Como los limones, ahora son los tomates los que se tiran en las rutas de Corrientes por falta de rentabilidad

Sucede en el departamento de Santa Lucía, de esa provincia mesopotámica, donde los productores se ven obligados a descartarlos en medio de una dura realidad económica que viven.

En ese departamento de Corrientes, está la cuenca hortícola más importante de la provincia. Allí son miles los kilos de tomates arrojados a la vera de una ruta y en los bajos de las chacras. Por falta de rentabilidad, los productores no alcanzan ni siquiera a cubrir sus costos. La situación es similar a la sucedida con los limones, tirados recientemente en en otro departamento correntino, Bella Vista.

Héctor Dezzoti, quien junto a su hermano Sergio desarrolla una producción hortifrutícola y ganadera en 25 ha, son patrones y empleados a la vez: plantan, siembran y cosechan durante todo el año.

El productor Héctor Dezzoti en su invernadero de tomates

Tienen 4 hectáreas con limoneros que, también por los elevados costos de la cosecha, no fueron cosechadas. Todavía están en la planta “esperando que caigan al suelo”. En las otras 19 ha, crían unas 20 vacas como una reserva de valor, por si hay que afrontar algún imponderable. En otra ha plantan tomate, berenjena y morrón, dependiendo de la época del año.

No conviene vender. Dezzoti, como tercera generación de pequeños agricultores, no puede entender lo que le sucede. “Nos pagan $20 el kilo, alrededor de unos $400 el cajón de 20 kilos (de tomate). Pero para que nos quede algo nos tendrían que pagar al menos $2000 (el cajón). Los costos se han ido encareciendo y ahora no conviene comercializarlos, por eso los estamos tirando. No cubrimos ni los costos”, le dijo al diario La Nación.

Según contó, los productores reciben la liquidación de sus ventas una vez finalizado el circuito comercial: “No se pone precio hasta que se termina de vender en el Mercado Central (de Buenos Aires) y de acuerdo a cuánto se vende y qué costos tuvo recién ahí nos dicen cuánto quedó para nosotros”, explicó.

A unos cinco kilómetros de la localidad de Santa Lucía, los hermanos tienen su chacra con los 15 invernaderos, donde anualmente cosechan un promedio de 50.000 kg de tomate. “Estamos vendiendo al precio de 3 años atrás y en los insumos, que están dolarizados, lo que pagábamos $1.000, hace 3 años, hoy es 7 veces más caro; nos cuesta $7.000. Ese incremento no se replicó en los valores de nuestra producción”, puntualizó.


Lee también


La historia de los Dezzoti se replica en los cerca de 1.000 pequeños y medianos productores de esa zona de Corrientes, donde hay 1.800 ha de tomates en invernáculos, así como pimiento, berenjenas y pepinos bajo cubierta, entre otras especies hortícolas. De esas, unas 1.200 ha son de plantaciones de tomate, donde abunda la producción de economía familiar. Allí 7.000 trabajadores dependen de la horticultura.

Cuencas tomateras. Gonzalo “Fiti” Romero es ingeniero agrónomo y asesora quintas en la zona. Comentó que en el país existen 4 regiones fuertes de producción de tomate: Salta, La Plata-Mar del Plata, Mendoza y Corrientes. “En esta última, se cosechan, de mayo a diciembre, unos 160 millones de kilos de tomate anuales, donde hoy el panorama que se vive es desolador. Aunque los productores deben cosechar para que la fruta no se pudra en la planta, la juntan y van al costado de la ruta a tirarla”, dijo.

Gentileza. Hector Dezzoti

Los costos totalmente dolarizados, provocan que los precios que les pagan solo alcancen para cubrir los gastos de comercialización y flete. “El resto de los costos para producir el tomate quedan en rojo para el productor. Es por eso que hoy la liquidación de los gastos de comercialización (empaquetado, la carga en el camión, el flete, la descarga y la comisión del puestero del Mercado Central -que es el 15% del valor la fruta-) viene en cero. Incluso muchas veces el productor debe sacar plata de su bolsillo para pagar algo que falta. La cadena de comercialización se queda con el grueso de la plata”, se quejó.

Pero, más allá de la adversidad económica, la parte “más dolorosa” para el agrónomo es ver la depresión que tienen los productores, “bajando los brazos y sin ganas de continuar. Ahora más que un asesor me he convertido en psicólogo. Me llaman y ni siquiera quieren ir a ver la quinta. Solo me cuentan lo deprimidos que están y que no ven una salida. No saben cómo van a hacer para pagar sus compromisos económicos”, describió.

En el camino. “Hay cerca de 1.000 productores. Ellos manejan su economía a la antigua y acostumbran a tomar créditos de manera directa con las empresas agropecuarias y los viveros. Todos están cortados por la misma tijera, donde este huracán les toca a todos, pero los más afectados son los pequeños productores, porque no tienen espaldas para aguantar. Esto pone en juego la continuidad de la producción para el año que viene, donde muchos van a quedar en el camino”, añadió.

Para que ello no ocurra, para Romero “es fundamental que el Gobierno encuentre una herramienta para ayudar a los productores, por ejemplo, que le venga un mínimo de esos gastos de comercialización”.

Pese a todo y como cada día, esta mañana, de madrugada, Dezzoti salió de su casa en el pueblo rumbo a la quinta. En el trayecto de 5 km sus pensamientos giraron en torno a cómo hacer para salir adelante. “Mi sensación es de una impotencia muy grande. A mis 50 años es lo único que sé hacer, que lo aprendí de mis padres y abuelos porque no tuvimos la posibilidad de un estudio. Quiero seguir sosteniendo lo que tengo, pero se me hace cada vez más pesado”, concluyó.

MÁS INFO PARA TU CAMPO ENTRÁ AQUÍ