Una investigación en el sur del país determinó por primera vez que, al crecer juntas bajo condiciones extremas de aridez, algunas plantas tolerantes a la falta de agua facilitan la supervivencia de otras menos tolerantes. Discuten las implicancias de estas ‘especies benévolas’ para la teoría ecológica.
(SLT-FAUBA) En un sistema de gran aridez como la estepa occidental patagónica, investigadores de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) realizaron estudios en los que manipularon la organización espacial de la vegetación y, por primera vez desde que se postuló en 2009, comprobaron la teoría que permite entender y predecir cómo resultarán las interacciones entre plantas de una misma comunidad ante distintos factores de estrés. Sus experimentos demostraron que existen arbustos tolerantes al estrés capaces de ‘ayudar a sobrevivir’ a pastos forrajeros menos tolerantes. Además, a través de observaciones a campo encontraron las distintas combinaciones de tipos de estrés y pares de plantas benefactoras y beneficiadas que predecía la teoría. En esta nota, los investigadores rescatan la importancia de los modelos teóricos y la vigencia de la ecología de comunidades.
“Nuestros experimentos demostraron por primera vez que, en la estepa occidental patagónica, una región árida, las plantas con mayor capacidad de soportar la falta de agua pueden facilitar la persistencia de otras especies menos tolerantes. Cuando una planta que tolera poco el estrés crece en la vecindad de otra que sí lo soporta ocurren dos procesos simultáneos y de signo opuesto llamados facilitación y competencia. En esta circunstancia, para que una planta poco tolerante, como un pasto forrajero, pueda persistir ante la escasez de agua en el suelo, el balance entre facilitación y competencia debe resultarle positivo”, explicó Pamela Graff, docente de la cátedra de Ecología de la FAUBA e investigadora del Conicet.
Para profundizar su explicación, la investigadora añadió: “Al vivir cerca de una planta ‘benefactora’, como puede ser un arbusto tolerante, ese pasto forrajero experimenta una reducción del estrés por desecación y por alta radiación. Sin embargo, al mismo tiempo debe superar otro estrés, que es el que le provoca esa planta ‘benefactora’ al explotar los recursos subterráneos. Una especie arbustiva tolerante, entonces, puede ser simultáneamente ‘benévola’ con los pastos frente al estrés aéreo, como ‘malévola’ al intensificar el estrés por la falta de recursos subterráneos. Por todo esto, la vegetación que uno ve en la estepa es el resultado de ese balance entre la facilitación y la competencia”.
“Contrariamente a una creencia muy difundida, en este sistema árido hay ‘un montón’ de vida y acción. Ocurren numerosas interacciones entre especies, en algunos casos, opuestas; sólo debemos aprender a reconocerlas”, dijo Martín Aguiar, docente de la misma cátedra e investigador del Conicet. En este sentido, agregó: “En la estepa hay más de un 50% de suelo ‘desnudo’, con pastos que crecen aislados, y también existen áreas muy cubiertas donde, por ejemplo, coexisten arbustos y pastos. En los dos tipos de parche, los estreses aéreos y subterráneos son muy intensos para los pastos, aunque de naturaleza diferente. Es por eso que en los parches de vegetación adquieren más relevancia la competencia y la facilitación”.
Para el investigador, la estepa patagónica posee características únicas, ideales para poner a prueba la teoría propuesta en 2009. “Por un lado, tiene la ventaja de que la diversidad vegetal es baja y las plantas individuales son identificables con facilidad. Por otro lado, también tiene la ventaja de podemos separar los distintos estreses simplemente manipulando el sistema: mientras el estrés por escasez de agua es subterráneo, el estrés por reguladores, como viento y temperatura, es aéreo. Además, existen más de seis décadas de trabajos publicados acerca de su ecología, lo que nos permitió calificar a las especies según su grado de tolerancia a los dos tipos de estrés”.
Un delicado equilibrio
El estudio de Graff y Aguiar, publicado en la revista Ecology, una de las más prestigiosas de la disciplina, muestra que el balance entre facilitación y competencia puede tener distintos resultados según las características de las plantas y la naturaleza del estrés. “Encontramos distintas situaciones. Cuando los factores de estrés eran aéreos —viento, temperatura o radiación— y las plantas que vivían juntas diferían mucho en su tolerancia, el balance favorecía el crecimiento de las beneficiarias, más sensibles. Pero cuando el recurso limitante era el agua del suelo, el balance resultaba muy negativo para estas beneficiarias, que perdían en la competencia por ser, justamente, menos tolerantes”, explicaron.
Pamela Graff resaltó que los resultados de su trabajo apoyan la teoría ecológica. “El último avance teórico en el tema sucedió en 2009, cuando Fernando Maestre y colaboradores propusieron un modelo de interacciones entre pares de especies en comunidades vegetales bajo estrés. Su modelo no sólo consideraba qué plantas eran y cuánto soportaban el estrés, sino también la naturaleza del estrés. Así, ellos predijeron cómo resultarían las interacciones en cada caso. Hasta la publicación de nuestro trabajo en 2017, nadie había podido verificar sus predicciones. Este experimento manipulativo en la estepa patagónica es la primera comprobación de la teoría en la porción más árida del gradiente de estrés”
Pamela Graff resaltó que los resultados de su trabajo apoyan la teoría ecológica. “El último avance teórico en el tema sucedió en 2009, cuando Fernando Maestre y colaboradores propusieron un modelo de interacciones entre pares de especies en comunidades vegetales bajo estrés. Su modelo no sólo consideraba qué plantas eran y cuánto soportaban el estrés, sino también la naturaleza del estrés. Así, ellos predijeron cómo resultarían las interacciones en cada caso. Hasta la publicación de nuestro trabajo en 2017, nadie había podido verificar sus predicciones. Este experimento manipulativo en la estepa patagónica es la primera comprobación de la teoría en la porción más árida del gradiente de estrés”
Por su parte, Aguiar destacó otro aspecto valioso del trabajo publicado: el estudio observacional. “No nos conformamos sólo con los resultados de la experimentación manipulativa, también recorrimos la estepa para registrar si en el campo se observaba lo que la sostenía la teoría. Es decir, nos guiaba una predicción del modelo que había sido corroborada previamente en el estudio manipulativo. Y tuvimos suerte: hallamos indicios de que lo que postulaba aquel trabajo de 2009 explicaría los patrones de distribución de arbustos y pastos en la Patagonia occidental”.
Plantas que ayudan a plantas
“Un aspecto interesante de esta publicación es que rescata que la ecología de comunidades está viva. En este momento, es un área en discusión. Hay investigadores que piensan que las interacciones no cumplen ningún papel en el armado final de las comunidades vegetales, por lo que ponen en entredicho todos los estudios que venimos haciendo”, comentó Aguiar.
“Hay una vieja idea en ecología que sostiene que en sistemas de mucha escasez de agua, lo más importante es la respuesta individual de las plantas al estrés. Nosotros demostramos que las interacciones sí son relevantes. La idea de que existen plantas más tolerantes que pueden ayudar a las que toleran menos es muy valiosa porque explica cómo una comunidad se enriquece en plantas que, de otro modo, no estarían representadas en ese sitio”, explicó Pamela.
“En general, las cuestiones teóricas están dejando de tener sex appeal. Hoy, la gente se enamora de cosas muy concretas y aplicables que le afectan el día a día. Yo, sin embargo, estoy en una campaña por rescatar las ideas y los conceptos, es decir, la teoría”, finalizó Aguiar.
Fuente: Sobre la Tierra