El protocolo para la exportación de cerezas argentinas a China que acaba de confeccionar una misión fitosanitaria mandada por el gigante asiático al país dejó un sabor agridulce en la boca de los productores patagónicos.
Si bien genera expectativas la posibilidad que se abre para vender al gigantesco mercado chino, impone una serie de condiciones que complica el negocio de los productores patagónicos, explica Adolfo Storni, gerente de la Cámara Argentina de Productores de Cerezas Integrados (CAPCI).
Días atrás culminó la recorrida de la misión china por las provincias productoras: Neuquén, Río Negro, Chubut, Santa Cruz y Mendoza. El protocolo para exportar no le reconoció a la Patagonia el estatus de zona libre de mosca de los frutos, una peste que arruina la calidad de los productos, que sí es reconocido por Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea.
Esto significa que la fruta debe someterse a “una cuarentena”. El conflicto con estatus que plantearon los chinos implica una suba de los costos de logística como una reducción de los tiempos útiles de exportación.
En concreto: para entrar a China la fruta debe ser tratada con un proceso de frío previamente. Esta condición cierra la posibilidad de mandar la fruta por avión, obligando al envío en barco. Entonces se extienden los plazos entre la salida de la fruta de la Patagonia y la entrada al mercado chino.
El viaje en barco desde un puerto chileno demanda entre 25 y 30 días. Storni explicó que en el inicio de la cosecha patagónica los precios son considerablemente mejores que un mes después. Es decir, el envío en barco le quita rentabilidad a las operaciones, no sólo por la incidencia en los costos de la logística en general sino también por la imposibilidad de aprovechar los precios más altos.
La exportación de cerezas a China es un gran oportunidad para la cereza patagónica, puesto que en ese país se pagan precios un 50 por ciento más altos en promedio que en Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea, adonde se exporta hasta ahora el producto nacional.