En la imagen que ilustra la nota, todo parece normal, aunque no lo sea. Es un campo de la localidad de Bigand, que trabaja la familia Marinucci desde hace 100 años. Hoy trabajan esas tierras, Oscar Marinucci y Sandra, su esposa. Y tal vez todos ya conozcan algo o el todo de esta historia de la Fundación Bigand, y sus formas, que ahora ha tenido un nuevo capítulo, que a medida que pasa el tiempo se transforma en una novela trágica de misterio, miedo e injusticia.
El lunes por la tarde, como se ve en las fotos, la cosechadora entró al lote de los Marinucci para trillar parte de la cosecha de soja, precisamente en un bajo, para evitar que si llovía, después no se pueda trillar.
Pero no fue el mal tiempo lo que impidió que se pueda seguir: fue la policía, quien acompañando a empleados de la Fundación Honorio Bigand, llegaron al lugar y no solo impidieron continuar la cosecha sino que se querían llevar lo que ya estaba en los acoplados. Bueno, casi, si no hubiera sido por la férrea postura de Sandra y Oscar que resistieron sólos, como desde hace muchisimo tiempo, a un avasallamiento más.
Pero todo pudo haber terminado mal. Y no terminó mal por gracia divina, porque si hubiera sido por los policías presentes, tal vez “envalentonados” por alguien o por el solo hecho de portar armas, podría haber sido una tragedia.
Cuando, amparados por una resolución de la Corte Suprema de Justicia de la Provincia de Santa Fe, los Marinucci pudieron frenar el desalojo artero de su chacra, respiraron porque sabían que podrían sembrar y trillar algo por poder seguir viviendo. Así lo hicieron, pero no contaban con las maniobras arteras de quienes quieren no solo la tierra sino también la sangre de las personas.
Los Marinucci empezaron a trillar pero les “cayó” un empleado de la fundación, de Pergamino, que empezó a querer interrumpir la trilla, y cuando Oscar llamó a la policía local de la comisaría de Bigand, pensando que lo iban a ayudar a hacer cumplir la justicia, llegaron acompañados por quien sería el representante legal de la Fundación en la zona y armados con armas largas, pero para amedrentarlos a ellos y no a quienes se interponían para evitar la trilla.
Nada parecía hacer con que los “representantes de la ley” ni los “profesionales de la ley” presentes se conmuevan, y nada era más importante que despojar a los Marinucci de su cosecha. Venían por todo. Tanto es que cuando “aparece” mágicamente una Carta de Porte, ya preparada de antemano aparentemente y un camión para llevarse la preciada carga a nombre de la fundación, y la situación se pone tensa entre quienes defendían lo suyo y quienes venían por un despojo vil, los dos oficiales de policía presentes, que ya habían insultado y amenazado en varias a los Marinucci, realizan 5 disparos, tres (3) al aire, y dos (2) al suelo, entre las piernas de Oscar.
15 centímetros de diferencia y hubiera habido sangre inocente y trabajadora. como dijimos, por gracia divina no fue, pero casi,
Sandra se sube al camión para impedir que los despojen vilmente de algo que por imperio de la ley es suyo, y a Oscar la policía lo detiene de manera absolutamente ilegal ante el estupor y el miedo de quienes estaban en el campo trabajando. Los “representantes de la ley” y los “profesionales de la ley”, contentos con su bravuconada, paralamentaban en la comisaría después mientras, Oscar era interpelado y demorado hasta pasada la medianoche.
Lo raro de todo esto es que tratándose de una decisión de la corte Suprema de Justicia de la Provincia de Santa Fe, ni la Jefatura de la Unidad Regional IV ni la Fiscalía sabían nada de este operativo de “la justicia” en manos de “pistoleros” que se enteraron por los mensajes que desesperadamente la familia Marinucci enviara pidiendo socorro ante tal avasallamiento.
Tarea para investigar en lo sucesivo e inmediato, inclusive por las máximas autoridades provinciales y nacionales, porque hace rato que superamos esto y elegimos vivir en un estado democrático y de justicia, y tener que saber de estas situaciones que nos llevan al lejano oeste parece sacado de una historia de novelas. inclusive habrá que investigar hasta que punto la ética profesional de quienes actuaron en el lugar se condice con los estamentos profesionales de sus funciones y de hacer cumplir la justicia.
Por suerte, no lograron su cometido, pero así como por suerte no hubo que lamentar víctimas ni heridos, porque faltó muy poco, tampoco nadie se importó de la salud de Oscar, diabético e hipertenso, cuando lo llevaron detenido ilegalmente. O tal vez si lo sabían, no? Por suerte también, a pesar que le rompieran su teléfono, Oscar pudo filmar y tomar muchas imágenes y videos de lo sucedido y nadie puede decir que están fabulando.
Y si no, mire el video del momento en que el oficial de Policía, “cansado” de ser “molestado” dispara su arma larga contra la humanidad de dos personas que sólo pretenden trabajar.
Fuente: ahoracasilda.com.ar