La victoria de Luiz Ignacio Lula Da Silva en Brasil tuvo un inmediato impacto en la política argentina: ilusionó al kirchnerismo con una “resurrección” al estilo del líder del PT brasileño y generó una discordia inesperada en la coalición de Juntos por el Cambio (JxC), que no pudo definir un comunicado de unidad entre las cuatro fuerzas que lo componen ante al resultado del balotaje en el país vecino.
Las consecuencias para la Argentina de la elección presidencial brasileña se dividen entre lo político-partidario y lo relacionado a la relación diplomática, comercial e institucional con el gigante sudamericano y principal socio comercial de país.
Según analistas consultados por Infobae, el regreso del ex sindicalista metalúrgico paulista al Palacio del Planalto, en Brasilia, tendrá un efecto positivo para el vínculo bilateral -que estuvo reducido al mínimo por diferencias ideológicas, durante el gobierno del actual presidente, Jair Bolsonaro-, para encarar de manera conjunta desafíos regionales e, incluso, aspirar a algún auxilio financiero en caso de inestabilidad para encarar el 2023, año electoral argentino.
Sin embargo, lo político-partidario salpica cualquier interpretación sobre las consecuencias para la Argentina del regreso de Lula al poder y la derrota presidencial de una derecha vigorizada por el liderazgo de Bolsonaro, que sigue en silencio y sin reconocer el resultado.
La gorrita. El paso de comedia de Lula poniéndose una gorrita con la inscripción “CFK 2023″ -similar a la que usó la vicepresidente el 26 de agosto último- fue muestra de una ilusión que cruzó al kirchnerismo apenas se conoció su victoria por menos de 2% ante Bolsonaro. Se trata de un triunfo que dejó al Brasil partido en dos, en un virtual empate político, que exigirá de negociación, acuerdos y diálogo para iniciar el nuevo gobierno del Partido de los Trabajadores (PT).
Tras confirmarse el resultado, durante su discurso leído ante sus seguidores, Lula se ocupó de poner el foco en su intención de reunificar el país, envió mensajes hacia los sectores de derecha -incluso los gobernadores derechistas que controlarán estados claves y populosos, como San Pablo, Mina Gerais y Río de Janeiro- y hasta elogió a la prensa independiente, por cómo abordó una elección muy polarizada y con peligros de desbordes de violencia callejera.
Así como el kirchnerismo se ilusionó con repetir esa victoria sobre la derecha en Argentina, en el seno de la oposición hubo tensión y diferencias sobre cómo reaccionar ante la derrota de Bolsonaro.
Sin comunicado. En JxC, la Unión Cívica Radical (UCR) y la Coalición Cívica (CC) habían consensuado junto al PRO difundir un comunicado oficial conjunto de JxC para felicitar al pueblo brasileño y destacar la victoria de Lula, pero Miguel Ángel Pichetto decidió no sumarse y subió la tensión en la ya de por sí complicada interna opositora.
El rechazo del auditor General de la Nación y líder de Encuentro Republicano Federal, una de las fuerzas que integran JxC derivó en que tampoco la presidenta del PRO, Patricia Bullrich, avalara el comunicado conjunto. Mientras esas discusiones ocurrían en los chats internos, la oposición quedó otra vez expuesta en sus diferencias.
Mientras el radicalismo -de Gerardo Morales a Martín Lousteau-; la Coalición Cívica de Elisa Carrió, que preside Maximiliano Ferraro; y dirigentes de peso del PRO -como el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta- expresaban el reconocimiento por la victoria, la idea difundir el domingo el comunicado conjunto terminó desactivada.
Sólo hubo un tuit desde la cuenta personal del ex presidente Mauricio Macri -Bullrich y el PRO hasta última hora de ayer se habían mantenido en silencio- en el que expresó: “Quiero felicitar al pueblo brasileño por esta jornada democrática y a @LulaOficial por ser electo presidente de Brasil. Espero que sigamos trabajando para afianzar el vínculo entre nuestros países”.
¿Victoria propia? Sucede que también asoma una divergencia de estrategia. Bolsonaro, al igual que le ocurrió a Donald Trump cuando perdió su reelección, apostaron a polarizar sus sociedades y armaron fórmulas y campañas con posiciones extremas, sin grises.
En estas playas, en el larretismo -que salió primero a felicitar a Lula Da Silva- en cambio sostuvieron que “los extremos no son buenos para el país y tampoco para ganar elecciones”, con lo cual interpretaron la victoria de Lula como propia.
En tanto, en San Pablo, la misionera Cristina Britez, una diputada nacional quien integró la numerosa delegación argentina que acompañó a Lula, fue la encargada de entregarle a Lula la gorrita con el logo CFK 2023, que ya se había conocido cuando la propia Cristina Kirchner se puso una similar y posó para los militantes, el 26 de agosto. Ocurrió frente su casa de Juncal y Uruguay, en el porteño barrio de Recoleta, cuando aún Fernando Sabag Montiel (su agresor con una pistola, el 1° de septiembre), Brenda Uliarte y el resto de la banda vendían copitos de azúcar.
El operativo “Cristina 2023” sintetiza de manera explícita la ilusión de sectores cercanos a CFK que se expresaban “sotto voce”. El reflejo emocional y político era para los militantes K -algunos de La Cámpora, pero no sólo ellos- comparar el derrotero de Lula Da Silva con el de la vicepresidente. Con la distorsión que provoca la pasión, la fe y a veces el amor, interpretan que ambos líderes son víctimas y sobrevivientes del denominado “lawfare”, moderna expresión del derecho penal del enemigo, y que fueron perseguidos, creen, por enfrentar al “poder” en beneficio de grandes mayorías.
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Resurrección. “Considero que tuve un proceso de resurrección en la política brasileña. Intentaron enterrarme vivo y ahora estoy aquí para gobernar el país”, dijo Lula durante su discurso tras ganar el balotaje. Pero Lula no es el mismo que hace 12 años, ni Brasil es igual al que gobernó hasta el 31 de diciembre de 2010.
En el kirchnerismo observan que el electorado brasileño, sobre todo los más desposeídos, los pobres y afrodescendientes, votó a Lula, entre otros motivos, por la memoria emotiva de 8 años de crecimiento, en los que salieron de la pobreza y pudieron desayunar, almorzar, cenar y tener un trabajo.
La discusión que surge en Argentina es si los sectores sumergidos del país podrán, en 2023, considerar que el actual no fue el gobierno que alumbró, por un tuit, Cristina Kirchner, convirtiendo a Alberto Fernández en presidente.
Ajena a los movimientos de Alberto Fernández, la vicepresidenta se comunicó con Lula Da Silva, según informó Infobae. De hecho, en el video en el que se lo ve a Lula ponerse la famosa gorrita, a su lado está el ministro del Interior y referente de La Cámpora, Eduardo “Wado” De Pedro; el secretario de Derechos Humanos, Horacio Pietragalla, y la diputada Britez, entre otros dirigentes kircneristas.
En tanto, el embajador argentino Daniel Scioli, rápido de reflejos, fue al bunker donde Lula recibió la noticia de su triunfo. Le acercó a la oreja el teléfono para que Alberto Fernández pudiera, en directo, felicitarlo. Según contó, habló segundos después de Joe Biden. En esa conversación, el presidente argentino le informó a Lula que tenía previsto viajar para abrazarlo y tener su propia foto. A Alberto Fernández lo acompañó ayer una comitiva mínima, donde sólo se destacan el canciller, Santiago Cafiero, y el secretario general de la Presidencia, Julio Vitobello.
Interpretaciones. El consultor y analista político Daniel Ivoskus inscribió la victoria de Lula en una nueva derrota de los oficialismos en la región, más que un avance de la izquierda en América Latina. Las expresiones del progresismo no sólo volvieron a Brasil y antes a la Argentina, sino que conquistaron 2 “colinas” simbólicas que en las primeras dos décadas del milenio eran conducidas por expresiones de centroderecha: Chile, con Gabriel Boric, y Colombia, con Gustavo Petro.
En tanto, el reconocido politólogo Andrés Malamud, coincide con la de Ivoskus. “La izquierda ganó 6 de las últimas 11 elecciones presidenciales en Sudamérica. La oposición, 10 de 11. Más que la ideología, manda el hartazgo”, publicó en Twitter.
Esta interpretación, tiene, por ejemplo, una prueba del ácido: el propio Boric -que llegó a la primera magistratura ganándole a la derecha desde la lucha estudiantil y de la izquierda dura- cuando se sometió, siendo ya gobierno, al test electoral por la reforma constitucional, perdió con contundencia.
Para Ivoskus, el resultado de las elecciones de Brasil es la confirmación de que se consolidan las sociedades fracturadas, bajo un modelo que en Argentina se conoce con el concepto de “la grieta”. En el caso de Argentina, consideró que el resultado de la elección de Brasil es “una buena noticia, principalmente para la economía”, que podría ser capitalizada por Sergio Massa, para definir acuerdos vinculados a la cuestión financiera y que Brasil pueda actuar como un aliado para enfrentar turbulencias financieras.
Limitaciones. No obstante, Lula enfrentará una gestión con más limitaciones políticas debido, entre otras cosas, a que cuenta con un Congreso con amplias facultades para bloquear la acción de gobierno con mayorías alineadas al discurso de Bolsonaro.
Igualmente, Ivoskus, aclaró que el resultado de Brasil tiene “un capítulo más en la narrativa vinculada a los militantes, más que una traducción electoral. Pasa una semana, un mes y el efecto es totalmente nulo”, explicó y advirtió que una exacerbación de los festejos puede provocar malestar.
En tanto, otra mirada que ofreció una destacada consultora que brinda asesoramiento a dirigentes de ambos lados de la grieta, tiene que ver con una realidad desconocida: la imposibilidad de definir segmentos sociales para analizar la opinión pública y, sobre todo, predecir con algún nivel de eficacia escenarios electorales. “No se puede agrupar por clase social, pertenencia, nivel socioeconómico, ingresos. En Brasil tenés favelas donde un vecino vota a Bolsonaro y el que vive al lado, a Lula”, explica.
Fracturas. Ese escenario de fractura en la política argentina quedó en evidencia con la victoria de Lula por sobre Bolsonaro. Primero por la competencia -con o sin intención- por capitalizar de manera más genuina el triunfo del PT entre el cristinismo y el albertismo, y por las tensiones que entre los socios de JxC y el apoyo abierto que Milei mantuvo hacia Bolsonaro, pese a la derrota.
El líder libertario, sin mencionar al presidente electo publicó en Twitter: “Mi felicitación y respeto para @jairbolsonaro que hizo lo que debía hacer sin temor a los costos políticos; hizo grandes reformas y deja un mejor país que el que recibió”.
En cambio, en JxC, la tensión se produjo porque ni Patricia Bullrich ni Pichetto, que son presidentes respectivamente del PRO y de Encuentro Republicano Federal, firmaron el comunicado que estuvo por publicar Juntos por el Cambio. No es la primera vez que la oposición tiene una diferencia de criterios profunda: semanas atrás, la discusión se dio sobre la condena a las violaciones a los derechos humanos de China. Allí también la grieta goza de buena salud.