El día en que Kirchner se reunió en secreto con productores cordobeses por la 125

Relato en primera persona de Patricio Watson, por entonces presidente de la Sociedad Rural de Monte Buey, sobre un intento de conciliación por afuera de la Mesa de Enlace.

A partir de la publicación de la Resolución 125, el gremialismo rural de repente se encontró con un enemigo común que diluyó las diferencias programáticas de cada una de las entidades.

Unidos al movimiento de autoconvocados  formaron una fuerza mucho mayor que la que el gobierno podía doblegar con amenazas y discursos infamantes. La distribución geográfica de los puntos de conflicto ocupaba la mayor parte del territorio nacional y, además, podían ser puestos móviles, con capacidad de moverse continuamente, imposibilitando así que se los controlara.

Mientras los representantes de las gremiales del campo y el  gobierno se destrozaban  en los medios de comunicación, Néstor Kirchner,  tal vez percibiendo que no podía torcerles el brazo, intentó un acercamiento subrepticio para no poner en evidencia la derrota.

Encuentro en Olivos

Monte Buey es el lugar de origen de Pablo Grippo, un arquitecto que se desempeña en El Calafate y que a través de sus obras entabló una amistad con la familia Kirchner. Fue por su intermedio que nos llegó una invitación a su abuelo, Oscar Peretti, a Jorge Romagnoli y a mí, para concurrir a la quinta de Olivos y mantener una reunión secreta con Néstor.

Oscar Peretti, hoy fallecido, fue un histórico dirigente ruralista que participó como presidente de nuestra Rural y en importantes cargos de Cartez. Jorge Romagnoli, conocido por su participación desde la fundación y como presidente de Aapresid. Yo, en ese momento, era presidente de la Sociedad Rural de Monte Buey.

Hacer un aporte

Para todos fue una sorpresa pero, conociendo a Pablo, no dudamos de la veracidad de la invitación. Nos reunimos para analizar el tema y decidimos asistir a la quinta de Olivos. Pensábamos que podíamos hacer un aporte, principalmente en lo que respecta a los verdaderos problemas de la producción.

En apariencia, Néstor no los tenía claros, ya que los argumentos que utilizaba para ganar la partida política que le planteaban los productores, no tenían ningún sustento técnico; todo era ideología y demagogia. Acompañados por Pablo, que nos facilitaba la entrada, y con el nerviosismo que genera acceder a la residencia presidencial, entramos por la calle Villate.

El cuaderno de Néstor

Una vez en los jardines nos dirigimos a la casa principal y rápidamente nos hicieron entrar a un salón muy luminoso, a la izquierda del hall. Esperamos allí unos minutos y apareció Néstor muy distendido y de buen humor; se sentó en la cabecera con una agenda gorda llena de papeles.

Luego de presentarnos comenzó el intercambio, siempre con nuestra firme posición de que su propuesta de retenciones móviles en ese nivel hacía imposible la producción. Además se le marcaron las incongruencias de la política agropecuaria que permitía incluso cobrar aranceles para el ingreso de fertilizantes.

Él tomaba nota de nuestras sugerencias, llegando a comentar cuántas cosas no sabemos sobre la producción y agregó: “En qué quilombo nos metió el pendejo” (Lousteau).

Superados los primeros momentos, nos permitimos algunas humoradas, como la del tren bala del que tanto se hablaba y nada se hacía; estaba su maqueta sobre una mesita. También comentó que si perdía su agenda, perdía la guerra.

Hablar con Cristina

La reunión duró dos horas y, llegando al final, nos dijo que todo eso teníamos que contárselo a Cristina. “Ya mismo le pido una audiencia para lo antes posible”. Y al rato nos informó que nos recibiría en la Casa Rosada en dos días. Esto ya superaba nuestras expectativas de la reunión y nuestra capacidad para hablar en nombre de todos los productores. En primer lugar, pedimos absoluta reserva y nada de prensa. “Quédense tranquilos que nadie se enterará”, dijo Néstor.

Camino a la Rosada

Cuando nos retiramos, un poco aturdidos, convinimos en que, para evitar suspicacias por parte de la dirigencia de la Mesa de Enlace, lo mejor era comunicarles lo sucedido y pedir su opinión respecto de si debíamos o no hablar con la Presidente.

Nos recibieron en CRA entrada la tarde y Mario Llambías nos dio el apoyo de CRA para que asistiéramos sin asumir compromisos. Dos días después, volvimos a Buenos Aires y ya de noche entramos a la Casa Rosada. Allí tuvimos que esperar un buen rato hasta que nos hicieron pasar. Nos sentamos a la espera de la Presidenta en el Salón de las Mujeres. Ella entró y luego de hacer las presentaciones correspondientes, tomó asiento en la cabecera. Yo quedé a su izquierda y Romagnoli a su derecha, mientras Oscar Peretti se sentó a mi lado.

Con la Presidenta no pudimos avanzar mucho en las cuestiones prácticas; ella interrumpía a cada rato y se hacía difícil mantener la conversación. Usaba una muletilla para demostrar su razón diciendo que le queríamos cambiar el modelo, a lo que pregunté cuál era, ya que los cambios eran continuos.

Nos dijo que, de los integrantes de la Mesa de Enlace, solo podía entenderse con Luciano (Miguens) y que con los demás no se podía hablar. Pasada una hora de reunión, comenzó a entrar permanentemente el edecán para decirle que la esperaba el embajador de Brasil. A la tercera vez, y nosotros un poco incómodos, le dijo de mal modo: “Decile que espere”.

Propuesta para Economía

Finalmente, nos retiramos con el acuerdo de llevarle nuestra propuesta al nuevo ministro de Economía; para ello habíamos concertado una reunión para el día siguiente. Nos habían reservado habitaciones en el hotel Intercontinental donde pasamos la noche y al otro día se nos unió otro dirigente rural de Rosario, Miguel Calvo, presidente de Carsfe (Confederación Rural de Santa Fe).

Desde temprano hicimos los ejercicios matemáticos que podían atenuar los efectos devastadores de la 125 para luego presentárselos al ministro. El secreto de nuestra gestión ya era de público conocimiento y llenaba titulares de diarios con distintas interpretaciones. Algunos hablaban de traición al movimiento, mientras que otros reconocían el esfuerzo en busca de la solución. Pudimos exponer nuestra propuesta que consistía en alcanzar un máximo de 35 por ciento.

Cadena nacional

El conflicto en las rutas se prolongó con la ayuda de las cadenas de Cristina que cada tarde agregaba leña al fuego. La Mesa de Enlace fue el ejemplo de lo que siempre debió ser el gremialismo rural y hoy debiera continuar apoyando y diseñando políticas para el sector. La fortaleza que mostró el movimiento unido en defensa de un sistema de vida marcó para siempre el límite a los atropellos fiscales.

En salvaguarda de la democracia, el conflicto, luego de un largo camino, terminó exitosamente en el Congreso, aunque la venganza la padecimos todos.

Fuente: Agrovoz | Por: Patrico Watson | El autor es productor agropecuario.