Argentina y Brasil son dos reconocidos proveedores de alimentos a nivel mundial. En soja, ambos países presentan un significativo perfil exportador, aunque en promedio, los últimos 5 años Brasil ha exportado el 60% de su producción como grano en tanto que en Argentina dicho ratio cae al 15%, centrándose en el despacho de productos de mayor valor agregado. El artículo busca indagar en las ventajas comparativas que explican las diferencias y similitudes de los complejos sojeros en ambos países.
En la campaña 2018/19, los agricultores brasileños intensificaron su inversión con el objetivo de alcanzar un área sembrada de soja en torno a las 36 millones de hectáreas, lo que establecería un nuevo récord para la oleaginosa y superaría por más de medio millón de hectáreas el área implantada en la campaña 2017/18. Sin embargo, el optimismo de los productores en Brasil que esperaban cosechar 120 millones de toneladas de la oleaginosa (1 Mt más que la campaña anterior), encontró un fuerte contratiempo climático: la falta de lluvias en la región centro oeste brasileña, incluidos los estados de Mato Grosso do Sul y Paraná (líderes en producción de soja en Brasil).
Si bien las estimaciones del mes de enero de la CONAB (Companhia Nacional de Abastecimento) proyectan una producción de soja de 118,8 Mt, recortando 1,2 Mt de su última estimación en diciembre, otras entidades brasileñas anticipan mayores retrocesos productivos. La estimación más reciente de Agroconsult, una consultora independiente que recientemente hizo un recorrido por las principales regiones productoras de Brasil, apunta a una producción de 117,6 Mt. Por su parte, los datos oficiales del estado de Paraná evidencian una caída del 12% en la producción de soja, que se ubicaría en 16,8 Mt en el territorio estatal. Mientras tanto, en Mato Grosso do Sul, según estimaciones de APROSOJA (Associação dos Produtores de Soja e Milho do Estado de Mato Grosso) la cosecha en dicho estado sería de 8,9 Mt, habiendo partido de una previsión inicial de más de 10 Mt. Además, estados del Noreste como Bahia y Maranhao también presentan condiciones muy secas que podrían recortar también allí la producción de soja.
Argentina, por su parte, se encamina a una recuperación luego de la merma productiva sufrida en el ciclo anterior como consecuencia de la dura sequía. Sin embargo, la expectativa inicial de una campaña de soja 2018/19 de 50,2 Mt se alejó tras las excesivas y prolongadas lluvias que inundaron y anegaron grandes extensiones de campos de oleaginosa en la región noreste del país, previéndose hoy una producción apenas superior a los 49 millones de toneladas, si se toma un rinde tendencial.
El siguiente cuadro presenta algunos indicadores cuantitativos del complejo sojero en Argentina y en Brasil que vale la pena analizar.
Dato clave en Producción: La soja es el cultivo con mayor participación en el área sembrada de ambos países. Sin embargo, Brasil duplica la superficie cultivable Argentina.
Según datos del Banco Mundial, para el 2016 la superficie cultivable en Argentina rondaba los 39,2 millones de hectáreas, en tanto que en Brasil ésta alcanzaba los 81,0 millones de hectáreas. En ambos casos, la soja es el cultivo protagonista en el esquema agrícola, ocupando cerca del 50% del total de área sembrada tanto en Argentina como en Brasil.
La diferencia entre ambos mercados se da, naturalmente, en la extensión del área sembrada y el volumen producido. En la campaña 2017/18 la superficie dedicada a la siembra de la oleaginosa en Brasil (35,1 miles de hectáreas) casi duplica a la de Argentina (17,7 Mha). Además, el mayor uso de fertilizantes en Brasil y el incentivo a la innovación tecnológica en ingeniería genética aplicada a semillas mediante el cobro de regalías apuntalan la productividad del sector.
Dato clave en Crushing: Argentina tiene una capacidad teórica de molienda de casi 10 millones de toneladas más que Brasil, lo cual constituye una importante ventaja comparativa para nuestro país.
En cuanto a la molienda de poroto de soja, actividad que constituye la etapa secundaria de la cadena sojera y suma valor agregado al sector, Argentina corre ventaja respecto de Brasil. La industria de crushing nacional es única en el mundo por su eficiencia, concentración y tecnología de punta. Cuenta con fábricas más grandes que sus similares de Brasil y más modernas. De hecho, a pesar de que Brasil produce el doble de soja que Argentina, nuestro país tiene una capacidad de molienda de casi 10 millones de toneladas más que Brasil.
En 2017/18, como consecuencia de la sequía, se industrializaron en Argentina 36,3 millones de toneladas de poroto de soja, por debajo del volumen registrado en las anteriores tres campañas, que siempre superó las 40 Mt. Sin embargo, a pesar de tratarse de un número inferior y si lo comparamos con la producción nacional de casi 35 Mt, el ratio “industrialización/producción nacional de poroto” superó el 100% ante las mayores importaciones de poroto y los abultados stocks iniciales que compensaron la menor producción.
Para la campaña 2018/19, en tanto, se proyectaba en el mes de enero una producción argentina de soja de 49,1 Mt, según estimaciones propias en base a un rinde tendencial de 28,8 qq/ha y una superficie sembrada proyectada por GEA de 17,6 M ha. Dada la coyuntura geopolítica internacional y los recientes cambios en la política comercial nacional, no se espera sin embargo una recuperación proporcional del crushing, que se ubicaría en torno al 72% del producto total de la campaña (sin computar importaciones), resultando en 35,2 Mt. Brasil por su parte, mostraría un ratio de industrialización/producción más estable en los dos ciclos analizados de entre 36-37% que deriva en una industrialización de 42,9 Mt en 2017/18 y 42,7.
En efecto, eliminación del escalonamiento arancelario en Argentina el año pasado afectó negativamente al complejo sojero, al desalentar la industrialización del poroto de soja e incentivar su exportación como poroto sin procesar. Nuestros principales competidores (USA, Brasil) protegen el agregado de valor en su territorio y priorizan la utilización de su propio complejo industrial oleaginoso prefiriendo importar el poroto de soja sin procesar. Los países de destinos de nuestras exportaciones, por su parte, establecen aranceles de importación con idéntico objetivo. Así, el escalonamiento arancelario de los derechos de exportación del complejo soja en Argentina permitía neutralizar y/o equiparar parcialmente las políticas proteccionistas de los países importadores y competidores. Además la harina y el aceite de soja argentino tienen más destinos de exportación que el poroto sin procesar (único comprador es casi siempre China), lo cual disminuye los riesgos de no poder colocar nuestras producciones en el mundo y brinda mayor estabilidad a las exportaciones nacionales, considerando que la harina de soja es el producto más importante de la balanza comercial argentina con casi 10.000 millones de dólares. Este tema, que fue tratado en detalle en nuestro Informativo Semanal N° 1884 del 16 de noviembre del 2018, amerita un tratamiento a nivel de políticas gubernamentales en Argentina por sus implicancias a nivel macroeconómico.
Dato clave relativo a la orientación de los mercados: Si bien los mercados internos de ambos países sudamericanos tienen estructuras muy diferentes, ambos complejos sojeros tienen un fuerte perfil exportador. Brasil es relativamente más fuerte en exportaciones de poroto de soja, sin procesar mientras que argentina se destaca por sus despachos de aceite y harina.
Se evidencian importantes diferencias en cuanto a la comercialización de la soja y sus derivados entre los dos países sudamericanos. Ciertamente el complejo sojero de ambas naciones presenta un definido perfil exportador, solo que difieren en el tipo de producto exportado: mientras que Brasil exportaría el 68% de su producción de poroto de soja en el ciclo 2017/18 y el 65% en 2018/19, las exportaciones de soja argentina subirían del 11% al 29% en las campañas consideradas, en medio de la creciente demanda de poroto de soja por parte de China a raíz de la disputa comercial con EEUU y los cambios en la política comercial argentina que reducen los incentivos para industrializar el grano dentro de las fronteras del país.
Respecto a las exportaciones de poroto de soja desde Brasil, a pesar de ubicarse por debajo del récord de la campaña previa, aún superarían con creces los 60,4 millones de toneladas promedio de los últimos cinco años.
Por otro lado, el consumo interno de los subproductos de la soja también es disímil entre los dos países y condiciona, naturalmente, el desempeño comercial de cada uno. Brasil solo puede exportar el remanente de su producción luego de suplir la amplia demanda interna (51% de harina y 81% de aceite), pero Argentina, que tiene un bajo nivel de consumo interno de derivados de la soja (alrededor del 8% y 35%, respectivamente), puede despachar una amplia proporción de sus productos industrializados. Así, en contraste con lo que sucede con el poroto de soja, Argentina supera a Brasil en exportaciones de los derivados de la oleaginosa despachando más del 90% de su producción de harina y alrededor del 65% del aceite, mientras que Brasil sólo embarca algo más del 45% y del 17%, respectivamente.
Las diferencias señaladas responden a las ventajas comparativas que tienen el uno y el otro. Brasil, por su superioridad en el volumen de producción de soja es capaz de despachar más granos sin procesar; mientras que Argentina, haciendo uso de su mayor capacidad de molienda instalada, es capaz de exportar productos de mayor valor agregado.
Además, la estructura tributaria en Brasil contribuye a que una mayor proporción del poroto de soja se vuelque a la exportación en vez de a la industria local. Si bien la soja brasileña está libre de impuestos federales, algunas administraciones estatales recaudan el impuesto ICMS (Impuesto sobre Circulación de Mercaderías) que grava los granos originados en otros estados que tienen como destino la industria. De este modo, los estados que cuentan con plantas procesadoras de soja fijan este impuesto entre 0 y 12%, que es deducido luego del impuesto pagado al momento de la venta de aceite de soja. La aplicación de este impuesto incentiva a aquellos estados que no poseen industrias procesadoras a exportar la mayoría de su producción como poroto tal cual, en lugar de favorecer la industrialización dentro de las fronteras brasileñas.
Conclusiones finales
La soja es un producto fundamental para las economías de Brasil y Argentina, no sólo por la participación del cultivo en la producción total de granos, sino también porque sus despachos al exterior constituyen una de las principales fuentes de ingreso genuino de divisas para ambas economías sudamericanas.
Pero más allá de las similitudes del sector en ambos países, se han evidenciado importantes diferencias estructurales entre ellos. Por un lado, el gran Brasil cuenta con una vasta superficie fértil y con el potencial de expandir su frontera agrícola, en tanto que Argentina se destaca por la eficiencia de su polo industrial capaz de dotar a las commodities agrícolas de valor agregado en origen. Ambos países poseen ventajas y desventajas comparativas que definen el perfil del complejo sojero en cada territorio, en la búsqueda de explotar de modo más óptimo sus ventajas comparativas
Fuente: Julio Calzada-Desiré Sigaudo-Emilse Terré
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