Así lo informó el diario El Cronista, a través de una nota que firma el periodista Guillermo Laborda, quien consigna que la impresión y puesta en circulación del nuevo billete -que al tipo de cambio actual vale u$s14- demoraría, al menos 4 meses.
La nota también detalla que, con el actual ritmo de suba del dólar en el mercado de cambios, el nuevo billete, que sería el de mayor denominación del peso argentino, valdría menos de u$s10, hacia fin de año. Y recuerda que el billete que actualmente ocupa ese lugar -el de $1.000-, actualmente equivale a menos de u$s3, y podría llegar a valer apenas u$s2, para fines de 2023. Esta es la consecuencia de una inflación que sigue deglutiendo los billetes circulantes en la economía.
Desborde. También cita un posteo en Twitter del economista Nicolás Gadano, quien detalla que “durante 2022 el BCRA puso en circulación 1.419 millones de billetes de $1.000, muy por encima de la capacidad de producción de la Casa de la Moneda y con un costo aproximado de u$s150 millones. Los billetes de $1.000 ya explican el 75% del valor total de la circulación”, explicó.
Laborda recuerda que “el kirchnerismo siempre fue reticente a convalidar los lanzamientos de billetes de mayor denominación, pese a generar una alta inflación en sus gestiones.
Historia. Hasta el 2015, cuando finalizó el segundo mandato de Cristina Kirchner, el billete de $100 era el de mayor denominación y el de mayor cantidad, equivalentes a alrededor del 70% del total de billetes en circulación.
Los billetes de $500 y $1.000 nacieron con la gestión del presidente Mauricio Macri, que decidió dejar de colocar próceres e inició la serie de animales, con el yaguareté y el hornero, respectivamente, pero lentamente, por el efecto inflacionario, su valor real lentamente comenzó a caer. Simultáneamente, los de $5, $10 y $20 fueron sólo útiles para las propinas y paulatinamente dejaron de circular y fueron reemplazados por monedas.
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Visión. Según cuenta Laborda, “una curiosa visión tienen los funcionarios en el entorno de Gabriel Rubinstein, el viceministro (de Economía)”. Para ellos “la emisión de un billete de mayor valor nominal pesa más en la subjetividad de los consumidores y produce una sensación de incertidumbre sobre los precios”.
“¿Entonces, a la inversa, una eliminación del billete de $1.000 y mayor cantidad del de $500 produciría más certidumbre? ¿La certidumbre sobre los precios no depende más de las cuentas fiscales y política monetaria, que de un cambio en la denominación de los billetes?”, se preguntó.
En su opinión, es muy probable que el Gobierno que asuma el 10 de diciembre de este año lance nuevas denominaciones de billetes que faciliten la actividad comercial. Algo así sucedió en 2015, con el yaguareté y el hornero, de $500 y $1.000, respectivamente, pero su efecto se fue licuando, dado que el Banco Central, durante la gestión de Macri, no cortó el financiamiento al Tesoro.
Elecciones. Y agregó: “El problema de no lanzar billetes de valores más elevados no sólo es de los bancos y de la economía en negro: también es de la política que maneja fondos no declarados y más en años electorales”.
También recordó que “la inflación barrió ya con trece ceros de la unidad monetaria original en la Argentina. Por ello es que recuperar la confianza en la moneda nacional demorará varios años y cambios de gobiernos, un proceso que de por sí ya iniciaron hace varias décadas los países vecinos”.
Tras recordar que las máquinas de imprimir billetes siguen funcionando a pleno, Laborda recalcó que “la independencia del Banco Central y su directorio será determinante en la próxima administración. Caso contrario, el nuevo billete de $5000 tendrá una duración similar a la de su hermano menor, el hornero de mil pesos”, vaticinó.