Un pseudocereal nutritivo en crecimiento: el trigo sarraceno

Con mejores propiedades alimenticias que los cereales verdaderos, el cultivo busca su lugar en el país. Un equipo de investigación de la FAUBA generó información agronómica clave y una herramienta digital para sembrarlo en sitios y fechas que maximicen los rendimientos.

Lo llaman trigo, y aunque no es un cereal, sus propiedades nutricionales superan a las del trigo, la cebada o la avena. Numerosos países del mundo lo producen, pero en la Argentina aún no se difundió debido, sobre todo, a la escasez de información básica para cultivarlo. En este marco, un grupo de investigación de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (FAUBA) generó conocimientos que permitirían potenciar al trigo sarraceno en nuestro país: en qué regiones se puede realizar, cuándo sembrarlo para optimizar el rendimiento o cómo responde a la fertilización nitrogenada. Con esta información se creó el modelo de simulación CRONOSARRACENO, que predice cuándo ocurrirán las distintas etapas de su ciclo de vida. ¿Un nuevo cultivo de verano en las rotaciones?

“El trigo sarraceno —o Fagopyrum esculentum— es un pseudocereal. ¿Y esto qué significa? En principio, no es un cereal como el trigo, la avena, la cebada o el centeno, que son gramíneas. Pertenece a una familia de plantas llamada Poligonaceas, muy diferente a las gramíneas, lo cual le brinda características particulares”, afirmó Antonio Guglielmini, docente de Cerealicultura en la FAUBA.

Según Antonio, las propiedades alimenticias del pseudocereal son variadas: posee compuestos fenólicos, vitaminas y numerosos componentes orgánicos y minerales. Además, su porcentaje de proteína es similar al del trigo, pero con un valor biológico mayor dado por el aminoácido esencial lisina, ausente en el cereal. Además, al no tener gluten resulta apto para celíacos, quienes lo pueden consumir en panificados, fideos, galletitas o flakes.

“Por esas razones empezamos a estudiar el trigo sarraceno, con la idea de ver tanto su ‘funcionamiento’ en diferentes regiones del país, como también cuestiones vinculadas al rendimiento y la calidad”, puntualizó el docente, y añadió que la poca información agronómica disponible hoy sobre el cultivo fue un estímulo para comenzar a generarla.

Guglielmini explicó: “Trabajamos en diferentes escalas, desde el campo hasta la computadora. Los experimentos en los campos abarcaron un rango amplio de latitudes entre Salta y Río Negro, y nos permitieron probar la adaptabilidad del cultivo y registrar mucha información. Pudimos describir todas las etapas del cultivo, cuantificarlas y relacionarlas con variables ambientales como la temperatura y la duración del día”.

“En primer lugar —dijo—, en 2019 dentificamos el período crítico del trigo sarraceno, es decir, el momento del ciclo de vida cuando queda determinado el rendimiento. Es un período muy sensible a los cambios en el ambiente, ya que cualquier adversidad que ocurra —como, por ejemplo, una sequía o el ataque de una plaga— reduce el rendimiento final”.


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Y agregó: “En ese mismo artículo mostramos que dentro del período crítico, el componente del rendimiento que más varía es la cantidad de granos por metro cuadrado. Por otra parte, pudimos describir y cuantificar el ciclo de vida de F. esculentum para todo ese rango latitudinal que mencionaba antes, para un gran número de localidades y de fechas de siembra”.

Guglielmini destacó que la información que surgió de los experimentos fue incorporada al modelo de simulación CRONOSARRACENO, que representa de una manera sencilla lo que sucede con el cultivo en condiciones de campo. La herramienta, de acceso libre y gratuito, permite ubicar el período crítico según cómo se comportaría este pseudocereal en diferentes localidades, y prever dónde y en qué fecha sembrarlo para maximizar los rendimientos.

Austero y rendidor

A su vez, Sandra Antequera, docente de la cátedra de Producción Vegetal de la FAUBA, profundizó en los resultados de los ensayos que realizó durante dos años en un campo experimental de la FAUBA y otros realizados en campos de productores del sudoeste de Buenos Aires, también, también incluidos en la publicación del 2023. Sandra estudió el rendimiento del trigo sarraceno en respuesta a la fertilización con nitrógeno.

“Aplicamos tres niveles de nitrógeno: 50 kilos por hectárea —que era el contenido natural del suelo—, 75 y 100 kg/ha, y encontramos que ya con 50 kg/ha el cultivo alcanza el rendimiento máximo. Si bien el porcentaje de proteína de los granos aumentó levemente con 75 kilos de N/ha, las dosis mayores no cambiaron ese porcentaje”.

Muy buenas perspectivas

Además de las ventajas ya detalladas, Antonio y Sandra coincidieron en señalar el potencial del trigo sarraceno como una alternativa más dentro de las rotaciones. “Es un cultivo de verano como la soja o el maíz. Es más, funciona bien como cultivo de segunda, después del trigo. Incluso, su ciclo corto le da ventajas ante la soja en lugares como Río Negro o el sur de Buenos Aires, donde las estaciones de crecimiento son breves”, subrayó Antequera.

Sin embargo, la investigadora también observó que aún hay mucho trabajo por delante, y apuntó al mejoramiento genético de la especie. “Necesitamos nuevas variedades. En la Argentina solo está registrada la Mancan, lo que dificulta investigar las relaciones entre genotipos y ambientes. Por suerte, esto tiene una ventaja, por ahora: como todos siembran Mancan, nuestros resultados tienen un buen impacto”.

Antequera comentó, a modo de cierre, que junto con Guglielmini y el resto del grupo seguirán estudiando ‘con lupa’ el cultivo. “Queremos determinar qué es lo que hace que el período crítico sea crítico. Hasta el momento sabemos cuándo ocurre, pero desconocemos qué procesos son los que limitan el rendimiento”.

Fuente: sobrelatierra.agro.uba.ar

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