Fertilización en soja, con el fósforo y el azufre ya no alcanza.

A medida que han ido pasado los años la fertilización en la Argentina aplicada a los cultivos extensivos se ha incrementado. Lógicamente que dentro de un período determinado, hay muchos vaivenes que condicionan la aplicación de las técnicas denominadas de insumo, como por ejemplo la fertilización. En muchas oportunidades la relación insumo/producto no es tan favorable, en otras, las necesidades económicas de la empresa, restringen el uso para aplicar el recurso económico a otras actividades. Las condiciones ambientales, sea por seca o por inundación, juegan fuertemente, en fin, como se aprecia múltiples factores tienen su acción sobre las decisiones que se toman en una empresa agropecuaria.

Pese a esto, la fertilización ha venido creciendo en todos los cultivos y la soja no es una excepción. Esto tiene una lógica y la misma responde a varias premisas, tales como: mayor demanda de alimentos, necesidad de aumentar los rendimientos unitarios, baja cantidad de tierras que se pueden incorporar al proceso productivo, posibilidades genéticas de mejores rendimientos, avances en el manejo del cultivo, mejoras en la mecanización, y así podríamos seguir nombrando. Actualmente el cultivo de soja recibe fertilizaciones con fósforo y azufre. Hay una gran gama de productos, sólidos, líquidos, mezclas físicas, químicas, microgranulados, con aditivos, etc. El productor habitualmente fertiliza con fósforo y con fósforo y azufre, algún otro nutriente puede ser adicionados, no por una decisión que obedezca a un criterio técnico, sino porque el mismo viene dentro de una formulación, tal es el caso del nitrógeno, cuando se aplica fosfato monoamónico o diamónico, o el caso del calcio, cuando se fertiliza con superfosfato triple de calcio o superfosfato simple de calcio, entre otro ejemplos. La aplicación de micronutrientes es muy baja, sin embargo cada día son más los productores que se animan a realizar una aplicación de alguno de ellos. En general esto se hace más por la información que reciben, que por un análisis que indique que ese suelo puede tener una carencia de un determinado micronutriente. En la campaña 17/18 en 9 de Julio se realizó una experiencia, en la cual se trabajó en un lote de soja el que presentó antes de la siembra los siguientes valores químicos: materia orgánica 2,8 %; pH: 5,8; Azufre: 8,3 ppm; zinc: 0,94 ppm y boro: 0,49 ppm. Se transcriben solo algunos datos de todos los analizados. El ensayo comparó un testigo absoluto versus la aplicación de fósforo y azufre, bajo una forma sólida y también bajo una forma líquida. También se contó con tratamientos que aportaron zinc y boro, en forma separada, a través de mezcla sólida, mezcla líquida o mezcla sólida impregnada . El objetivo pretendió ver las respuestas que se podían obtener a los diferentes nutrientes, como así también, a las distintas fuentes de provisión de micronutrientes.

Resultados

Las mayores respuestas se alcanzaron cuando se fertilizó con fósforo y azufre, en este caso la forma sólida de aplicación logró un incremento sobre el testigo de 502 kg/ha, en tanto que la forma líquida de aplicación logró 623 kg/ha extra. Los micronutrientes, también presentaron respuesta positiva. El promedio de todos los tratamientos que aportaron zinc, alcanzaron un incremento sobre el fertilizado solamente con fósforo y azufre de 277 kg/ha, en tanto que los tratamientos que adicionaron boro, lograron mejorar el rendimiento en 161 kg/ha.

Para el caso de boro, no se establecieron mayores diferencias en cuanto a la forma de cómo se aplicó el fertilizante, sea en la mezcla sólida, líquida o impregnada sobre el fertilizante sólido. No pasó lo mismo con el zinc, si bien todas las aplicaciones fueron positivas, el mejor resultado se alcanzó con la formulación líquida, la cual permitió obtener un incremento de rendimiento de 596 kg/ha. Como se aprecia en este trabajo, los resultados alcanzados corroboran lo obtenido en otras experiencias, no solo en soja , sino también en otros cultivos extensivos, como maíz y trigo, en los cuales las respuestas a estos micronutrientes parecen ser consistentes año a año. Observando por otro lado los valores de análisis de suelo, algo que siempre se debería realizar, ambos nutrientes se encontraban por debajo del nivel crítico, lo cual confirma también la importancia de contar con dichos datos, a la hora de tomar decisiones.

 

Fuente: INTA por Luis Alberto Ventimiglia, Lisandro Torrens Baudrix