Las cabañas ganaderas María Lucía y Marcos Juárez, rodeadas por el agua

El exceso de agua en el sudeste de Córdoba también complica a la producción porcina y bovina.

La imagen que ilustra la nota fue tomada por Pablo Bollatti con la ayuda de un dron. Es entre Marcos Juárez y Leones y se observan los cascos de dos establecimientos, ambos afectados por los anegamientos que provocaron las lluvias.

En primer plano se ve a la cabaña porcina Marcos Juárez, de José y Héctor Bollatti, mientras que más atrás  (rodeada por árboles) se puede apreciar el establecimiento bovino María Lucía, de Pedro y Alejandro Ferrero.
Dedicada a la producción de cerdos de las razas Spotted Poland, Hampshire y Yorkshire, y animales cruzas que se adaptan muy bien a sistemas a campo o confinados, la cabaña de Bollatti nunca dejó de funcionar, pero el agua le ha venido generando grandes complicaciones en los últimos años.

“Desde 2014, el agua le viene pegando duro a la producción de cerdos en el establecimiento que sufrió hasta la inundación de las parideras”, sostiene Pablo Bollatti, integrante de la familia propietaria.

Hasta 1995, la explotación tenía 50 por ciento de superficie con alfalfa consociada con gramíneas para ganados bovino y porcino. Luego, la agricultura fue cambiando su fisonomía, pero sin abandonar la producción de cerdos.

En esta campaña, sobre la avena se sembró soja de segunda que se encuentra anegada, al igual que algunos lotes de primera. El maíz, si bien tiene algunos manchones con agua, logró finalizar su ciclo y está en buen estado.

“Campo minado”

Hacia el oeste, a la cabaña bovina María Lucía también le toca lidiar con el agua. Con un casi 100 años de trayectoria en la cría de reproductores Shorthorn, Polled Hereford y Angus, el establecimiento apunta a un manejo casi quirúrgico de la rotación para no perder eficiencia.

“La situación es complicada, es como si nos moviéramos en un campo minado”, graficó Alejandro Ferrero, al referirse al impacto del agua en la zona.

La cabaña, que llegó a tener el ciento por ciento de su superficie productiva, en la actualidad no hay lotes donde el agua no haya afectado su productividad.

“Las pasturas, por el exceso de humedad, se terminan perdiendo; lo mismo pasa con aquellos potreros que están anegados y se pisotean. El escenario obliga a ser muy eficientes, en la medida que se puede, con la rotación”, explicó el productor.

Las lluvias de noviembre habían cortado el acceso al establecimiento. Las tareas de enarenado que realizó el consorcio local le devolvieron transitabilidad.

“Hay también una red de canales, que aún no se pudo terminar en su totalidad, que funciona muy bien. Es un ejemplo de que cuando se trabaja de manera coordinada con la Provincia, se pueden mitigar los efectos”, aseguró Ferrero.

El agua ha cambiado hasta el panorama en la zona. Los montes que solían rodear a los cascos de los establecimientos se han perdido por el exceso hídrico.

“Este invierno se terminaron de secar árboles que se habían inundado en 2015. Tenían más de 100 años”, explicó el cabañero. Ferrero recuerda con tristeza los efectos que generó en la cabaña la inundación de ese año.

“En esa campaña llegamos a sembrar, pero las lluvias excesivas llegaron al momento de la cosecha. Logramos hacer la recolección y dejamos el 70 por ciento en silos bolsa, que luego se inundaron y generaron muchas pérdidas”, relató.

En esta campaña, el manejo de la siembra evitó que tuviera que resembrar la soja. Según el productor se logró colocar la semilla a la altura justa, un manejo que permitió su nacimiento, más allá de los anegamientos.

 

Fuente: Agrovoz

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