Una alternativa que agrega estabilidad y sostenibilidad al sistema productivo.
Roberto Vidart tiene un planteo ganadero de ciclo completo con terneros de propia producción. En la década pasada, debido al auge agrícola, la ganadería había perdido terreno. Pero, con el cambio de diseño productivo, en un momento comenzaron a registrar anegamientos provocados por el ascenso de la napa freática. “Un año llegamos a perder el 15% del área agrícola por excesos hídricos”, explica el empresario, integrante del CREA Washington Mackenna (región Centro).
Fue entonces cuando, con ayuda del asesor del CREA, Leandro Agusti, decidieron instalar 16 freatímetros para comenzar a elaborar un mapa de napas, el cual se confecciona tres a cuatro veces por año con el programa GIS (ver gráfico 1).
“Diseñamos un protocolo donde se establece que, cuando se mide una profundidad de napa promedio inferior a 1,50 metros, el área se destina principalmente al doble cultivo trigo/soja de segunda, mientras que en un rango de 1,50 a 2 metros va a verdeos de invierno. Si la napa tiene una profundidad mayor a 2 metros, entonces el área puede destinarse a barbecho para soja de primera o a maíz temprano”, comenta Roberto.
Este protocolo no se planificó únicamente para reducir el riesgo productivo de las napas; además, permite considerar este recurso como una oportunidad. Más allá de medir la profundidad de la napa, se analiza de manera regular la calidad del agua extraída.
Tres años atrás, debido al crecimiento progresivo de la napa y a la necesidad de reducir costos por medio de una disminución del aporte del maíz a la dieta animal, se decidió destinar un sector minoritario del campo a pasturas de alfalfa.
“Al registrar ciclos de lluvias anuales con acumulados superiores a 900 milímetros, los dobles cultivos no alcanzaban a consumir los excedentes, razón por la cual se decidió ubicar las pasturas en lotes estratégicos donde la implantación no corriera peligro y se pudiera promover un consumo de agua continuo durante todo el año para mantener el nivel de la napa en una zona de seguridad”, explica el asesor CREA, Leandro Agusti.
Los terneros ingresan al campo en marzo con 180-190 kilos y permanecen en la alfalfa hasta mayo, cuando empiezan a pastorear los verdeos de invierno hasta fines de agosto/principios de septiembre. Posteriormente vuelven a las pasturas de alfalfa con suplementación de silo y grano de maíz. En marzo del año siguiente, aquellos novillos que no salen gordos de la alfalfa son encerrados en corrales de terminación para permitir que ingrese la nueva camada de terneros destetados. De los corrales de terminación egresan con un peso de alrededor de 450 kilogramos para ser destinados a exportación.
“Pensando cómo aprovechar los beneficios de la ganadería en el sistema y entendiendo que los callejones, aguadas y el tránsito de los animales generaban erosión, se comenzó a evaluar diversas alternativas orientadas a distribuir los bosteos en el sistema de pastoreo y suplementación en la parcela”, comenta Leandro.
“A partir de la experiencia de otras empresas del CREA, se decidió llevar al agua a las parcelas para evitar el tránsito por callejones y las aguadas fijas. Se logró así un sistema flexible, donde el tamaño de las parcelas varía según la oferta disponible. Estas son pastoreadas diariamente –tanto verdeos como pasturas perennes– y disponen de aguadas móviles, suministrando el agua a través de tanques aguateros. Además, en momentos en que puede haber problemas de timpanismo es posible dosificar la cantidad exacta de carminativo en los tanques”, añade el asesor CREA.
Los verdeos son secados por métodos químicos en agosto/septiembre para luego destinar el área a soja de primera o maíz temprano.
“Cuando comenzamos a rotar verdeos con cultivos agrícolas nos miraban raro, pero los resultados económicos de ese planteo respecto de un trigo/soja de segunda siempre fueron mejores porque, además de poder sembrar la soja en una fecha óptima, la variabilidad de rendimientos del trigo en nuestra zona es importante, mientras que la ganadería es más predecible”, remarca Roberto.
“Por otra parte, los rendimientos de cultivos de soja que tienen verdeos como antecesor son, en términos promedio históricos, mucho más estables que los provenientes de barbecho, porque, en situaciones de excesos hídricos los centenos y las avenas funcionan como amortiguadores que evitan la saturación del suelo”, añade el empresario (gráfico 2). Cabe destacar que los verdeos reciben una fertilización similar al trigo para promover una adecuada productividad y facilitar la disposición de nutrientes para el cultivo siguiente.
Además, la rotación de verdeos con cultivos agrícolas permitió lograr un mejor control de malezas problemáticas, al tiempo que promovió una mejora de la sostenibilidad del sistema por medio de la promoción de la microfauna presente en el suelo.
“La napa es la aliada estratégica de este sistema mixto, donde el barreno se utiliza continuamente para evaluar el contenido de agua en el suelo pensando en la producción de forraje, pero teniendo claro que luego del verdeo debemos producir soja. Ese cultivo debe tener agua disponible, por lo que el momento de secado es un aspecto crítico para asegurar el éxito”, remarca Leandro.
Sociedad
Al fallecer el padre de Roberto, la titularidad del campo se dividió entre los ocho hermanos, creándose una empresa para gestionar la producción del establecimiento, que pasó a alquilar el campo. La sociedad, gestada principalmente con el capital de trabajo del campo heredado, se conformó inicialmente con seis hermanos, dado que dos de los herederos prefirieron tomar su parte. En la actualidad, cuenta con cinco socios. Roberto es el gerente general de la empresa y uno de sus hermanos, veterinario, es su asesor nutricional. Los demás no trabajan en la firma. Los cinco socios de la SRL gerenciadora se reúnen una vez por año para definir la política de la empresa.
Fuente: CREA