La lechuga cisne, desarrollada por investigadores del Instituto de Agrobiotecnología y Biología Molecular del INTA, es una variedad de lechuga crespa que ha demostrado un incremento notable en su peso. Este desarrollo impacta directamente en la productividad y la rentabilidad del sector hortícola, ofreciendo una alternativa más eficiente para los productores.
Lo que hace única a la lechuga cisne es su aumento en la cantidad de hojas y floración retrasada, lo que contribuye a un peso mayor de las plantas. Además, esta característica permite extender la época de comercialización, que es un factor crucial para los horticultores. “Logramos apagar un gen que interviene en el desarrollo de la planta y evaluamos numerosos ejemplares hasta encontrar las características ideales: plantas más grandes y con floración retrasada”, explicó Valeria Beracochea, investigadora del IABIMO del INTA.
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Este desarrollo no solo ofrece beneficios económicos significativos, sino que también se adapta a diferentes sistemas de producción, ya sean a campo, en invernadero, en agricultura orgánica o en sistemas hidropónicos. Gabriela Soto, directora del laboratorio de Ingeniería Genética de Leguminosas del IGFA-IABIMO, indicó que este avance tecnológico permite mejorar otras especies vegetales, lo cual abre nuevas oportunidades para la innovación agrícola.
La lechuga cisne y sus descendientes han sido evaluadas durante tres generaciones en invernadero y en sistemas hidropónicos, mostrando siempre las mismas características mejoradas. Actualmente, se están realizando ensayos a campo con la quinta generación de estas plantas para analizar su productividad y resistencia frente a variaciones climáticas y patógenos. Con los resultados obtenidos, se podrá inscribir esta nueva variedad en el Instituto Nacional de Semillas (INASE) para avanzar hacia su comercialización, ofreciendo así una herramienta valiosa para los productores hortícolas.
