Volver al maíz, una decisión sustentable que requiere estrategias

El Gobierno se propone que las gramíneas vuelvan a estar equilibradas con las oleaginosas para hacer más sustentable la matriz agrícola argentina, luego de largos años en que los derechos de exportación y las restricciones comerciales al trigo y al maíz fomentaron el monocultivo de soja. Sobre ello y las cuestiones agronómicas que se vienen disertaron el subsecretario de Agricultura nacional, Luis Urriza, y los expertos Gabriel Espósito, de la UNRC, y Marcelo Carmona, de la UBA, en el Congreso Maizar 2018, Competitividad con desarrollo.

Integrantes del panel de Agronomía al Volante

En la Argentina, la relación gramíneas/soja, que en los años ’90 había llegado a ubicarse en torno del 50%, fue descendiendo en la primera década del presente siglo debido a políticas inadecuadas, hasta tocar un mínimo de 30% en el ciclo 2009/10.

Pero, en los últimos dos años, dicha relación comenzó a recuperarse a partir de la eliminación de las restricciones comerciales (ROE) y derechos de exportación que afectaban la viabilidad económica del maíz.

“La relación superó el 45% en el actual ciclo, 2017/18, y la meta del Ministerio de Agroindustria es alcanzar nuevamente el 50% en 2025”,  indicó Luis Urriza, subsecretario de Agricultura de la Nación, durante una conferencia ofrecida en el Congreso Maizar 2018, que se llevó a cabo en la ciudad de Buenos Aires.

“Una agricultura sostenible es posible cuando interactúan de manera adecuada las variables de mercado y tecnológicas con los factores legislativos e impositivos que inciden en el negocio”, añadió Urriza, en el panel Agronomía al volante: hora de cosechar lo aprendido, también integrado por Gabriel Espósito, investigador de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Río Cuarto (UNRC) y Marcelo Carmona, profesor de la Facultad de Agronomía de la UBA, y moderado por Micaela Bové, gerente global de Maíz de Yara Argentina.

Para Gabriel Espósito, en la región pampeana existe una gran brecha productiva del maíz, que se explica principalmente por un incorrecto ajuste de las necesidades de fertilización.  “La fertilización balanceada en maíz y también en soja maximiza la eficiencia agronómica de los nutrientes, la tolerancia al estrés y el retorno económico de la fertilización”, explicó.

Por otra parte, el especialista señaló que es indispensable ajustar modelos de diagnóstico de nitrógeno en función de la densidad variable aplicada según el potencial productivo presente en cada ambiente de un campo. “Desde hace cuatro campañas venimos trabajando en experimentos que estudian la interacción de ambas variables, en los que se evidencia que el óptimo de fertilización se desplaza a medida que se modifica la densidad de siembra; eso implica que carece de sentido recomendar una determinada fertilización sin considerar la densidad”, recalcó.

Así, las empresas semilleras, al momento de comercializar híbridos, deberían informar los rangos de densidad óptimos de cada material, para poder definir recomendaciones de fertilización nitrogenada, dijo Espósito.

El investigador recalcó además que toda estrategia de fertilización debe considerar una proporción equilibrada no sólo de nitrógeno y fósforo, sino también de azufre y zinc, porque las reservas de estos dos últimos en los suelos de la zona pampeana mermaron de manera significativa y son esenciales para potenciar los dos primeros nutrientes. “La eficiencia del uso de nitrógeno se maximiza con la aplicación de zinc. La fertilización no pasa por gastar más o menos, sino por gastar mejor, y para eso necesitamos a un asesor que nos ayude a realizar una nutrición balanceada”,

En este sentido, el experto señaló que, según la evidencia, una adecuada disponibilidad de zinc es esencial para evitar que las plantas sufran daños importantes en situaciones de estrés. “Eso pudimos medirlo en la zona de Río Cuarto en esta última campaña, caracterizada por una intensa sequía”, aseguró.

Por su parte, Marcelo Carmona insistió en la necesidad de monitorear con especial atención los cultivos de maíces tardíos, dado que presentan una mayor presión de patógenos que los cultivos de siembras tempranas.

“Los patógenos están cambiando; en roya común del maíz detectamos unas 30 razas, cuando anteriormente no había más de tres o cuatro”, explicó el especialista. “Es necesario entender que existen muchos patógenos que escapan a los tratamientos convencionales que se hacen en la semilla de maíz”, añadió.

Carmona señaló además que los protocolos para decidir umbrales de tratamientos contra enfermedades, además de ser más claros para los productores, deberían ser “ser unificados en una sola hoja de ruta, para que todos sepan qué hacer”.