En soja los resultados todavía se hacen esperar. Aun ajustando riego, nutrición y arreglo espacial, no han logrado superar los 4000-4500 kg/ha.
Para el equipo técnico de la Charca, este techo está impuesto por la falta de genética adaptada. Por eso trabajan junto con EEA INTA Valle inferior en ensayos con variedades experimentales no OGM traidas de EEUU, cuyos grupos de madurez (GM) van de 0.3 a 3.0. Según Mariano Donofrio de INTA: “la idea es explorar materiales más cortos que los que ofrece hoy el mercado (menores a GM III) que permitan que los estadios críticos – principalmente el llenado de granos – coincidan con ventanas de mejor oferta ambiental”.
La incorporación de leguminosas, como soja y vicia, cumple un rol clave en estos sistemas. Por un lado, permiten rotaciones más sustentables ayudando a bajar los altos volúmenes de rastrojos que dejan los cereales y que – por el clima de la zona – son de degradación lenta. Además son fuente de nitrógeno (N), que junto a su sistema radicular favorecen el desarrollo de suelos poco evolucionados.
En el caso de la soja, su incorporación es además una oportunidad de desarrollo para el territorio, ya que produce proteína vegetal que puede ser transformada localmente para generar valor agregado.
Fuente: Aapresid