El Valle Medio y el Valle Inferior buscan competir con el Alto Valle: el maíz y el riego, claves para la nueva frontera productiva
INTA, Aapresid y Maizar impulsan ensayos en Río Negro con el objetivo de transformar suelos vírgenes en zonas agrícolas de alto rendimiento. El maíz, la alfalfa y la remolacha forrajera aparecen como alternativas para abastecer a la ganadería y diversificar la producción.
En Río Negro se gesta un plan ambicioso: que el Valle Medio y el Valle Inferior se conviertan en polos productivos capaces de competir con el histórico Alto Valle. Para lograrlo, Maizar ya realiza ensayos genéticos en la región y Aapresid apuesta a consolidar un esquema agrícola-ganadero con base en el riego.
El motor del proyecto es el maíz, acompañado por alfalfa y remolacha forrajera, cultivos que ya empiezan a desplazar a la fruticultura como protagonistas de la zona. El impulso llegó tras la polémica decisión del Gobierno nacional de flexibilizar la barrera sanitaria del Río Colorado, lo que encendió alarmas en la ganadería patagónica pero también reavivó el debate sobre el potencial agrícola de la región.
Un territorio desafiante pero fértil
“Estos son sistemas que hay que entender”, señaló Guillermo Paile, ingeniero agrónomo, productor y miembro de Aapresid en Guardia Mitre. Según explicó, desarrollar un campo allí no es sencillo: primero se requiere un proyecto hidráulico, luego eléctrico y recién después uno agronómico.
El riego aparece como el factor clave. Mientras que los lotes pegados al río pueden inundarse por gravedad con bajo costo energético, en otros casos es necesario invertir en equipos de pivot o goteo, con proyectos que demandan entre 4000 y 6000 dólares por hectárea. “Si se incorpora agua, la zona queda muy competitiva frente a la Pampa Húmeda”, aseguró Paile.
La vegetación de monte y la ganadería extensiva marcan la dinámica actual. Muchos productores crían hacienda en campos alejados del río, con vacas Hereford que se internan en el monte y solo se arrean una o dos veces al año. La incorporación del riego y cultivos forrajeros empieza a transformar este esquema, revalorizando la tierra y elevando su productividad.
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Ensayos y potencial del maíz
Maizar trabaja con Río Negro, Chubut, Neuquén y Mendoza en la conformación de un clúster que canalice inversiones y conocimientos. El área bajo análisis supera 1,5 millones de hectáreas, con un modelo rotativo que incluye maíz, alfalfa, remolacha y cebolla.
“El potencial es enorme. Agroecológicamente, la zona es similar al Corn Belt de Estados Unidos, con alta radiación solar y gran amplitud térmica. Podemos hablar de rindes de 15 toneladas por hectárea”, afirmó Federico Zerboni, presidente de Maizar.
Los primeros ensayos forrajeros ya arrojaron volúmenes muy superiores a los de otras regiones. No obstante, el desafío está en adaptar los híbridos al ambiente local y acortar sus ciclos, dado que provienen de Europa y Estados Unidos.
Agua, energía e inversiones
El caudal del río Negro ofrece agua suficiente, pero la infraestructura energética es aún un cuello de botella. Río Negro impulsa desde hace años proyectos para ampliar la electrificación rural y favorecer el riego presurizado, aunque la financiación internacional todavía no llega.
“El suelo aquí no está degradado, al contrario: hablamos de agricultura generativa. En lotes que rendían apenas 10 kilos de carne por hectárea hoy logramos más de 900, y con remolacha forrajera algunos productores alcanzaron los 2000”, destacó Lucio Reinoso, secretario de Agricultura provincial.
Barrera sanitaria y financiamiento
La decisión del Gobierno de flexibilizar la barrera sanitaria generó incertidumbre entre los productores, frenando algunas inversiones. A eso se sumó la suba de tasas de interés, que hoy superan el 60 % para el agro.
Aun así, referentes como Paile aseguran que el negocio sigue siendo atractivo: “Con la incorporación de riego, estos campos pueden alcanzar niveles de productividad similares a la Pampa Húmeda, pero a un costo más bajo. El desafío es que se necesitan empresas con espalda para invertir”.