Maizar: la sequía y los rendimientos del maíz

Esta campaña sufrimos una de las sequías más importantes de los últimos 60 años, con efecto devastador en muchas zonas y deterioro de los rendimientos en casi todas. En el caso del maíz, el rinde promedio nacional será el más bajo de los últimos cinco ciclos. Pero lo llamativo es que, aun así, está por encima de los rindes promedio de las últimas dos grandes sequías, en las campañas 2008/09 y 2011/12, en una superficie mucho mayor.

¿Cómo se explica esto? Sin duda, se debe fundamentalmente a que los productores invirtieron más en tecnología.

La inversión en tecnología es una muestra clara de que la apuesta de los productores crece rápidamente cuando el escenario político-económico es favorable. Según la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, los productores que utilizan el paquete de mayor tecnología crecieron del 39% al 52 por ciento.

Durante años insistimos desde MAIZAR en que la eliminación de las retenciones y los ROES se traduciría en un gran incremento del área y la producción. Esta última campaña, logramos el récord de superficie sembrada con maíz desde 1940.

El año pasado exportamos cerca de 24 millones de toneladas de maíz a 122 mercados, por un valor superior a 3.800 millones de dólares.

Pero quiero detenerme en uno de los aspectos que consideramos prioritarios: la gestión del riesgo agropecuario. Esta campaña ha mostrado en toda su dimensión los riesgos a los que están expuestos, sin excepción, todos los actores de la cadena. Sólo los impactos directos de la sequía sobre el sector agropecuario le costarán a la economía argentina medio punto del PBI.

Un funcionamiento eficiente de nuestro sistema productivo y comercial requiere de un enfoque integral, que contemple acciones articuladas entre sí, con el objetivo de reducir el impacto del  riesgo climático y el de precios en función de su frecuencia e intensidad. Obras de infraestructura, acciones de mitigación tranqueras adentro relacionadas con buenas prácticas agrícolas, promoción de los mercados de futuros, diseño de herramientas de cobertura con seguros y derivados climáticos, y una moderna ley de emergencia agropecuaria, son algunas de ellas.

Confiamos en que nuestros gobernantes podrán encauzar el devenir económico futuro, donde estabilizar la macroeconomía resulta una condición necesaria. En ese sentido, medidas que tiendan a reducir la ya elevada tasa de inflación permitirán proyectar un escenario más propicio para favorecer la reactivación.

Una conducta fiscal prudente y sostenible, así como también una activa coordinación de la misma con la administración monetaria y cambiaria, parecen medidas que irán en el camino de dar señales para generar confianza en la sociedad y favorecer la generación de expectativas de mayor crecimiento que apuntalen el proceso de inversiones.

No debemos olvidar que nuestra situación actual tiene relación directa con el pasado reciente, cuando, a diferencia de hoy, se negaban las estadísticas, se enmascaraba la pobreza y se intervenían los mercados en forma arbitraria.

Por este motivo, les pedimos a los legisladores que hoy son oposición que estén a la altura de las necesidades del país, que actúen en forma racional y que planteen soluciones que sean económicamente viables, alejadas del populismo fácil que tanto daño le ha hecho al crecimiento y bienestar del pueblo argentino.

Quiero hacer hincapié en la importancia de contar con estadísticas confiables, tanto para la toma de decisiones estratégicas en el sector privado, como para fortalecer el proceso de formulación y evaluación de políticas públicas. Saludamos, en este sentido, la iniciativa del Censo Nacional Agropecuario 2018, y confiamos en que el INDEC va a hacer un gran trabajo para el éxito de un ejercicio crucial en el desarrollo de nuestro sector.

El comercio internacional de los productos de la cadena crece exponencialmente y esto nos ofrece una gran oportunidad. Sin embargo, mientras los Estados Unidos transforman internamente un 87% de su producción de maíz, y Brasil un 65%, la Argentina procesa menos del 35 por ciento.

Es indispensable desarrollar todo nuestro potencial como cadena, en carnes, lácteos, productos de molienda, bioetanol, biogás y biomateriales. Hay algunos sectores, como el lácteo, que hoy encuentran situaciones particularmente difíciles. Debemos ayudarlos a sortearlas y trabajar para que la cadena de valor vaya resolviendo los problemas que afectan su competitividad.

Celebramos el trabajo que desde el Ministerio de Agroindustria y la Cancillería se viene realizando para la apertura de nuevos mercados internacionales, a través de acuerdos económicos o sanitarios, como el Protocolo firmado la semana pasada para el ingreso de carne bovina argentina a China, y la apertura de carne bovina y ovina desde la Patagonia a Japón.

¿Qué significan estas aperturas? En el caso de Japón, nos permitirá seguir aumentando el área sembrada con maíz en zonas donde hoy no está presente, como es el caso de las provincias patagónicas al sur del río Colorado. Existen híbridos adaptados a la zona, agua para riego y la tecnología adecuada, por lo cual podremos desarrollar allí un gran polo de transformación de granos o silo en carne libre de aftosa. Para ello hay que trabajar fuerte con las provincias involucradas y desde MAIZAR estamos dispuestos a colaborar con ellas.

No nos es ajeno que, para lograr mayores exportaciones, tenemos que incrementar el intercambio comercial.

¿Cómo lograr para 2030 que la producción de alimentos se incremente 50% sin aumentar la superficie cultivada, como considera necesario la ONU? Sin duda, el único camino es desarrollando una agricultura moderna, que significa usar menos recursos naturales para producir más alimentos.

En este sentido, quiero destacar el trabajo que venimos haciendo desde MAIZALL, la Alianza Internacional de Maíz, para transmitir al mundo que las prácticas de la agricultura sostenible y todas las tecnologías vinculadas son fundamentales para el desarrollo y el cumplimiento de los desafíos de la humanidad. Es clave que la sociedad entienda que la biotecnología no beneficia solamente a los productores, sino también a los consumidores de alimentos y a los ecosistemas.

Abogamos por la aprobación de una Ley de Semillas que respete la propiedad privada, que contemple los avances que se produjeron en la agricultura en los últimos años y asegure la llegada a la Argentina de las próximas innovaciones tecnológicas. Esto redundaría en un gran beneficio para el país. Argentina no puede perder la oportunidad de contar con una nueva ley de semillas que reconozca la innovación científica pública y privada.

Vemos con gran satisfacción que se ha retomado la senda en lo que se refiere a aprobaciones de eventos biotecnológicos, ya que este año se han producido tres nuevas aprobaciones para el cultivo de maíz

Otro tema pendiente es la ley de fertilizantes: los beneficios de aplicar un esquema de incentivos a su utilización han sido destacados en diversos ámbitos. Recomponer el balance de nutrientes en los suelos permitirá, a su vez, la sostenibilidad de la producción en el largo plazo, así como reducir las brechas entre los rendimientos observados y los potenciales que tenemos hoy. No nos cabe duda de que esto contribuirá a la mejora del sistema productivo.

Mirando el futuro, no cabe duda de que la bioeconomía será una opción cada vez más relevante para enfrentar los desafíos que se vienen, y la Argentina está en camino de ser un actor fundamental.

La industrialización de los granos de maíz y sorgo con fines energéticos es una de las actividades de mayor crecimiento en el mundo. La generación de biocombustibles y biogás tiene un impacto central en la economía, a nivel regional, provincial y nacional. Por su parte, la industria de biomateriales es una de las de mayor sofisticación y tecnología. Y la principal materia prima para producirlos es el grano de maíz.

En la campaña 14/15, última en la que los seis cultivos extensivos se vieron afectados por el antiguo esquema regulatorio, la proporción de gramíneas dentro de la rotación era el 33% de la superficie agrícola y el maíz y el sorgo aportaban solo el 14% del total. Dos años después, en la campaña que acaba de terminar, las gramíneas fueron el 40% del área agrícola y el maíz y el sorgo conforman el 20% del total. Esto es la mayor participación en las últimas 18 campañas.

Pensando en la siguiente siembra, todo parece apuntar a una muy buena campaña para seguir apostando al maíz. La demanda internacional sigue firme y contamos con buenos precios futuros, reflejo de la baja de los stocks internacionales. De la mano de la tecnología, si las condiciones climáticas nos acompañan, podremos ir hacia un nuevo record en superficie y producción.

Por último tenemos que fortalecer nuestras instituciones, pensar en el largo plazo y continuar con el diálogo y la búsqueda de consensos. El trabajo público-privado es clave para diseñar políticas sustentables y eficaces que den certeza y competitividad a las distintas producciones y permitan agregar valor y promover el desarrollo.