El trigo en los sistemas intensificados de la Región Central Norte

En la región central norte la mayoría de los sistemas de producción dejaron de ser agrícolaganaderos desde hace muchos años, transformándose en agrícolas puros con prevalencia de soja. En los últimos años creció la superficie dedicada a maíz y también a trigo/soja, de la mano de un mayor uso de tecnología e insumos (Lopresti et al., 2020). No obstante, la rotación está lejos de alcanzar el 33%. Soja y maíz como opción de cultivos en una rotación promueven una baja eficiencia en el uso de los recursos disponibles (principalmente agua) y ha incrementado los costos de control de malezas. En regiones con promedio anual de lluvias superior a 800 mm, los dos cultivos de verano sólo utilizan el 60-70 % del recurso agua y una ocupación de lote de 5-6 meses al año.

Cuando se analiza la eficiencia en el uso de los recursos disponibles (suelo, agua, clima), la secuencia trigo/soja surge como una de las opciones (Andrade y Satorre, 2015), aun considerando el posible menor rendimiento del cultivo de soja de segunda por el atraso de la fecha de siembra respecto al óptimo. Desde el punto de vista agronómico, la secuencia trigosoja de segunda aumenta la captura de recursos (radiación, agua y nutrientes), y propone un uso más intensivo del agua, con una gramínea de invierno que además tiene un indiscutido valor de comercialización.

También como cultivo invernal podría ser la cebada cervecera en zonas promovidas por la industria de malta. Esta forma de intensificación permite incrementar la producción de granos en una misma superficie, mejorando el resultado económico, y el flujo de capital y trabajo en la agricultura. No obstante, el diseño y uso de secuencias de cultivos obliga a considerar las interacciones que se generan.

Con una alta proporción de suelos sin limitaciones o con leves limitaciones en su capacidad de uso, el desafío de la agricultura es gestionar adecuadamente el uso del recurso agua, tratando de minimizar el impacto de la agricultura sobre el balance de carbono en el sistema. Una mayor eficiencia en el uso del agua (EUA) empieza con una mejora en la capacidad de infiltración del agua de lluvia en los suelos, permitiendo su almacenaje y posterior aprovechamiento por los cultivos, tanto en situaciones de relieve plano como ondulado. La SD se debe acompañar con una rotación de cultivos que aporten distintos sistemas de raíces, y que promueva una mejora en de la capacidad de infiltración del agua de lluvia en los suelos.

En este sentido es reconocido el aporte de materia orgánica que realiza el sistema radicular del trigo en los primeros centímetros de suelo, con beneficio directo sobre la capacidad de infiltración del agua de lluvia (Gil, 2005; Bacigaluppo et al., 2011; Alvarez, 2013). Al igual que otras gramíneas de invierno, el trigo es un usuario muy eficiente del agua almacenada en el suelo hasta profundidades que superan 1,5 m, con EUA entre 10 y 15 kg de grano / mm de agua consumida, y aún mayores en algunas situaciones.

Está demostrado que la EUA mejora con una adecuada nutrición nitrogenada, y con la implementación de una adecuada tecnología de manejo que en el caso del trigo incluye la incorporación del fertilizante nitrogenado, junto a la elección de la variedad y su fecha de siembra para cada ambiente.

En la región central norte la ocurrencia de lluvias acompaña a los cultivos de verano y no a los cultivos de invierno. El uso de variedades de soja e híbridos de maíz de ciclo más corto promueve la acumulación de excesos hídricos durante el otoño. Por ejemplo, el maíz de siembra temprana difiere de la soja en su momento de alcanzar la madurez y finalizar el consumo de agua. En lotes con influencia de napa, esta situación requiere de una intensificación en el uso del agua con una adecuada rotación de cultivos para que los excesos no se transformen en problema.

Debido a la prevalencia de soja de primera, una rotación al 33% con maíz y trigo/soja es el primer paso para una intensificación, pero los ensayos muestran que no es suficiente para equilibrar la pérdida de carbono en los sistemas agrícolas de la región. Una rotación con el 50% de trigo/soja y el 50% de maíz consigue alcanzar ese equilibrio (Agosti et al. 2020; Ruiz et al 2019). Sembrar trigo sobre rastrojo de maíz, e incluso sobre rastrojos de soja de primera voluminosos, requiere: a) superar una barrera física colocando la semilla a una profundidad adecuada y en contacto con suelo de una manera pareja, b) en el caso de maíz se debe resolver la incorporación del fertilizante nitrogenado, asegurando así su disponibilidad en los momentos requeridos por el cultivo, y considerando un plus para superar los niveles de inmovilización de N que producen los residuos de cosecha, y c) una adecuada elección de variedades con respecto al ciclo y con algún grado de tolerancia a frío durante el período vegetativo.

 

Fuente: INTA por Jorge Alberto Fraschina, José Héctor Salines, Carlos Tomás Bainotti, Guillermo Manuel Donaire, Dionisio Tomás Gonzalez

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