El control de plagas y malezas en tiempos del cuidado del ambiente

¿Cómo controlar insectos, enfermedades y malezas resistentes en producciones ambientalmente sustentables? Una ley para las buenas prácticas agrícolas.

Los bichos, enfermedades y yuyos que afectan a los cultivos no pueden ser atacados hoy simplemente con aplicaciones de agroquímicos. En A Todo Trigo, el congreso que desde hace 20 años realiza la Federación de Acopiadores, se hicieron recomendaciones de manejo sustentable y se presentaron los programas para medir el riesgo de uso y la ley de buenas prácticas agrícolas.

En el encuentro que hoy culmina en Mar del Plata, la cuestión la abrió la ingeniera agrónoma Patricia Gómez del INTA Bordenave, quien propuso que el control integrado de plagas en cultivos invernales debe apuntar a “maximizar rindes minimizando la incidencia de los insectos”, de los cuales describió 46 especies que son plagas para el cultivo de trigo, más 4 especies de ácaros, 3 de bacterias y 3 de moluscos.

“El manejo integrado implica conocer las plagas, su ciclo biológico, tomar acciones de control natural (asociados el monitoreo, los factores climáticos) y finalmente el manejo químico”. En el caso del trigo citó como “principales protagonistas” a los gusanos del suelo (el gusano blanco principalmente) que afecta el inicio del cultivo; el complejo de pulgones en distintos estadios fenológicos (pero con incidencia desde los 15 días); también las desfoliadoras, como las isocas, que atacan a la espiga, y las chinches en encañazón. Otra especie es el gorgojo (“ocasional con las sequías”) que ataca en macollaje.

Para favorecer el control, la ingeniera del INTA destacó la importancia de los muestreos y el monitoreo a través de la herramienta del paño vertical. “Permite anticiparse no sólo a las isocas, también a las orugas y puede dar información sobre pulgones”. Gómez recomendó usar las redes de información de alertas tanto nacionales como regionales y locales “porque cada región agroecológica de trigo puede presentar una plaga protagonista”.


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Sobre las enfermedades que están afectando a los cultivos de invierno en las últimas campañas disertó la ingeniera agrónoma de la Unnoba, Cristina Palacio, quien destacó a las royas (amarilla -principal- anaranjada y del tallo) como las “vedettes” en el trigo. “Aparecen si dejamos el lote sin tratar”, anunció. Con menos incidencia citó al carbón volador y la fusariosis de la espiga. En el caso de la cebada, las enfermedades más comunes son mancha en red y escaldadura, y mancha borrosa en Santa Fe.

El control pasa fundamentalmente por la sanidad de la semilla. “Arrancar con una semilla sana es clave”, sentenció” Palacio. Otra recomendación importante para la prevención de la roya es “diversificar” las variedades de semillas para evitar que la enfermedad “mute y genere resistencia”. Por último, propuso “sembrar antes”, hacer planteos de siembras tempranas. “Los tardíos tienen más problemas”. En tanto que recomendó tener “cuidado” con las aplicaciones para no generar resistencias.  

Marcos Yanniccari encaró el problema de las malezas que se volvieron resistentes al glifosato y otros herbicidas. “Si bien los herbicidas siguen siendo el principal método de control químico de malezas, tenemos que ir combinándolo con otras estrategias”, propuso el investigador del Conicet. 

Las estrategias que citó fueron la modificación de la densidad de siembra, emplear cultivos más vigorosos, realizar una fertilización temprana (así el nutriente va a la planta, si se hace tarde es mejor aprovechado por la maleza) y la orientación de la siembra: “se recomienda la siembra este-oeste, así el sol del mediodía ilumina el cultivo, sombrea al entre surco e inhibe la emergencia de la maleza”.

Yanniccari aseguró que los herbicidas preemergentes son eficientes en “ciertas condiciones” (deben incorporarse al suelo para frenar la germinación de la maleza). Cuando la maleza ya está establecida, se necesitan los posemergentes.

Diego Ferraro de Fauba y Conicet, habló de “Modelos de riesgo de uso de agroquímicos”. “Estamos acostumbrados a usar la información del marbete, pero eso es un parámetro del producto que no dice nada del contexto en que se usa”. Ferraro propuso el uso del programa Proripest “que une la ‘peligrosidad’ inherente del producto con condiciones de sitio, de clima y de manejo”. Esos datos están online en la web y permite al productor comparar una serie de productos por su eficiencia y riesgo ambiental. “Antes tenían la eficiencia económica y al precio como medidores de importancia. Ahora tienen uno más y pueden evaluar si pagar o no 20% más por un producto más inocuo pero que controla igual”.

El Proripest “mide el riesgo global, contempla la cuestión ambiental y hace una evaluación de las alternativas de manejo agrícola, puede dar una prescripción de aplicación, de dosis, del tamaño de gota, etcétera”. 

El panel lo cerró la economista Nieves Pascuzzi de la Red de Buenas Prácticas Agrícolas un espacio en el que confluyen 80 instituciones y que logró consensuar un proyecto de ley “con presupuestos mínimos” sobre el uso de agroquímicos y fertilizantes que logró estado parlamentario y que podrá ser debatido en el Congreso.

“El sector tiene el desafío de producir de manera sostenible en un contexto complejo, aunando las demandas de los consumidores con las buenas prácticas agrícolas”, contemplando todo el proceso de aplicación, definiendo zonas prohibidas y zonas de amortiguación. También las obligaciones del productor y de las plantas de acopio. 

El proyecto de ley buscó “la armonía” entre la comunidad productiva y la heterogeneidad de normas provinciales, municipales y las resoluciones judiciales”, definió Pascuzzi.

Fuente: A Todo Trigo

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