En China se concentra un quinto de las plantaciones; andamios, escarbadientes y más productos en los que se reemplazan otros materiales.
HONG KONG ( The Economist).- Desde el acuoso delta del Yangtze y hasta los flancos de la cordillera de Nanling, más de 6 millones de hectáreas de bosques de bambú -un quinto de las existencias mundiales- florecen en China. Pandas gigantes mordisquean los brotes más tiernos. En China se hacen anualmente 40.000 millones de pares de palillos descartables de ramitas de bambú, para el uso en la comida diaria. A menudo se siguen reemplazando los andamios de acero por bambú en la construcción de edificios, incluso en las zonas más caras de Hong Kong. La historia de este pasto también es colorida. Antes del papel, los chinos escribían en tiras de bambú; usaban tubos de bambú para irrigación y más tarde los llenaban de pólvora para encender armas de fuego.
Pero a pesar de su importancia y abundancia, el bambú es la “planta olvidada de China”, dice Martin Tam, experto en Hong Kong. Para demostrar su potencial, Tam recibe a los visitantes con una lata de jugo de bambú, se presenta con una tarjeta de negocios hecha en bambú y señala un sillón de bambú cerca de su escritorio. Dice que la planta debería ser “oro verde”, porque es una de las de más rápido crecimiento del mundo: trepa hasta un metro por día y puede ser cosechada en menos de diez años, la mitad de tiempo de lo que les lleva madurar a las maderas más blandas. Su resistencia a la tracción es mayor que la del acero templado. Soporta el doble de compresión que el concreto y no necesita riego, pesticidas ni fertilizantes.
Pero el trabajo duro comienza después del cortado. Aunque prospera en áreas húmedas y calurosas con mucha lluvia, los productos del bambú requieren mucho tratamiento para soportar el sol y la humedad, dado que contienen azúcar y agua. Se requiere una sucesión de lacas, resinas, ceras, lejía y conservantes para evitar las termitas y la pudrición. Como resultado de ello, la manufactura sigue siendo mano de obra intensiva, cruda y a pequeña escala, dice Tam.
Las fábricas están en los bosques de bambú. Los márgenes son bajos. Los escarbadientes, fósforos, palillos de incienso, esterillas y canastas siguen contándose entre los derivados más comunes de la planta. Venderles la “madera del pobre” a los chinos es difícil. En Shengzhou, entre las regiones más prolíficas de la provincia de Zhejiang, en el este de China, alrededor del 95% de los productos de bambú se exportan.
Pero las perspectivas para el material están mejorando. Un motivo es la conciencia ambiental. Firmas chinas dominan el 90% del mercado internacional de exportación de pisos de bambú laminado, cuyo atractivo crece gracias a los consumidores occidentales que se volvieron “verdes”. En 2016, las fábricas produjeron 116 millones de metros cuadrados. La Organización Internacional de Bambú y Ratán, un ente intergubernamental con sede en Pekín, dice que esta alternativa al plástico y la madera, que es renovable y baja en carbono, es “parte de la postulación de China al liderazgo ambiental”. El bambú libera mucho oxígeno, absorbiendo cuatro veces la cantidad de carbono que algunos árboles. Desde 2012, compañías chinas pueden compensar sus emisiones de carbono comprando créditos en plantaciones de bambú.
Planes y subsidios
En un foro desarrollado en mayo pasado sobre la iniciativa del Cinturón y la Ruta de la Seda del presidente Xi Jinping, se invitó a una compañía privada de la provincia de Zhejang a presentar bambú lo suficientemente fuerte como para construir cañerías para drenajes y exteriores resistentes para vagones del tren bala.
El Estado chino les da generosos subsidios a los productores. El valor anual de la industria del bambú se multiplicó por 500 desde 1981, a US$32.000 millones; en tres años China quiere llevarla a US$48.000 millones con 10 millones de empleados en el sector.
La tecnología también está cambiando las cosas. El bambú es parte de una variedad de maderas terciadas y plásticos. El polvo de bambú que se produce en la manufactura se ha utilizado principalmente como combustible para fábricas. Ahora se está combinando con resinas para hacer nuevos materiales. Plásticos reciclados de fábricas de aire acondicionado y valijas se mezclan con el polvo de bambú para producir pisos de exteriores para empresas como Verdee, una tienda de pisos de bambú y artículos para el hogar de Hong Kong.
Taohuajiang, una entre un puñado de compañías grandes de la industria, quiere elevar su nivel tecnológico. Con sede en la provincia de Human, Taohuajiang comenzó a cotizar en junio de 2016 en NEEQ, una nueva bolsa china. Su ganancia neta de 4,6 millones de yuanes (US$700.000) en 2016 provino principalmente de la venta de pisos y vigas de bambú. Recientemente patentó un procedimiento de carbonización, a través de sucesivos calentamientos, que asegura que el bambú no se corroa.
Peng Jian de Taohuajiang confía en que el “pasto mágico” podría terminar reemplazando al acero, la madera y el plástico (aunque por el momento este material amigable con el ambiente cuesta dos veces y media lo que cuesta el acero, es demasiado pesado para sustituir la madera en los muebles y no puede doblarse como el plástico).
Pero los compuestos de bambú de Peng han servido para muchos usos. Se han utilizado para durmientes de ferrocarril y hasta para tapas de alcantarillas. BMW y Lexus, dos fabricantes de autos, se cuentan entre los clientes de sus comercializadores, ya que tienen planes de reemplazar la madera y el plástico en el interior de sus unidades. Una firma alemana de pisos para embarcaciones quiere aplicar sus compuestos de bambú a cubiertas de cruceros. Una compañía canadiense de la industria espacial los usa en sus telescopios.
Otros sectores de la industria del bambú tienen más dificultades. Como material de andamios, por ejemplo, se ha ido eliminando en gran parte de China continental por problemas de seguridad y por riesgos de incendio. Hong Kong aún usa unos 5 millones de postes de bambú al año en sus obras en construcción. Se instalan tres veces más rápido que las varas de acero y cuestan mucho menos. Pero se está reduciendo la cantidad de trabajadores que saben construir andamios de bambú. Y han aumentado las pérdidas para WLS Holdings, una de las firmas más antiguas de andamios de bambú de la isla (aunque es cierto que los problemas de esta empresa van más allá del bambú).
Mientras algunas partes de esta industria se marchitan, otras brotan con fuerza.
Traducción de Gabriel Zadunaisky
Fuente:La Nación