La importación de carne de cerdo en Argentina viene incrementándose en los últimos años. Según el Área Porcinos de la Secretaria de Agroindustria de la Nación, en el mes de agosto se importaron 3.327 toneladas, lo que representa un 9,04% más que el mismo período del 2017. Por otra parte, la producción nacional también creció un 4% con respecto al mismo mes del año anterior, pero no llega a cubrir el consumo local, que actualmente es de 15 kg/habitante/año. Esto explica por qué Argentina necesita comprarla de otros países.
El problema radica en que algunas cadenas de supermercado descongelan la carne importada y la venden como fresca, por lo que el consumidor debe prestar atención a una serie de cuestiones. En este sentido, la Ing. Zoot. Ruth Maceo del INTA Famaillá y la Dra. María Zimerman del Instituto de Investigación Animal del Chaco Semiárido (IIACS), especialistas en la temática, explican de qué se trata:
La primera cuestión tiene que ver con la competencia desleal que representa para la producción porcina local. Brasil y EEUU, dos países que venden sus productos a Argentina, utilizan como promotor del crecimiento un aditivo alimenticio denominado “Ractopamina”. Este fármaco promueve una mayor producción de músculo y una disminución de la grasa del animal, reduciendo de forma importante los costos de producción (según la Asociación Argentina Productores Porcinos 2017). Este aditivo no está aprobado en nuestro país, como tampoco en varios otros. Si bien pareciera no tener efecto dañino sobre los consumidores, la autoridad sanitaria europea concluyó que no hay datos suficientes para demostrar que es segura para el consumo humano, siendo ésta la principal causa de su prohibición en Europa. Por otro lado, los productores locales no reciben subsidios ni protección del Estado, por lo que se encuentran en desventaja para competir en estas condiciones.
La otra es el engaño que presenta para el consumidor, ya que el Código Alimentario Argentino (CAA) expresa que los productos congelados deben estar correctamente etiquetados, con caracteres de buen tamaño en la cara principal del rotulado, identificando fecha (mes y año) de elaboración y vencimiento. En la práctica esto no se cumple al 100%, ya que muchas veces en la etiqueta figura la fecha de envasado y vencimiento en letra pequeña, difícil de leer; tampoco se advierte que es carne descongelada por lo que no puede volver a congelarse.
Recientemente, en septiembre de 2018, la Comisión Nacional de Alimento (CONAL) trató este tema estableciendo un criterio unificado para la interpretación del CAA. Determinó que los productos importados/nacionales congelados que se descongelan y fraccionan, exhibiéndose como frescos, deben contar con una adecuación del rótulo donde conste: Registro Nacional de Establecimiento (RNE del fraccionador), fecha de vencimiento y la leyenda “Producto descongelado. No volver a congelar” (Art. 162 CAA). Si no cumplen con este rotulado, los productos están en “infracción”.
Una tercera cuestión es el riego para la salud pública. La carne de cerdo descongelada puede mantenerse refrigerada en un período que no debe superar los 5 días, siempre y cuando el producto no haya sufrido cambio (separación o corte), ya que en estos casos la caducidad baja a 48 horas para garantizar un consumo seguro.
Si la carne importada en proceso de descongelamiento es colocada en la misma góndola que la fresca, el principal problema es el aumento en la proliferación de bacterias. La cantidad de líquido que despide esa carne al descongelarse termina contaminando la góndola y, por lo tanto, la carne fresca.
Es importante tener en cuenta que la carne es uno de los causantes de las Enfermedades Trasmitidas por Alimentos (ETA) que contagian al hombre. Por ello, hay que ser muy cuidadoso en su manipulación. Si ocurriese algún problema de inocuidad relacionado a la inadecuada manipulación de la carne importada, la opinión pública no va a diferenciar el origen del producto, ocasionando un importante perjuicio al consumo de carne porcina en general.
Esta problemática no es ajena a la provincia de Tucumán y fue discutida en la Mesa Porcina Provincial, en la cual participa el INTA. “La inocuidad, que es la seguridad de que un alimento no cause daño a la salud, no se negocia. Por eso, es fundamental que los consumidores estén informados, elijan comprar carne nacional y denuncien las irregularidades. El encargado de controlar es el Sistema Nacional de Control de Alimentos (SNCA), que a nivel provincial está a cargo del Área de Bromatología (Pje. Dorrego 1080, S. M. Tucumán, Tel: 381-4245617) y, a nivel local, de cada municipio”, explicó la Ing. Macedo, extensionista de la Agencia de Extensión Rural Monteros.
Por su parte, la Dra. Zimerman, investigadora del Grupo de Bienestar Animal y Calidad de Producto del IIACS, comentó que “si bien el congelamiento de la carne resulta un procedimiento adecuado para incrementar el tiempo de almacenamiento, es sabido que afecta las propiedades físico-químicas del producto y, por lo tanto, su vida útil. Lo recomendable es realizar un congelado rápido de la matriz cárnica y un descongelado muy lento para que los cristales de agua formados durante dicho proceso sean pequeños y no dañen tanto la estructura de la carne. Pero, un manejo tan cuidadoso es muy difícil de controlar. Además, el descongelado genera un exceso de ‘exudado’ que, además de afectar aspectos sensoriales como la terneza o la jugosidad, favorece la proliferación de microorganismos que reducen la vida útil del producto”.
Fuente: EEA INTA Fammaillá