Hay que llevar adelante prácticas para revertir el deterioro del suelo.
Soy asesor en Agroestudio Viento Sur y asistente técnico de la Regional Necochea de Aapresid. Desde hace varios años advertimos que la salud de los suelos bajo agricultura continua está sufriendo deterioros progresivos que comprometen la sustentabilidad de nuestros sistemas. Esto nos obliga a poner atención en los determinantes de esa condición, a fin de tomar medidas para remediarla.
La pérdida de materia orgánica (MO) es la principal causa de la degradación de los suelos de la región pampeana, ya que incide sobre sus propiedades físicas (estabilidad de la estructura, infiltración y almacenaje de agua), químicas (capacidad retener e intercambiar nutrientes) y biológicas (contenido y actividad microbiana y enzimática). Para la capa arable, trabajos recientes ubican esa disminución en el orden del 35 al 55% desde su condición prístina. Más importante aún, esta pérdida corresponde principalmente a fracciones lábiles, que son las de mayor incidencia sobre muchas de las propiedades antes mencionadas. De este modo, si queremos recuperar o al menos mantener la salud del suelo, debemos poner el foco en la MO y en su dinámica.
El contenido de MO del suelo se determina según el balance entre los mecanismos de entrada y salida de carbono (C). De ellos ponemos especial énfasis en la regulación de las entradas. Lo hacemos definiendo el tipo de cultivo que incluimos en las secuencias, la “intensificación” de la rotación y la fertilización. Con la elección de los cultivos intervenimos sobre la cantidad y la calidad de residuos aéreos y de raíces que aportamos al suelo. En nuestra zona las condiciones son muy favorables para la producción de cereales de invierno. Estos son muy beneficiosos, al aportar gran cantidad de residuos y con características que favorecen su incorporación a fracciones más estables de la MO. Cambios recientes en las relaciones de precios y en el manejo de los cultivos nos han permitido incrementar la participación del maíz.
Fuente: La Nación | Por: Guillermo A. Divito