La joya roja del sur: la cereza más austral del mundo ya tiene su sello de distinción

La joya roja del sur: la cereza más austral del mundo ya tiene su sello de distinción

En un rincón remoto de la Patagonia, donde el viento es fuerte pero la tierra fértil, un fruto rojo brilla con luz propia. Tras más de diez años de esfuerzo conjunto entre productores locales, técnicos y el INTA, la cereza del valle de Los Antiguos, en Santa Cruz, recibió oficialmente la denominación de origen. Y no es para menos: es una fruta con identidad, historia y un sabor irrepetible.

No es solo una cereza. Es la cereza. Dulce, firme, de un rojo profundo que hipnotiza, es fruto de un entorno natural excepcional y de manos sabias que saben cuándo y cómo cosechar. Cada árbol es parte de un legado familiar, y cada cosecha, una celebración del saber hacer patagónico.

“El haber conseguido esta distinción refuerza el valor de nuestras cerezas y las protege. Este sello las posiciona mejor en los mercados y permitirá a los productores acceder a beneficios como reintegros a la exportación”, explicó Liliana San Martino, investigadora del INTA Los Antiguos, una de las instituciones clave en el proceso.

El camino no fue fácil. La historia comenzó hace más de una década, cuando los primeros cultivos enfrentaban el desafío de crecer en un clima extremo. Con el acompañamiento técnico del INTA, se desarrollaron prácticas específicas de riego, poda y postcosecha que ayudaron a perfilar un producto tan distinto como extraordinario.


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¿Pero qué hace tan especial a esta cereza? Todo. Desde su dulzor natural hasta su textura crocante, pasando por el color intenso que solo se logra gracias al microclima del valle, donde las cerezas maduran más lento que en cualquier otro lugar del país. Mientras que en otras regiones el ciclo del fruto dura 50 a 85 días, en Los Antiguos puede extenderse por más de 100. Y la espera vale cada día.

Federico Guerendiain, tesorero de la cooperativa El Oasis, expresó con orgullo: “Logramos plasmar en documentos lo que ya sabíamos en el corazón: nuestras cerezas son únicas. El INTA fue clave, especialmente en la formación de la cooperativa. Antes era solo un sueño; hoy es una realidad”.

En un mercado global donde la competencia por cantidad es feroz, esta pequeña fruta sureña eligió otro camino: destacarse por calidad. Y lo consiguió.

Diego Aguilar, productor y presidente de la Cámara de Cerezas de Mendoza, lo resume así: “Estas cerezas no solo son las últimas del hemisferio sur en cosecharse, también son las más dulces, las más firmes. Y ahora, las más reconocidas”.

La denominación de origen no es solo un sello: es un compromiso. Con el entorno, con la tradición, y con el futuro. Porque lo que nació como una apuesta hoy es un emblema, una joya roja del sur que Argentina ofrece al mundo.

Fuente: INTA

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