Juan Balbín y Luis María Urriza –presidente del INTA y subsecretario de Agricultura de la Nación, respectivamente– presentaron las instalaciones del Centro de Multiplicación de Biocontroladores (Cemubio) en el INTA Alto Valle.
Con una inversión de $ 5.800.000, aportados por el ex-Ministerio de Agroindustria de la Nación a través de la provincia de Río Negro, el nuevo Centro de Multiplicación de Biocontroladores (Cemubio) del INTA Alto Valle permitirá generar tecnologías para la cría masiva de insectos autóctonos que se usan en el control biológico de plagas, en distintos cultivos. Participaron Luis María Urriza –Subsecretario de Agricultura de la Secretaría de Gobierno de Agroindustria del Ministerio de Producción y Trabajo–, Alberto Diomedi – Ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca de la provincia de Río Negro–, Juan Balbín –presidente del INTA–, entre otras autoridades.
En su discurso, Urriza se mostró “entusiasmado y alegre” por este logro que va en línea con las prioridades nacionales, como son “la fruticultura y la sanidad del sector”.
En referencia al manejo integrado de plagas, destacó el conocimiento y rigor científico del Instituto y aseguró: “Soy un fanático del INTA” y destacó toda la potencialidad del organismo, como así también las cuestiones a mejorar. En este sentido, consideró: “Clave lo que se puede resolver si se coordina más entre las diversas áreas que tratan temáticas complementarias”.
A su turno, Balbín subrayó: “Este es un logro que va a trascender porque en el sector científico y productivo se nos plantea un desafío con tres patas: aumentar la productividad, la calidad y la sustentabilidad”.
“Estos tres factores que parecen simples, pero son cada vez más complejos y, sobre todo, si se tiene como limitante la superficie y el agua. En este contexto, trabajar con controladores naturales es un elemento que trasciende todo lo que estamos acostumbrados a ver”, explicó.
Asimismo, puntualizó: “Esto es un claro ejemplo de que haciendo uso del conocimiento aplicado podemos llegar a tener un impacto muy importante” y agregó: “Vamos hacia un camino más inteligente”.
Por su parte, Liliana Cichón –especialista en control biológico de plagas en fruticultura del INTA y líder del proyecto– agradeció a “todos los que creyeron en el Cemubio y permitieron que se haga realidad tanto a nivel nacional e institucional como desde la comunidad científica”.
En referencia al Cemubio, la técnica se mostró “muy orgullosa” por el compromiso del INTA con el manejo sustentable de plagas y con el sector productivo.
Para la investigadora se trata de un proyecto “innovador a escala mundial” que arrancó en los años 90 “cuando introdujimos por primera vez en la región la posibilidad de trabajar en la reducción de productos químicos, para luego desarrollar áreas sustentables”.
“Hoy los mercados son más exigentes, con restricciones cada vez más grandes en cuanto a calidad e inocuidad: dos elementos que muchas veces se contraponen. Además, hay un marcado aumento de las producciones orgánicas en frutales y hortalizas”. En este sentido, para Cichón resulta “fundamental” crear la tecnología de escalamiento de cría masiva de enemigos naturales de un modo económico y práctico, de la mano de lograr una estrategia de empleo precisa en el terreno .
Asimismo, estuvieron presentes Rosendo Tarsetti –director General de Administración del INTA–, Daniel Lavallén –presidente del Consejo del Centro Regional Patagonia Norte del INTA–, Carlos Magdalena –director del Centro Regional Patagonia Norte del INTA– y Darío Fernández –director de la Estación Experimental Alto Valle del INTA–, entre otras autoridades.
Para una producción frutihortícola más sustentable
En la Argentina, el control biológico se desarrolla a escala experimental, a excepción de algunos casos exitosos. La adopción de esta herramienta tiene un alto valor para el diseño de programas sanitarios de escaso impacto ambiental ambiental, pero se enfrenta a la ausencia de tecnologías para la producción masiva de biocontroladores y a la falta de conocimiento sobre el uso del bioinsumo a campo.
Por ello, desde 2016 el Cemubio se enfoca en generar tecnologías para el escalamiento de la cría de insectos benéficos autóctonos, enemigos naturales de las plagas que provocan pérdidas millonarias en los cultivos, y el proyecto también prevé la formulación de un modelo asociativo público-privado que permita al sector disponer comercialmente del bioinsumo a partir de su producción masiva por parte de una determinada empresa. De esta manera el productor podrá contar con una herramienta de bajo impacto ambiental y fácil empleo a campo.
Al respecto, Cichón señaló que junto con su equipo explora en forma constante los agroecosistemas locales en busca de especies que tengan potencial de uso para control biológico.
Solo en la última temporada, el equipo del INTA liberó un millón de insectos benéficos en 100 hectáreas de producción frutihortícola del Alto Valle y Valle Medio de Río Negro. “La clave de esta herramienta es que permite reducir sustancialmente el número de aplicaciones de insecticidas, emplear solo aquellos de baja toxicidad (banda verde) y obtener la misma eficacia que en las formas de control convencional”, destacó la experta.
Otro gran logro del Cemubio fue la introducción de un nuevo biocontrolador a la etapa de evaluación y la producción de huéspedes en laboratorio, que sirven como dieta para los primeros.
Un recorrido por el Cemubio
En un edificio de 250 metros cuadrados, el nuevo centro está equipado con cuatro cámaras de cría climatizadas con áreas de almacenamiento, lavado de material, cambiadores, salas de máquinas y de ingreso.
Allí, tres profesionales y cinco técnicos de laboratorio trabajan en el desarrollo de tres especies de biocontroladores (con potencial para el control de plagas en perales, manzanos, nogales, almendros, tomates, cactáceas y cultivos extensivos) y dos especies de huéspedes (utilizados para la cría de los primeros).
Para ello emplean un instrumental óptico de alta complejidad y un servicio que permite el control a distancia de las variables ambientales en el interior de los laboratorios en tiempo real y el comando desde dispositivos móviles autorizados. El equipo también diseña tecnologías para la incorporación de insectos benéficos a las estrategias de manejo de plagas.
Íntegramente pensados con criterios de sostenibilidad ambiental, los desarrollos tecnológicos del Cemubio trascienden la generación de conocimiento (know how) sobre cría y escalamiento de controladores biológicos, e incluyen el diseño de dispositivos de traslado y liberación de insectos, que son fabricados con material reciclable.
Para la puesta a campo no se emplean recursos renovables como electricidad y combustibles, en tanto que los métodos de cría están adaptados al uso de luces de bajo consumo y los residuos son reciclados para la producción de lombricompuesto.
“Agradecemos a todos aquellos que respaldaron cada paso del proyecto desde lo técnico, lo administrativo y económico para que se pudiera plasmar el trabajo interdisciplinario e interinstitucional en esta innovación para el sector productivo”, expresó Cichón y finalizó: “Esperamos que esta herramienta aporte al desarrollo de planes sanitarios de bajo impacto ambiental y al acceso a nuevos mercados”.
El hallazgo que inspiró la creación del Centro
Su nombre científico es Goniozus legneri. Se trata de una avispa pequeña de tres milímetros, autóctona de la Argentina, que parasita larvas de polillas y mariposas.
Fue reconocida por primera vez en la región en 2005, por el equipo de Sanidad Vegetal del INTA Alto Valle, en montes con presencia de carpocapsa, plaga clave de la fruticultura de pepita (pera y manzana).
Diez años de exitoso trabajo de investigación en laboratorio y a campo con este biocontrolador inspiraron a los científicos para la creación del Cemubio.
Debido a su carácter generalista, actualmente la especie es evaluada por investigadores de la Argentina y Chile para el control de algunas plagas en cultivos intensivos y extensivos.
Fuente: INTA