Las grandes posibilidades de producción y exportación de este cereal, el trabajo sanitario que realiza el Senasa para que ingrese a nuevos mercados, las espectaculares posibilidades que ofrece su uso forrajero, sobre todo en ganado vacuno, su capacidad como superalimento humano apto además para celíacos y las ventajas de emplearlo para la producción de bioenergía fueron los temas que abordó un panel de expertos de diversas disciplinas en el Congreso Maizar 2019.
Un enorme abanico de posibilidades para este cultivo, el quinto en importancia a nivel mundial, se planteó en el panel Sorgo, un viejo cultivo con nuevas alternativas, moderado por Amanda Fuxman, en el Congreso Maizar 2019.
Martín Delucis, director nacional de Certificación Fitosanitaria del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA), indicó que, en la campaña 2018/19, la Argentina sembró 730.000 ha, con una producción estimada, con el 40% cosechado hasta mediados de mayo, de 2,8 millones de toneladas.
El funcionario indicó que el SENASA está trabajando con las empresas interesadas en exportar sorgo, ya que hoy los principales compradores son Japón (que se lleva cerca del 60% del total), Chile y Colombia, pero existe un mercado potencial importante en la Unión Europea, China, Sudán y Kenia, entre otros países. Delucis recordó el trabajo realizado para la firma del exigente protocolo fitosanitario de exportación a China, que incluye 25 plagas cuarentenarias, tres especies de hongos y un certificado emitido por SENASA, “pero puede cumplirse”. E indicó que se está tratando de acordar una tolerancia para la presencia de semillas de sorgo negro y sorgo de Alepo.
Según Delucis, las empresas deben establecer un plan de gestión de riesgo desde el campo hasta el embarque, para minimizar la probabilidad de aparición de plagas, al mismo tiempo que desde el sector oficial se trabaja en un acuerdo de tolerancias y se amplía el protocolo existente o se firma uno nuevo para incluir el sorgo para consumo humano. “Que se pueda exportar se debe a un trabajo conjunto entre el ámbito público y las empresas”, enfatizó.
Los principales desafíos para el sector son la diversificación de la oferta, el trabajo en material genético, la eficientización del flete interno y marítimo y la llegada a nuevos mercados. “Tenemos 41 posibles países de destino abiertos, de los que solo tres piden requisitos especiales para plagas y otros cinco solicitan tratamiento de fumigación”.
Marcelo de León, responsable del equipo de Forrajes Conservados del INTA Manfredi, se refirió al sorgo ganadero, que se usa en su lugar de producción para transformarlo en carne o en leche, y brinda un margen económico mayor que el de cualquier otro cultivo. Aunque se puede usar en aves o cerdos, las perspectivas mundiales de demanda y precio de la carne vacuna, y la expansión y crecimiento (en territorio e intensificación) de la ganadería en la Argentina y la región refuerzan la importancia de su uso en vacunos.
El funcionario enumeró las ventajas del sorgo, que se posiciona como un cultivo más seguro en regiones con menor aptitud agrícola, por su menor requerimiento hídrico, mayor adaptación al cambio climático y la variabilidad, una ventana de picado más prolongada y también a partir del desarrollo de nuevos híbridos resistentes a herbicidas y sus bajos costos de producción. Tras describir distintos tipos de híbridos, con diferentes rendimientos, De León dijo que “el tambo, el engorde a corral, la recría y terminación, y las vacas de cría y vaquillonas de reposición, son sistemas con necesidades forrajeras distintas, que el sorgo cubre en su totalidad”. Además, “puede actuar como elemento de diversificación y seguridad de otros cultivos, como el maíz”. Y agregó que el INTA está trabajando en indicadores de resultados de la producción y utilización de sorgo, que brindan al productor información valiosa en cuanto a sus procesos y le permiten verificar la magnitud de los niveles de pérdida y cómo corregirlos.
Luis Grutarotti, director del sitio del celíaco Celi&co, se refirió al gran potencial del sorgo para consumo humano. Destacó que está considerado un superalimento, excelente fuente de fibra, vitaminas y minerales, con alto contenido en fitonutrientes y antioxidantes, y de baja densidad calórica, y que además tiene efectos de prevención de enfermedades. Entre los beneficios para el organismo, el sorgo tiene bajo perfil glicídico, fibra insoluble, alta digestibilidad y biodisponibilidad, y un contenido de proteínas similar al del trigo.
Se utiliza en alimentos, bebidas, biofarmacéutica, nutracéutica y cosmética, no sólo como harina directa sino también como espesante, enriquecedor, aditivo, aglutinante y floculante. A nivel mundial, cuenta con un mercado importante y creciente, y se incorpora no solo en la cocina libre de gluten sino también para enriquecer la panificación tradicional de trigo y otros cereales. En definitiva, como alimento “nutrabiofarmacéutico” puede constituir un importante mercado local y externo, aseguró. Y para que no quedaran dudas, los asistentes pudieron probar pan de sorgo, así como snacks de la firma Samurai.
Más allá del uso como alimento humano o animal, el sorgo también tiene un gran potencial de uso para generación de energía, tanto eléctrica como térmica, según explicó Mariela Beljansky, coordinadora de Estrategias Bioenergéticas del Proyecto para la promoción de la energía derivada de biomasa (PROBIOMASA).
De acuerdo con la especialista, la Argentina tienen una matriz primaria muy dependiente de combustibles fósiles, una ley de promoción de energías renovables (Ley 27191) y un compromiso ante las Naciones Unidas para desarrollar una serie de medidas tendientes a mitigar el cambio climático para 2020. Pero “con las políticas actuales no vamos a cumplir los compromisos internacionales, tenemos que ponernos metas más ambiciosas”, dijo.
Así, el impulso a la generación de bioenergía a través del sorgo constituye una oportunidad, ya que se favorece el desarrollo rural y la generación de empleo, se disminuye la dependencia externa del abastecimiento de combustibles fósiles, y se permite darles valor a hectáreas marginales a través de plantaciones, dado que el sorgo tiene muy buena capacidad de adaptación a diferentes suelos y niveles de precipitaciones.
“Con bioenergía podemos reducir emisiones en tres sectores importantísimos: eléctrico, transporte y generación de calor. La electricidad a partir de bioenergía brinda potencia firme, con un combustible renovable. Es necesario desarrollar la cadena de proveedores, contractualizar el mercado para aumentar la certidumbre de los inversores, generar demanda de bioenergía y derivar financiamiento: que el sector agropecuario vea esto como una oportunidad. Tenemos muchísimo potencial para hacer nuestra propia biomasa y valorizar sus productos”, propuso Beljansky.
Fuente: Prensa Maizar