En el mes de septiembre el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA, por sus siglas en inglés) publicó un muy interesante informe intitulado Brazil’s Agricultural Competitiveness: Recent Growth and Future Impacts under Currency Depreciation and Changing Macroeconomic Conditions, donde indaga sobre el impacto que ha tenido en la competitividad del agro brasileño a la hora de proveer alimentos al mundo (en ciertos casos, a expensas del abastecimiento estadounidense) las fluctuaciones del real respecto del dólar y el crecimiento económico de nuestro vecino país.
En particular, el informe destaca los largos períodos de depreciación cambiaria del real y el crecimiento de la economía mundial previo a la pandemia como factores fundamentales para explicar el enorme crecimiento de las exportaciones brasileras. Entre los factores secundarios de este crecimiento, ponderaron los bajos costos energéticos, altas tasas de interés, incrementos de la demanda de materias primas para biocombustibles y cambios en las condiciones macroeconómicas. Se muestra asimismo un ascendente peso de Brasil como competidor de los Estados Unidos en los mercados globales agrícolas.
En efecto, las múltiples devaluaciones del real han estimulado un crecimiento record en las exportaciones agrícolas brasileñas. Los altos precios domésticos funcionaron como un incentivo para la incorporación de más tierras para la producción agrícola y un uso más intensivo de las que ya se encuentran en explotación.
Aún a pesar de la recesión brasileña de los años 2014-2016, el sector agrícola recibió y continúa recibiendo crecientes inversiones extranjeras. Mejoras en el manejo de las cosechas y en el paquete tecnológico aplicado contribuyeron a mejorar la productividad, permitiendo que, a pesar del bajo crédito disponible y los altos costos de los fertilizantes, la producción del agro en Brasil continúe evidenciando una tendencia creciente a largo plazo.
Este dinamismo reciente se enmarca en un proceso sostenido de crecimiento de la producción agrícola, a un ritmo promedio del 3,4% en las últimas dos décadas, en tanto que se proyecta un incremento aún mayor hasta 2028 si se profundiza la política cambiaria de un real muy competitivo respecto del dólar estadounidense, según la visión del USDA. Así, se plantea que bajo el escenario de un real relativamente depreciado con respecto al dólar la producción de trigo crezca a una tasa del 4,8% anual, la soja un 3,1% y el maíz un 5% anual hasta 2028. Con este panorama, Brasil afianzaría notablemente su perfil exportador agrícola.
De continuar estas tendencias positivas para la economía brasilera, se estima en el largo plazo una caída de los precios internacionales de estos commodities, lo que podría impactar negativamente al resto de los países abastecedores de materias primas.
Por otro lado, el estudio también analiza un escenario de crecimiento sostenido para la economía brasilera, pero sin la competitividad cambiaria planteada en la estimación inicial. En esta situación proyectada, Brasil sufriría reducciones en sus exportaciones, principalmente de carnes y maíz, ya que la mejora en el ingreso de su población apuntalaría la demanda interna de este tipo de bienes, ajustando el saldo exportable. Además, sin incentivos de precios, la producción aumentaría en menor medida que en el escenario devaluatorio, siendo un escenario relativamente más favorable para otros proveedores globales alternativos.
¿Cómo se ha convertido Brasil en uno de los principales proveedores globales de alimentos?
Vale destacar que el protagonismo que ha cobrado Brasil como abastecedor de alimentos al mundo en las últimas dos décadas no tiene prácticamente precedente. Hace 20 años nuestro vecino país no figuraba siquiera en la lista de países exportadores de productos como maíz, azúcar, carne porcina o aviar y hoy se encuentra entre los principales abastecedores de estos productos al mundo. El gráfico que sigue muestra la evolución de las exportaciones agrícolas brasileñas de los últimos 60 años y, si bien queda claro que cada cultivo muestra comportamientos diferentes, la cantidad exportada de productos primarios ha aumentado cerca de un 300%.
Uno de los segmentos más dinámicos en este proceso es la exportación de poroto de soja, que pasó de casi 9 Mt en la campaña 1998/99 a más de 90 Mt en la campaña 2019/20. El crecimiento de cada cultivo impacta de distintas maneras en función de la producción a nivel global, afectando la participación de las exportaciones brasileras en las exportaciones totales.
De esta manera, se observa una oscilante participación global en el mercado del café para Brasil, con un 29% para la campaña 2019/20 y una tendencia que parece estar relativamente estable para los últimos 40 años. Asimismo, se ve un proceso de fuerte crecimiento desde principios de la década del 90’ para las exportaciones azucareras, que hoy ostentan el 35% de las exportaciones mundiales, mientras que en la campaña 1992/93 representaban sólo el 5%.
Por otro lado, el maíz finaliza la última campaña ostentando el 20% de las exportaciones globales que, si bien es la menor proporción de las analizadas, no debe dejarse de lado que hace 20 años en Brasil ni siquiera se exportaba maíz. El informe del USDA hace particular hincapié justamente en este cultivo como uno de los que demuestra mayor potencialidad para las exportaciones brasileras. Finalmente, el cultivo de mayor volumen exportado es la soja, que muestra una predominancia de exportación de poroto, muy por encima de la harina y el aceite (representa el 83% de las cantidades totales exportadas para la campaña 2019/20, frente 1% y 16%, respectivamente).
Resulta asimismo de interés observar la evolución de las exportaciones ganaderas, como modo de agregar valor a la producción agrícola transformando la exportación de proteína vegetal en proteína animal. En los últimos años, se destaca un fuerte crecimiento de la exportación de carne de pollo y en menor medida de cerdo, en tanto que siguen creciendo los despachos de carne vacuna.
En el caso de estas tres producciones pecuarias, se ha dado desde principios de este siglo un fuerte ascenso en su participación en las exportaciones globales. Aunque en los últimos años han experimentado algunas pérdidas, se mantiene un núcleo de participación que puede crecer en los próximos años para estas producciones. La proyección exportadora dependerá entonces del crecimiento económico brasileño y de la valuación del real frente al dólar. Una moneda local menos competitiva traería aparejado una mejora en el poder adquisitivo interno que incrementaría la demanda local de carnes rojas (vacuna y porcina), limitando así su saldo exportable.
Mientras que hace 20 años no se exportaba pollo y hace 30 años no se exportaba carne porcina en Brasil, hoy este país representa el 32% y 9% de las exportaciones globales de estos productos, respectivamente. No es menor la exportación de la carne vacuna, del orden del 21%.
En este contexto de fuerte crecimiento de la producción y las exportaciones brasileñas, China ha emergido como el mercado en ascenso para la colocación de este tipo de productos, fundamentalmente soja, algodón, azúcar, café, carnes, entre otros. Con el incremento de los aranceles por parte de China a los productos provenientes de Estados Unidos en 2018, ha sido el mercado de destino que más ha crecido para las exportaciones brasileras. Mientras tanto, hay menos comercio con los bloques tradicionales, como la Unión Europea y el Mercosur, además de los Estados Unidos.
Al cierre del informe el USDA advierte que debe considerarse como factor central de incertidumbre adicional la extensión de las cuarentenas a nivel global y las recientes turbulencias financieras como elementos que podrían reducir la demanda mundial, debilitando la política exportadora brasilera. Más allá de ello, queda claro que el rol de Brasil como abastecedor mundial de alimentos ha cobrado un protagonismo sin precedentes de un tiempo a esta parte y, bajo las condiciones adecuadas, esta tendencia podría acentuarse en la próxima década.
Fuente: Guido D’Angelo – Emilce Terré BCR
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