Cambios en los sistemas productivos en el noroeste bonaerense

En los inicios de los años ´80, el enfoque de “Sistemas de Producción” desarrolló herramientas como el “análisis de componentes principales” o “clusters”, con el que los economistas agrarios intentaron caracterizar a los principales sistemas agropecuarios. Pero éstos, se movían más rápido que los análisis. Cuando habían determinado su estructura, sus variables e indicadores, y volvían al campo, ya habían cambiado, estaban desactualizados.

La dinámica de la economía (y su caos a menudo), más los avances tecnológicos obligan a los productores a rápidas adaptaciones si quieren sobrevivir. Y esto no ha cambiado. Utilizando información oficial, procedente de la Secretaría de Agricultura y de SENASA, con datos a nivel de partido, se realizó un análisis de la evolución de las principales actividades en el noroeste de Buenos Aires y de algunas interacciones entre ellas, como primera aproximación a la descripción de sistemas. El uso de valores medios esconde la variabilidad propia entre empresas, producto de diferencias en eficiencia, dotación de recursos, organización. A pesar de eso, es posible identificar algunas relaciones y tendencias.

Agricultura: en la figura I se observa la evolución de la superficie de los 4 principales cultivos en los últimos años. El área total pasó de 1.360.000 has a 2.380.000 has, un 75% más. Y es casi la misma expansión proporcional que la soja. Maíz y cebada crecieron por encima de la media, en tanto trigo y girasol disminuyeron su participación porcentual y absoluta. La superficie agrícola aporta aproximadamente un 40%, 25% y 20% de la producción provincial, para maíz, soja y girasol respectivamente. Gran parte del crecimiento del área agrícola se explica por el desplazamiento de la ganadería de suelos clase III y IV de capacidad de uso.

Otro dato interesante está dado por la relación entre cultivos de cereales y oleaginosas. Hasta la campaña 2015/16, ese valor osciló entre 0,4 y 0,6. En los últimos años hubo un leve incremento llevándolo a alrededor de 0,7 hectáreas de cereales por cada hectárea de oleaginosas.

Con respecto a los rendimientos (figura II), mas allá de las fluctuaciones anuales producto del clima, se puede observar una tendencia moderadamente creciente que, en un modelo lineal, alcanza a un incremento de 90 kg/ha/año en maíz y a 47,5 kg/año en soja. Esto se explicaría fundamentalmente por ajustes tecnológicos, tanto en genética como en el manejo del cultivo.

Un análisis adicional debería revelar la distribución en fuentes de este incremento, cambio tecnológico (productividad de los factores) y condición climática (cantidad y distribución de lluvias especialmente).

Ganadería: con respecto a la ganadería bovina de carne, la región tuvo una media histórica de 4 millones de cabezas durante largo tiempo, con una relación (novillo+novillito/vaca+vaquillona) cercano a la unidad y partidos netamente invernadores como Rivadavia, donde esa relación superaba 3.

Desde principios del siglo el stock inició una tendencia decreciente, acompañando a la expansión agrícola, hasta caer por debajo de los 2,5 millones (figura III). En las últimas campañas se revierte lentamente con un incremento del 3% anual. Es un 14% de las existencias provinciales, similar al histórico. En cambio, los sistemas siguen evolucionando hacia modelos de ciclo completo y con un panorama más homogéneo en la región, con relación invernada/cría menor a 1 en todos los partidos.

Con la información disponible es más difícil determinar productividad, aunque se puede inferir a partir del aumento de la carga, por concentración, y tomando valores medios en ganancias de peso, producciones de 220-250 kg/ha/año en planteos pastoriles. Esto incluye sistemas muy heterogéneos (invernada, cría, ciclo completo, combinaciones varias de pastoreo y corral), y eficiencias diversas por lo que los promedios son poco representativos. Otro dato a destacar es la concentración de la ganadería en los estratos de empresas de mayor tamaño (figura IV)

En la producción láctea, se observan dos fenómenos contrapuestos, mientras cae la cantidad de tambos, se mantiene el número de vacas. Considerando la cuenca oeste (que abarca algunos partidos más que la EEA Villegas) entre 2009 y 2018, se registró un descenso del 38% en unidades, de 1362 a 844 (Agroindustria BA), continuando la tendencia que venía registrándose (en 2000 eran 1621). En el área de la experimental el fenómeno fue similar, mas marcado en el norte, aun así la cantidad de animales se incrementó 4%, es decir, se produjo un aumento en el tamaño de los rodeos. La cantidad media de animales pasó de 162 a 254 vacas/tambo.

La situación económica de la lechería, además de manifestarse en la disminución de tambos, también se refleja en un estancamiento de la productividad. A partir de información de Control Lechero (Trenque Lauquen) es posible evaluar la tendencia en los últimos años (figura V).

Se observa que partiendo de valores menores a 8000 kg/vaca, un incremento hasta 2016, en el que se superan los 9000 kg. A partir de esa campaña, estancamiento e incluso una leve caída. Otras actividades tienen lugar en el territorio y generalmente son poco conocidas. Por ejemplo, la producción equina deportiva. En la última década se duplicó la cantidad de reproductores. Considerando el alto valor unitario de estos animales (U$S 5000?, 10000?, ¿?), y la demanda de trabajo que genera a nivel local, sería importante realizar una caracterización de su impacto económico y social.

 

Fuente: INTA por Rubén Manuel Alvarez

 

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