El picudo del tallo de la soja, Sternechus subsignatus Boheman 1836 (Coleoptera: Curculionidae), es una plaga que en los últimos 10 años viene incrementando a paso firme su presencia en la región agrícola del Este santiagueño y Oeste chaqueño. Actualmente los daños ocasionados por este picudo son significativos, constituyéndose en una plaga importante para el cultivo en la zona.
Análisis de riesgo y alternativas de manejo para el Este santiagueño
BIOLOGÍA
El picudo es un insecto que presenta metamorfosis completa, lo que significa que pasa por los estados de huevo, larva, pupa y adulto. Estos últimos son muy longevos, llegando a vivir entre 80 a 100 días según sexo (Socias et al. 2015). Tiene como principal hospedero al cultivo de soja, ya que las gramíneas no son preferidas. Se trata de un insecto que puede desplazarse distancias considerables, habiéndose registrado distancias máximas de casi 600m en un vuelo (Casmuz et al. 2010), facilitando su dispersión en el campo.
CICLO Y DAÑOS
La especie presenta sólo 1 generación al año y su fluctuación poblacional se ilustra en la figura 1. El período de emergencia de los adultos desde el suelo es prolongado, extendiéndose por lo general desde fines de noviembre hasta principios de febrero. Dicha emergencia de adultos ocurre en camadas según la ocurrencia de lluvias, siendo los pulsos más importantes en diciembre y enero (Socias et al., 2011). Al alimentarse, deshilachan los tejidos y realizan un anillado característico en los tallos. Dichos daños son fácilmente observables sobre ramas y pecíolos. Las hembras posteriormente depositan los huevos entre el tejido vegetal desgarrado. Una vez que nacen las larvas se introducen en su interior donde se alimentan estimulando la formación de agallas y en algunos casos raíces adventicias. Así, tanto tallos como ramas quedan muy debilitados y pueden quebrarse por acción del viento o al momento de la trilla. Las larvas se alimentan hasta principios de abril, momento en el que se arrojan al suelo donde se entierran algunos centímetros para pasar la estación fría (mayo a septiembre) como larvas hibernantes. Luego, desde octubre hasta diciembre aparecen las pupas desde donde eventualmente emergerán los adultos para reiniciar el ciclo.
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ASPECTOS CLAVE PARA SU MANEJO A NIVEL PREDIAL
El período de mayor susceptibilidad va desde emergencia del cultivo hasta V7 que transcurre normalmente en los meses de diciembre y enero para la generalidad de fechas de siembra en la región del este santiagueño (figura 7). Los daños producidos en estadios tempranos pueden conducir a la pérdida de plantas debiendo resembrarse el cultivo. Daños desde V5 hasta V7 pueden generar pérdidas de rendimiento superiores al 60% si se encuentra en alta densidad (figura 8). A partir de 2 picudos/m² entre V5-V7 se mencionan pérdidas de rendimiento del 20% (Hoffmann-Campo, et al. 1836). A su vez, este período (diciembre-enero) coincide con los pulsos de emergencia de picudos más importantes, especialmente si las lluvias acompañan. Por tanto, el manejo debe apuntar a proteger el cultivo durante estos meses.
Análisis de riesgo y alternativas de manejo
Para determinar el riesgo resulta fundamental conocer la situación inicial de cada lote como también su posible evolución en el tiempo. Para un diagnóstico inicial, el muestreo previo a la siembra de soja es muy importante.
Según Hoffmann-Campo, et al. (1999) por cada 10 ha, deben tomarse cuatro muestras de suelo centradas en las antiguas hileras de soja, de 1 m largo x 0,25 m ancho x 0,25 m profundidad y contar el número de larvas que hibernan. Si en la media de cuatro muestreos, se encuentran de 3 a 6 larvas/m² pueden ocurrir pérdidas significativas de rendimiento en el cultivo de soja para la temporada siguiente.
Para predecir la posible evolución de la plaga en cada lote es importante tener en cuenta dos procesos:
- Incremento poblacional: Cuando el ciclo del picudo no se ve interrumpido por la siembra de un cultivo no hospedero (diferente a soja), su población tiende a incrementarse año tras año en el lote.
• Migración: Es el movimiento de picudos hacia lotes con soja desde lotes con gramíneas (maíz) cuyo cultivo previo fue soja, generándose altas densidades en las cabeceras. En base a lo mencionado anteriormente, es posible definir tres niveles riesgo para cada lote y aplicar diferentes medidas de manejo en consecuencia.
NIVEL DE RIESGO ALTO
- Rotación con gramíneas si fuese posible. Como se indicó anteriormente, el maíz interrumpe el ciclo del insecto.
- Uso de terápicos en semilla a fin de lograr el control de picudo en las primeras etapas del cultivo y así lograr una implantación exitosa. Los insecticidas curasemilla pueden tener una cobertura de hasta 20 días, según condiciones ambientales.
- Insecticidas foliares a partir de los 20 días de emergido el cultivo hasta el estadio V7 en función del umbral de referencia (Tabla 1). Se pueden lograr muy buenos controles sobre los picudos adultos expuestos. Por este motivo, la calidad y el momento de aplicación son aspectos fundamentales. En la figura 10 se puede ver los horarios de mayor exposición del insecto para la planificación de tratamientos.
NIVEL DE RIESGO MEDIO
- Sólo manejo de borduras. Las medidas son las mismas a las de un lote con riesgo alto (terápico en semilla + aplicaciones foliares), pero se concentran sólo en las cabeceras.
- Monitoreo en postemergencia del cultivo en fases críticas (desde emergencia hasta V7).
NIVEL DE RIESGO BAJO O NULO
- Monitoreo en postemergencia del cultivo si el lote va a soja. No hay riesgo en maíz.
Fuente: INTA por Marcela Alberto Druetta, Ignacio Martín Luna