Guerra en Europa: Cómo repercutirá en el mundo y en una Argentina muy frágil

La guerra declarada entre Rusia y Ucrania es el primer conflicto bélico entre Estados nacionales del siglo XXI, hasta el presente dominado por conflictos civiles dentro de un propio país, como sucedió en las naciones que protagonizaron la “primavera árabe” o el conflicto de Siria. El conflicto desatado en las últimas horas, en cambio, con el enfrentamiento entre naciones, marca el regreso al tipo de guerras que se dieron en la Primera y Segunda Guerra Mundial, en la primera mitad del siglo XX.

Aquellas conflagraciones involucraron a las mayores potencias militares y políticas globales de entonces:  EE. UU., Rusia, Gran Bretaña, Alemania y Japón. El mundo se pregunta si lo que acaba de iniciarse puede derivar en una Tercera Guerra Mundial. La respuesta al interrogante es difícil de responder ante un conflicto que recién comienza. Algunos hechos que se han sucedido en el pasado inmediato, pueden ayudar a bocetar algunas hipótesis de qué podría suceder.

Los presidentes chino y ruso, Xi Jiping y Vladimir Putin, respectivamente, firmaron hace 3 semanas una alianza estratégica para contener a EE. UU., tanto el frente económico como en el político y cultural. Sin embargo, Beijing muestra reticencia a involucrarse militarmente en el conflicto.

Esta postura tiene sus fundamentos. Por una parte, las capacidades militares de Rusia y China, si bien han crecido mucho, aún sumadas no sobrepasarían al poderío estadounidense. Y además, una guerra global atentaría contra la economía china y contra dos de sus principales socios comerciales: EE. UU: y la Unión Europea (UE). Xi Jiping necesita de un comercio fluido con ambos para mantener robusta la economía china y consolidar su proyecto de poder.

Por tal motivo, los analistas creen, a priori, que hay más probabilidades que haya comenzado una nueva gran guerra europea, más que un conflicto mundial, aunque todavía es muy prematuro poder confirmar esa hipótesis.

Putin movió primero y ejecutó lo que Occidente creía menos probable: la invasión total a Ucrania. En 12 horas el ejército ruso ingresó al territorio soberano ucraniano por el Norte, el Este y el Sur, aplicando una estrategia que además de estremecer a Kiev obliga a EE. UU. y la UE a reformular su respuesta.


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Los analistas y funcionarios occidentales prevén, tras los primeros movimientos bélicos rusos, que Putin instale sus fuerzas en Ucrania, desaloje al presidente Voledymyr Zelensky y designe un “gobierno títere”. Si esto se confirma, las sanciones propuestas por Occidente tienen sabor a poco. Más aún si la consecuencia de este accionar da como resultado un Putin fortalecido, dispuesto a forzar el rediseño la arquitectura de seguridad europea, restableciendo las esferas de influencia de la ex Unión Soviética y alejando a la OTAN de sus fronteras.

Si así fuera, y con los antecedentes que Putin tiene en su “foja de servicio” en Chechenia, Georgia, Biolorrusia y otros países de la ex URSS en los que puso “gobiernos títeres”, ¿qué le impediría avanzar sobre naciones que conformaban la Unión Soviética, pero que hoy, a diferencia de Ucrania, integran la OTAN e incluso de la UE, como Polonia, Estonia, Lituania o Letonia? Si Putin avanza en esa dirección, Europa estaría ante una guerra continental.

Mucho se duda que las sanciones económicas occidentales disuadan a Putin de una larga y dolorosa ocupación de Ucrania u otras naciones de la que en el siglo pasado conformaron la Unión Soviética. Washington y Bruselas insisten en que sus tropas no pisarán Ucrania, una postura íntimamente vinculada con el fracaso militar de Occidente en Afganistán, que devolvió penosamente a los talibanes el control de ese país hace apenas unos meses.

Al respecto, consultado por el diario La Nación, Gonzalo Paz, profesor de la Universidad de Georgetown, especializado en las relaciones de China y Rusia con América Latina, opinó que “Ucrania no es miembro de la OTAN, por lo que esa organización no intervendría directamente. Todo depende ahora de la voluntad de lucha que muestren los ucranianos. Y ahí sí habría varios países dispuestos a ayudar con armas y entrenamiento. Es clave mirar la voluntad de resistencia de los ucranianos”. Según su enfoque, la insurgencia armada de los ucranianos podría tornar, entonces, a su país en una suerte de Siria europea, otro de los escenarios más mencionados por los especialistas.

Más allá de lo que sucede en el campo de batalla europeo, el mundo se pregunta que consecuencias políticas y económicas globales tendrá la guerra que apenas ha comenzado.

Según la consultora internacional Eurasia “La invasión rusa tendrá amplios efectos en la economía global, ya que la combinación de sanciones occidentales, disrupciones de guerra, y retaliación rusa conducirá a turbulencias en los mercados de energía, a condiciones financieras más frágiles y a una demanda global debilitada. El crecimiento del mundo industrializado se reducirá en al 1%, las cadenas de suministro sufrirán y habrá más proteccionismo”.

En este sentido, hay que recordar que Rusia produce actualmente el 10% del petróleo que se extrae en todo el mundo, además de generar el 40% del gas que consume Europa. Queda claro que los precios de la energía aumentarán en el mundo, hecho que afectará a los distintos países según su grado de vulnerabilidad. Y Argentina es muy frágil en este punto.

Respecto de cómo repercutirá la guerra ruso-ucraniana en estas pampas, hay un aspecto positivo pero que no alcanza a compensar la suma de influencias negativas que tendrá el conflicto, para un país intrínsecamente débil, endeudado y marginal en el concierto mundial.

La buena noticia es que, al ser Ucrania y Rusia grandes exportadores de trigo y maíz, los precios de ambos cereales se dispararon y ese aumento beneficia a la Argentina, cuyos mayores ingresos de divisas son por exportaciones de granos.  Ucrania es el 5° productor mundial de maíz y el 7° de trigo, mientras que Rusia es el 5° productor mundial de este último cereal). La guerra hace temer que esa producción se paralice. Pero no habrá más buenas noticias para el país.

Argentina sufrirá mucho con el precio del gas, directamente condicionado a la evolución de la guerra. Rusia ya comenzó a cerrar el grifo del gas a Europa hace unos meses. El menor suministro ruso se compensó con la importación de gas natural líquido, fundamentalmente desde EE. UU. y Qatar, que, a su vez, son los principales proveedores de gas natural licuado de la Argentina, el que se inyecta en las terminales de Bahía Blanca y Escobar para alimentar las redes de gas natural del país.

Por eso impactará mucho el precio que deba pagar Argentina por el gas que importa, algo que se sentirá en el invierno y condicionaría incluso el precio de las tarifas, eje central de la discusión de estos días para cerrar el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Es decir que se sentirá en el bolsillo de los argentinos.

A largo plazo, el impacto será político y profundo. Solo hace falta recordar que hace 3 semanas el presidente Alberto Fernández visitó a Putin, en Moscú, y le manifestó a su colega ruso que estaba dispuesto a cortar la “dependencia argentina” de Estados Unidos y del FMI. Ese viaje y esas declaraciones podrían considerarse ya como uno de los peores errores de la política exterior argentina de las últimas décadas.

En un momento crítico de las negociaciones con el FMI y en el inicio de una nueva guerra europea, Argentina eligió alinearse con Rusia. Ya lo sienten en Washington los diplomáticos argentinos, que encuentran serias dificultades para acceder a piezas claves de la administración Biden. Argentina quedará, nuevamente, más aislada en un mundo absolutamente imprevisible y mucho más peligroso que antes que se iniciara la guerra.

 

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