La foto sigue fuera de foco. El exceso de vacas enviadas a faena (un 20% más entre enero y abril respecto al 2022), la baja capacidad de pago del consumidor argentino promedio en mostrador y la falta de pasto que obliga a desprenderse de terneros son un combo complicado. Sumado a una demanda china que ha aflojado y una industria frigorífica en Brasil con un stock almacenado de carne sin vender que ya volcará al mercado, y a un precio menor al de Argentina. Todo este escenario va al precio del kilo que puede recibir el ganadero. Con un novillo que se mueve entre 500 y 520 $/kilo vivo, un ternero entre 480 y 500 $/kilo, una vaca preñada que según edad y estado fluctúa entre los $120.000 y los $170.000, vacas manufactura de estado medio entre 130 y 140$/kilo en feria (aunque con destino a China en valores bastante más altos). Además son precios estancados hace unos meses a los cuales la inflación erosiona mes a mes. Los planteos de cría, que son a base pasto, sin terminar de salir de la sequía y teniendo que vender a precios poco atractivos si no pueden sostener una recría. Apretando los dientes para no descapitalizarse ante una expectativa, real o no, de una mejora de los valores dentro de tres o cuatro meses. El feedlot con números que cierran bien, con corrales llenos, y dispuestos a volcar toda esa oferta al mercado entre agosto y octubre (en pleno período electoral). Se han hecho pocas reservas para el invierno respecto a otros años (rollos, silo) y ya se empieza a notar gran actividad en las empresas proveedoras de alimento balanceado. Cuesta encontrar buenas noticias en el corto plazo para el negocio ganadero. Se sabe que la ganadería se mueve por ciclos y que esto ya ha pasado antes y que se va a revertir. Sostener la exportación es clave para la recuperación, pero también es relevante que no haya una caída del stock de vientres (hoy el 50% de lo faenado son hembras) porque dificultará la recuperación del negocio. En términos edilicios, estamos en una obra en construcción, pero en la fase inicial donde se rompe más que lo que se construye y donde cuesta imaginar lo que vendrá. Pero que quede claro, la ganadería tiene elementos intactos para recuperar rentabilidad. Aunque ahora cueste verlos.
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El precio de la leche Siglea en abril fue de 89,36 $/litro (1224 $/kilo de sólido), lo que representa un aumento del 6,5% respecto al mes anterior y un 107% comparado con un año atrás. Es una pelea que parece pareja respecto a la inflación, pero que esconde que ha habido costos de producción que han subido bastante más. En particular lo relacionado con la alimentación “interna” como es la producción de pasto o reservas (silo, rollos), que por su menor productividad por la sequía generaron un costo por kilo de materia seca más alto de lo habitual. Y los costos “externos” también tuvieron subas relevantes, como los balanceados, núcleos y subproductos en general. El precio reflejado en dólares oficiales es de 0,39 u$s/litro, un valor extremadamente alto pero con bajo poder adquisitivo, reflejando el atraso cambiario y el dólar artificial. La brecha cambiaria y los derechos de exportación, que en general no parecen aplicarse a la lechería, están haciendo mucho daño. Y se suma el dólar soja en su tercera versión en mayo, otro plus de costo generado por la hambruna de dólares del Banco Central. Reglas cambiantes para una actividad como esta son siempre malas noticias. Sin olvidar el alto costo financiero de tomar créditos para financiar el negocio, aunque existan algunas ventanas de subsidio de tasa en algunos bancos. La producción de leche en el primer trimestre del año muestra un estancamiento ya que es similar al de 2022, con un consumo interno que repuntó levemente pero con la mala nueva que la exportación se redujo en un 10% aproximadamente, sosteniendo sólo Brasil un aumento en sus compras a nuestro país. A nivel internacional, el precio de la leche en polvo no es malo pero está estacionado en los 3200 u$s/tonelada y sin moverse hace un tiempo. La demanda mundial sigue firme más allá de los habituales ciclos, lo cual genera la expectativa para que en un entorno de país más competitivo, nuestra lechería pueda mantener una exportación de sus distintos productos por encima del 30% de lo que produce anualmente. A nivel industria interna surgen dos casos que envían señales en sentido contrario. El primero es el de la empresa Lácteo Vidal, situada en Carlos Casares, que el año pasado fue bloqueada por el gremio Atilra y ahora un juez le ha dicho que debe reintegrar al trabajo a las personas que casi la obligan a cerrar. Mala señal para futuros inversores. Y el segundo es que hay una expectativa en marcha para el rescate de Sancor (luego de su venta parcial de activos a Adecoagro) a partir de un involucramiento del BICE, buscando conseguir fondos frescos y a largo plazo que le permitan recuperar competitividad. Imágenes dispersas de una actividad que pelea por seguir siendo relevante.
Fuente: Zorraquín & Meneses