Un gran fruto: obtuvieron 30 nuevas variedades de duraznero

Con características promisorias para producción y consumo, los cultivares logrados por especialistas del INTA San Pedro se adaptan a las condiciones agroclimáticas del norte bonaerense. Una investigación del Programa Nacional de Frutales del instituto.

Un equipo de investigadores del INTA San Pedro –Buenos Aires– logró inscribir 30 variedades de duraznero en el Registro Nacional de Cultivares del INASE, como resultado de 14 años de mejoramiento genético. Bautizados con nombres de mujeres, comunidades aborígenes, aves y ríos, los cultivares generan buenas expectativas en el sector, ya que amplían la oferta varietal adaptada a las necesidades ambientales y productivas del norte bonaerense y tienen características promisorias para el paladar del público consumidor.

Los trabajos de mejora fueron iniciados a partir de variedades con buen desempeño conocido en la zona y, luego de combinar cruzamientos, los técnicos obtuvieron una primera población híbrida que permitió comenzar el plan de selección. “Uno tiene que generar variabilidad para poder elegir”, apuntó Gabriel Valentini, especialista del INTA San Pedro, quien realizó el análisis de los cultivares obtenidos.

“De los más de 3.000 cruzamientos efectuados, surgieron 125 híbridos con potencial agronómico”, completó María Elena Daorden, referente del programa de mejoramiento de frutales de la misma unidad del INTA. Del total, fueron elegidos aquellos con aptitudes destacadas en cuanto a rendimiento y calidad y caracterizados morfológicamente para cumplimentar la inscripción en el INASE.

Asimismo, Daorden remarcó el rol del INTA por ser “el único organismo del Sistema de Ciencia y Técnico argentino que se dedica al mejoramiento genético de frutales de carozo”.

En este contexto, consideró que el logro cobra mayor importancia, debido a que “no hay mucha cantidad de nuevas variedades de frutales generadas a partir de recursos conservados en las colecciones de germoplasma propias del instituto, cuyos derechos de propiedad caducaron hace tiempo o, directamente, no registraban”. “Lo normal es traer materiales de otro lado, probarlos e inscribirlos”, indicó.

De acuerdo con la especialista, tanto productores como viveristas de la zona demandan nuevos materiales para probar en sus lotes. “A veces los emprendimientos más capitalizados incorporan nueva genética a través del pago de patentes o licencias, pero son acuerdos poco sencillos y estas nuevas variedades permitirán ampliar la oferta”, celebró.

Por su parte, Valentini anticipó que algunos de los materiales serán probados en campos de productores para evaluar el comportamiento comercial de la selección. “Hay que tener en cuenta que la expresión de muchas características de las variedades son el resultado de la interacción de la genética con el ambiente”, señaló. En la misma línea, “esperamos tener la posibilidad de cultivar estas variedades en otras unidades del INTA del país para evaluarlas en otras condiciones ambientales”.

El proyecto de investigación que dio origen a las variedades recientemente inscriptas comenzó en 2004 y fue trabajado en el predio experimental del INTA San Pedro, en el marco del Programa Nacional de Frutales del INTA.

De los más de 3.000 cruzamientos efectuados, surgieron 125 híbridos con potencial agronómico.

El esfuerzo da frutos

En fruticultura, el mejoramiento genético es un componente crítico de la investigación para elevar la competitividad del sector y acelerar su desarrollo. En este sentido, las nuevas variedades permitirían acortar brechas productivas y mejorar la rentabilidad de la producción de duraznos que, en general, se destina al mercado interno.

Para Valentini, los objetivos de la línea de mejora eran claros: apuntaban a desarrollar variedades con buena adaptación a las condiciones regionales de cultivo. “Esto significa que rindan y produzcan frutas de buen calibre, forma y con la mayor proporción de color rojo en la piel, preferencia de los consumidores argentinos”, detalló el técnico.

Además, se priorizaron parámetros como sabor, textura y época de floración. En este caso, se eligieron cultivares que florecieran a fines de agosto o en septiembre para minimizar el impacto de las heladas tardías que suelen ocurrir en el norte bonaerense.

Las variedades obtenidas son de pulpa amarilla y blanca y están organizadas en cuatro series que pertenecen a cuatro familias. También hay selecciones inscriptas obtenidas vía polinización abierta, que suceden cuando se conoce a la planta madre, pero no a la planta padre –la que aportó el polen utilizado para fecundar a la flor que dio la semilla–.

Las variedades de esta serie recuperan nombres de mujeres: Alfonsina INTA, Macacha INTA, Mercedes INTA, Felicitas INTA, Florencia INTA y Rosalinda INTA.

 

Las cuatro familias son: Serie FlaDix (Flavorcrest x Dixiland), Serie DixFla (cruzamiento inverso al anterior), Serie GiSB (Ginart x SB 40-30) y Serie DS (Dixiland x Summerprince).

Las variedades de la primera serie recuperan nombres de mujeres: Alfonsina INTA, Macacha INTA, Mercedes INTA, Felicitas INTA, Florencia INTA y Rosalinda INTA; mientras que las de la segunda refieren a comunidades originarias: Charrúa INTA, Diaguita INTA, Guaraní INTA, Huarpe INTA, Mocoví INTA, Ona INTA, Pampa INTA, Tehuelche INTA, Toba INTA y Wichi INTA.

De la tercera serie, surgieron las variedades Chacarera INTA, Chamamé INTA, Cueca INTA, Milonga INTA, Malambo INTA, Tango INTA, Zamba INTA y Nicolás INTA. Por su parte, la cuarta contiene a Biguá INTA, Hornero INTA y Zorzal INTA. En tanto, los cultivares obtenidos vía polinizaciones abiertas son: Paraná INTA, Pilcomayo INTA e Iguazú INTA.

Si bien aún no se realizaron los paneles de degustación para evaluar características organolépticas, las primeras pruebas son auspiciosas.

En algunos casos, se recurrió al cultivo in vitro de embriones con el objetivo de evitar muertes por incompatibilidades.

Cómo se realiza una polinización

Al ser de carácter dirigido, las polinizaciones se llevan a cabo en forma manual flor por flor. Para su realización, se saca el polen de las flores de la variedad utilizada como padre y, luego, se coloca en las flores de la variedad elegida como madre.

En un determinado momento, cuando las flores todavía están bastante cerradas, se quitan todos los pétalos, se extraen los órganos reproductores masculinos –emasculación– de la planta utilizada como madre y se dejan los órganos reproductores femeninos sobre los que se coloca el polen de la variedad utilizada como padre.

Posteriormente, las flores se tapan y si la polinización artificial da como resultado la fecundación, al cabo de un tiempo crecerá una fruta, de la cual podrá obtenerse una semilla híbrida. En algunos casos, con el objetivo de evitar la muerte de embriones por incompatibilidades, se recurrió al cultivo in vitro de embriones en tubos que contenían un medio de cultivo que les proveía todo lo necesario para su germinación.

En referencia a las familias, “las semillas que surjan de frutas generadas por una misma planta son hermanas entre sí, pero, como sucede en los humanos, pueden presentar diferencias como consecuencia de la recombinación genética”, explicó Valentini.

Cuando las flores todavía están bastante cerradas, se quitan todos los pétalos, se extraen los órganos reproductores masculinos de la planta utilizada como madre –emasculación–.

A nivel de investigación, se efectuaron estudios de biología floral como receptividad del estigma y viabilidad del polen y pruebas de crecimiento del grano de polen. Además, las plantas logradas fueron llevadas a campo para su evaluación agronómica y también caracterizadas molecularmente a través de técnicas de marcadores moleculares.

En las actividades ligadas al programa de mejora, se contó con información generada a partir de trabajos conjuntos realizados con el Centro de Estudios Bioquímicos y Fotosintéticos de Rosario, dependiente del Conicet. Además, participaron estudiantes avanzados de la Facultad de Ciencias Agrarias de Rosario, mediante un acuerdo de vinculación entre el INTA y la Cátedra de Fruticultura –Área de Cultivos Intensivos–.

“La actividad de cruzamientos es algo ininterrumpido; se realizan en primavera, en verano se sacan los carozos de los frutos, se siembran y, a los cuatro años, cuando ese híbrido fructifica, se hace la evaluación”, remarcó Daorden. Luego, se efectúan evaluaciones anuales durante, al menos, tres temporadas de producción.