Retenciones al agro: ¿primer paso hacia un cambio estructural o un simple alivio fiscal?

Retenciones al agro: ¿primer paso hacia un cambio estructural o un simple alivio fiscal?

La reciente baja en los derechos de exportación al campo volvió a encender el debate: ¿estamos ante el inicio de un nuevo paradigma económico o se trata apenas de un gesto limitado dentro de un esquema aún restrictivo?

En una columna publicada en El Cronista, Germán Fermo —director de la Maestría en Finanzas de la Universidad de San Andrés— propone una mirada provocadora y lúcida sobre el trasfondo político y económico del anuncio.

Según Fermo, no es tanto la medida en sí lo que llama la atención, sino el mensaje que la rodea: la disciplina fiscal no se negocia, ni siquiera en año electoral. Para el Gobierno, no hay lugar para atajos populistas ni concesiones por fuera del margen que permite el Excel. Y eso, en la Argentina, ya es toda una novedad.


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En este contexto, el campo vuelve a ser protagonista. No solo como generador de dólares, sino como símbolo de esfuerzo. “Es como ese amigo que pone la casa, compra la carne y encima lava los platos”, grafica Fermo. Por eso, aunque la rebaja en las retenciones sea valorada, sigue pareciendo insuficiente para un sector que pide reglas claras y sostenidas.

Aun así, hay signos alentadores. La macroeconomía, aunque lejos de ser perfecta, muestra señales de orden: la brecha cambiaria se achica, el cepo comienza a ser historia, la inflación desacelera y el superávit fiscal se convierte en un objetivo irrenunciable. Si este rumbo se mantiene, afirma Fermo, podríamos empezar a soñar con un país sin retenciones, sin riesgo país y con acceso real al financiamiento global.

Pero el camino es largo y requiere temple. La eliminación total de las retenciones no será inmediata, porque los números fiscales aún no cierran. Compararlo con pedirle a un recién operado que corra una maratón no es exagerado: primero hay que estabilizar al paciente. Mientras tanto, el agro debe seguir resistiendo, como ha hecho siempre.

Y aquí entra Vaca Muerta como aliado estratégico: su capacidad para generar divisas puede ser la llave que habilite a futuro una baja estructural de la presión impositiva sobre el campo.

La gran pregunta es si la sociedad y el sistema político están dispuestos a sostener este rumbo. Porque si el voto vuelve a caer en la trampa del cortoplacismo, todo este esfuerzo puede terminar en otro intento frustrado.

“Podés ver el vaso medio lleno o medio vacío”, cierra Fermo. “Pero esta vez, por lo menos, hay vaso. Y eso, en Argentina, ya es bastante.”

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