Cerca del cierre de la campaña 17/18 vemos que los excesos de agua iniciales y la sequía posterior se llevaron casi entre 28 y 30 millones de toneladas del complejo granario, ya que pasamos de una producción de 128 millones de toneladas en 2016-2017 a los escasos 98 o 100 millones de toneladas que cerraremos en la campaña 2017-2018.
Llevado a números, esto implicó pasar de un valor de exportaciones del complejo granario en el ciclo 2016/17 de 29.000 millones de dólares a solo 23.500 millones de dólares estimados para esta campaña.
Los 5500 millones de dólares no ingresados por exportaciones y los aproximadamente 1500 millones de dólares que no recibió el fisco en concepto de retenciones agravaron sensiblemente los números de una macroeconomía que desde hace 45 días no logra encontrar la salida y el equilibrio.
Las autoridades económicas iniciaron una serie de reformas apuntando a la necesaria reducción del déficit fiscal y la austeridad en la administración. Paralelamente se obtuvo un extraordinario respaldo financiero del FMI al país que le da solidez al financiamiento necesario para transitar hasta fin de 2019.
Al mismo tiempo, las elevadas tasas de interés conspiran con la economía real y el resultado económico futuro y, por lo tanto, la realización de inversiones de las pymes, sean o no agropecuarias.
El fuerte déficit comercial existente (diferencia entre exportaciones e importaciones) que es sin dudas otro de los temas macro por resolver no se soluciona cerrando la economía a las importaciones sino, por el contrario, logrando un aumento significativo de las exportaciones.
El desafío que tenemos por delante es cómo podemos generar en un corto-mediano plazo un sustancial crecimiento de las exportaciones del complejo agroindustrial, que representan entre el 45 y 50% del total de las exportaciones del país y elevar significativamente el nivel de ingresos por exportación, generando a la vez inversión y trabajo.
Las proyecciones actuales de la próxima campaña 2018-2019 permiten pensar en 37,3 millones de hectáreas sembradas (de las cuales 5,5 millones de hectáreas corresponden a maíz y 18,7 millones a soja) Ver cuadro:
Sin ninguna duda, en un marco más favorable el área de soja podría aumentar a 20 millones de hectáreeas (se sembraron 20,6 millones en 2014) y el área de maíz podría alcanzar los seis millones de hectáreas. Sumados a otros cultivos y rendimientos medios alcanzables con las tecnologías disponibles y un clima normal, nos permitirían llegar a una producción global de 136 millones de toneladas frente a los 125 millones estimados en la actualidad.
Tomando valores FOB promedios realistas para la campaña 2018-19, eso implicaría pasar de casi 29.000 millones de dólares de ingresos por exportaciones del complejo granario en la campaña estimada a hoy a entre 32.000 y 33.000 millones de dólares si lográramos un incremento de área y productividad en soja y maíz. Eso representaría un incremento de entre 3500 y 4000 millones de dólares.
¿Que implica un “marco más favorable” que permita pensar en un incremento de área y de la productividad?
Sin dudas, la evolución del clima en Estados Unidos en julio y agosto aportará definiciones en lo que ocurra con los rendimientos potenciales y en cuanto a los precios futuros de soja y maíz en Chicago.
Los productores norteamericanos vienen de cinco campañas seguidas de rendimientos superiores a la tendencia esperada. La pregunta a responder es: ¿podrán repetirlo un año más? Esto solo ocurrió una vez, desde 1970.
Internamente, muchos son los temas que complican el panorama y sin dudas uno de ellos es el acceso a financiamiento adecuado saliendo de una magra campaña y en un momento de tasas de interés muy elevadas para cualquier inversión productiva.
La moderación en el incremento de los costos de combustibles, semillas, fitosanitarios y fertilizantes será otro elemento central al momento de decidir aumentar el área sembrada y la tecnología. A ello hay que sumar: a) el interminable problema de la generación sistemática de crédito fiscal y no devolución de los saldos técnicos de IVA, restando capacidad financiera y transformando a este impuesto en distorsivo; b) el incremento de costos que se genera por Ingresos Brutos provinciales y c) el incremento de costos o reducción de ingresos, que se originan por problemas gremiales que terminan en paros de actividad, cortes de rutas, cierre de puertos y fábricas etc.etc.
Quedan sin dudas otros temas pendientes a resolver como las mejoras en infraestructura, avances en negociaciones internacionales que reduzcan aranceles de exportación, reducción de los derechos de exportación vigentes, etcétera, que se han iniciado y no son de rápida resolución.
Quizás lo que mas impacte en la decisión de incremento en la inversión futura y crecimiento del área agrícola en esta campaña, sean las primeras reacciones políticas y de atención seria a los problemas de nuestra macroeconomía en la actualidad, que den nuestras autoridades luego de los acontecimientos financieros de los últimos días.
Si tomáramos lo estimado a ingresar finalmente por exportaciones del complejo granario este año 2017/18 (23.500 millones de dólares), la propuesta implica generar ingresos adicionales en 2018/19, aproximadamente por 9000 o 10.000 millones, y ello se lograría en los próximos 15 o 18 meses.
Es bueno tener en cuenta que solo en la producción granaria se invertirían en 2018/2019 en el país cerca de entre 11.000 y 12.000 millones de dólares para el logro de los cultivos, a los que hay que sumar aproximadamente entre 6000 y 8000 millones de dólares adicionales en gastos de cosecha, comercialización y transportes.
Fuente: La Nación | Por: Gustavo Oliverio
El autor es coordinador de la Fundación Producir Conservando