentró la proteína).

3- Fósforo

Necesitamos tener en el suelo entre 12 y 15 ppm de fósforo extractable para asegurar los rendimientos objetivo mencionados. El fósforo es importante para cuestiones energéticas de la planta, pero además interacciona con el nitrógeno. Cuando falta fósforo, la respuesta del trigo a la aplicación de nitrógeno suele ser menor.

Es muy poco móvil en el suelo por lo que se agrega a la siembra, por debajo de la semilla. Unos 40-50 kg de fosfato diamónico a la siembra aseguran la provisión necesaria y nos dan algo de nitrógeno para que el cultivo cumpla sus etapas iniciales, especialmente si el contenido de nitrógeno del suelo es bajo.

En suelos calcáreos poco profundos, no conviene agregarlo en superficie al voleo ni incorporarlo con rastra porque el calcáreo lo fija.

Por otra parte, dosis excesivas no convienen porque niveles muy altos de P pueden provocar su precipitación como parte de minerales del suelo y no estarán disponibles para la planta.-

 

Fuente: INTA por Fernando Omar Cardarelli, Hugo Ricardo Kruger

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