Emprender, trabajar, invertir y crecer se ha convertido en una carrera con obstáculos en Bs. As.
En la Provincia de Buenos Aires, emprender, trabajar, invertir y crecer se ha convertido en una carrera con obstáculos impuestos por el propio Estado. No hablamos de falta de capacidad productiva ni de escasez de talento: el verdadero freno al desarrollo es el peso de un sistema tributario voraz, diseñado para recaudar sin medir consecuencias.
Este informe no denuncia una anomalía, sino una estructura permanente que castiga al que produce y premia al que no arriesga. El principal instrumento de ese castigo: el impuesto a los Ingresos Brutos.
¿Qué está mal en el sistema impositivo bonaerense?
- La estructura tributaria de la provincia tiene dos grandes problemas:
El sistema tributario provincial es el reflejo de un Estado que no confía en sus ciudadanos y que necesita extraer cada peso posible para sostener su ineficiencia. Presenta dos fallas estructurales: - Es absurdamente complejo: más de 160 tributos, tasas y contribuciones que cambian constantemente y obligan a las empresas a gastar más en cumplir que en crecer.
Está diseñado para distorsionar: los impuestos no están orientados al desarrollo, sino a la voracidad fiscal. Cuanto más producís, más te castigan.
El caso más claro es el
del impuesto a los
Ingresos Brutos (IIBB),que en 1999 representaba el 50% dela recaudación propia de la Provincia y hoy ya supera el 77%.
Ingresos Brutos es un impuesto silencioso. No llega con una boleta a tu casa, pero está presente en cada producto o servicio que consumís. Desde la leche hasta el alquiler de un consultorio, todos los precios tienen incorporado este impuesto que grava la facturación bruta de las empresas.
Esto significa que:
- Se aplica en cada etapa de producción y comercialización.
- Se traslada directamente a los precios finales.
- Las empresas chicas lo pagan igual que las grandes.

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En definitiva, los bonaerenses terminamos financiando un Estado que nos cobra sin que lo notemos, pero que sí sufrimos en el bolsillo.
Mientras tanto, un impuesto que podría ser más justo como el inmobiliario perdió protagonismo: pasó de representar el 50% de la recaudación a mediados del siglo XX a solo el 5% en 2015. Incluso el inmobiliario edificado perdió 10 puntos de participación entre 2001 y 2023.
¿Por qué? Porque es un impuesto visible. Cada aumento llega a casa con una boleta y genera malestar. La política, buscando evitar ese costo, prefirió fortalecer un impuesto invisible pero más nocivo.

El costo invisible para el desarrollo
Ingresos Brutos no solo es un impuesto caro, también es ineficiente:
- Aumenta artificialmente los precios.
- Dificulta la competitividad de las empresas bonaerenses.
- Genera saldos a favor inútiles para miles de pymes, por retenciones y percepciones mal aplicadas, incluso en provincias donde no operan.
En la práctica, muchas empresas pagan por adelantado un impuesto que después no pueden usar ni recuperar. En el mejor de los casos, le están financiando al Estado a tasa cero. En el peor, es dinero que pierden.
¿Qué debería hacer la Provincia?
Hoy, el 85% de la recaudación bonaerense depende de Ingresos Brutos e Inmobiliario. Pero apostar todo al impuesto más distorsivo es una receta que no resiste más.
La verdadera salida no es solo bajar alícuotas, sino:
- Hacer una reforma tributaria profunda.
- Eliminar impuestos absurdos, tasas, derechos y burocracia
- Ofrecer condiciones más competitivas para atraer inversión
Es posible agrandar la base imponible sin castigar al que produce. Es posible financiar al Estado con más empleo, más actividad económica, más productividad.
Más desarrollo, menos castigo
La Provincia de Buenos Aires tiene todo para crecer: recursos, talento, pymes innovadoras, industrias con potencial, cadenas productivas resilientes y ciudadanos dispuestos a trabajar y emprender. Lo que falta no es capacidad, es una estructura tributaria que acompañe y potencie ese esfuerzo en lugar de castigarlo.
Hoy, el sistema impositivo provincial no premia al que invierte ni respalda al que produce. Por el contrario, le pone barreras. Penaliza la formalidad. Desalienta la expansión y encarece cada producto o servicio que consumimos los bonaerenses.
Este modelo está agotado. Y cambiarlo no solo es urgente: es posible. Para lograrlo, necesitamos algo más que diagnósticos: necesitamos una decisión política firme, una visión de futuro y una convocatoria amplia a todos los sectores —productivos, sindicales, académicos, sociales— para rediseñar juntos un esquema que funcione.
¿Qué pasaría si nos animáramos a hacerlo?
- Que miles de pymes podrían reinvertir lo que hoy pierden en saldos a favor y costos impositivos innecesarios.
- Que se generaría más empleo formal y de calidad, sin penalidades encubiertas ni trámites absurdos.
- Que se reducirían los precios finales de muchos bienes y servicios que consumimos todos los días.
- Que el Estado podría recaudar más, pero de manera inteligente, sobre una economía más grande, no más asfixiada.
En definitiva, mejoraría la vida cotidiana de millones de personas y se impulsaría un desarrollo más justo, equilibrado y sustentable.
El futuro no solo es discutir cuanto sino como se recauda
Desde la Fundación Labor creemos que es momento de poner este debate en el centro de la agenda pública. De animarnos a discutir no solo cuánto se recauda, sino cómo. De dejar de normalizar la distorsión impositiva como si fuera el único camino posible.
Porque el sistema tributario no es una cuestión técnica o lejana. Es una cuestión que toca de lleno el presente y el futuro de las familias, las empresas y el desarrollo de la Provincia.
La reforma tributaria que necesitamos no es solo un ajuste de números.
Es una apuesta por una Provincia que crece, que cuida al que emprende y que no castiga al que invierte.
Es hora de decidir si seguimos con un modelo que limita o construimos uno que libere el verdadero potencial bonaerense.
Fuente: Fundación Labor








































