Al querer refutar el alegato del fiscal Luciani, CFK involucró a Néstor Kirchner

Durante una transmisión televisiva realizada por YouTube, desde su despacho en el Senado de la Nación, la ex jefa de Estado y actual vicepresidente, visiblemente descolocada por las acusaciones del fiscal Diego Luciani le recriminó a su fallecido esposo y ex presidente, Néstor Kirchner, haber recibido durante años, en la quinta de Olivos, a Héctor Magnetto, “el dueño de Clarín y de Telefónica”, dijo equivocadamente al querer referirse a la empresa Telecom, que sí pertenece al grupo Clarín, y le imputó haber acordado con él, a escondidas, la fusión de los operadores de televisión por cable Cablevisión y Multicanal, “un negocio más grande que todas las licitaciones de obras públicas”.

La autodefensa mediática de Cristina, que contó con una gruesa columna de fieles seguidores, que se agolpó en la puerta de ingreso al Senado, sobre la calle Hipólito Yrigoyen al 1.800, duró alrededor de una hora y media. Cuando empezó a hablar, el dólar libre cotizaba a $292, y cuando terminó su alocución y salió al balcón de su despacho a despedir a quienes le hacían el “aguante” en la calle, la divisa estadounidense había trepado en las cuevas a $296.


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¿Ella o él? Desde hace meses, simpatizantes cristinistas argumentan que CFK se estaba “comiendo el garrón” de Lázaro Báez, un invento de Néstor. “El verdadero jefe de eso que llaman asociación ilícita era Néstor, cosa que ella, obviamente, no puede decir”, afirmaban.

Por otra parte, se entiende el odio que, en su larga perorata desde el Senado, CFK destiló contra el fiscal Diego Luciani, quien encabezó el alegato en su contra: ella impulsó su designación como fiscal, en 2013, y Gils Carbó, entonces procuradora y militante de Justicia Legítima, lo llevó a los tribunales federales de Comodoro Py.

De los argumentos en su contra que durante 9 días expusieron Luciani y Sergio Mola para acusarla de jefa de una asociación ilícita e inhabilitarla a perpetuidad para ejercer cargos públicos se deberá ocuparse su abogado defensor, Carlos Beraldi.

Tendrá que explicar cómo hizo Lázaro Báez, aquel bancario que vivía en un sencillo chalet de Río Gallegos, para comprarse, mientras fue el constructor beneficiado por los Kirchner, 1.400 inmuebles: departamentos, casas, quintas, chacras y estancias. En realidad tendrá que convencer al tribunal que no era testaferro sino más bien un testarudo, ya que quedó claro que creía que nadie se iba a dar cuenta de su participación en la ilícita asociación.

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