Claves para la fertilización de pasturas perennes en el Centro Oeste de Entre Ríos

La información analizada en éste trabajo, se refiere, en su mayoría, al cultivo de alfalfa (Medicago sativa L.) ya que es la leguminosa forrajera más importante para la producción de carne y leche en la región pampeana argentina; con menor nivel de detalle, se analizarán recomendaciones de fertilización para lotus (Lotus corniculatus L.), una leguminosa de interés en zonas con restricciones para el crecimiento de alfalfa. Entre los principales factores que intervienen en la producción de forraje está la nutrición mineral, es por esta razón que la fertilización es una práctica recomendada para aumentar la oferta de pasto. Sin embargo, en nuestro país su aplicación es muchas veces inadecuada, dando como consecuencia una brecha entre potencial productivo y la producción efectivamente lograda.

¿Cómo llegamos a una correcta recomendación de fertilización?

Es necesario responder dos preguntas para ajustar la nutrición de pasturas:

  1. ¿qué nutrientes necesita el cultivo forrajero a implantar?
  2. ¿qué disponibilidad de nutrientes tenemos en el suelo?

 

Si bien se definen 17 nutrientes esenciales para los cultivos, algunos son abastecidos desde el aire y otros están en cantidades no limitantes en el suelo. Las especies leguminosas (como la alfalfa y el lotus) pueden obtener nitrógeno (N) atmosférico a través de la fijación biológica de nitrógeno (FBN), lo cual les permite alcanzar un contenido adecuado de N en planta aún con bajo aporte del suelo. En cambio, son dependientes del suministro de fósforo (P) del suelo y, en casos particulares pueden surgir deficiencias de otros nutrientes. Debido a que en general, la nutrición fosfatada limita la producción de forraje, nos enfocaremos en este nutriente. La disponibilidad de fósforo (P) del suelo se estima a través del fósforo Bray (P Bray), que es un muy buen indicador de probabilidad de respuesta al agregado de P y es un parámetro que se obtiene en un análisis de suelo rutinario.

Como todo indicador de fertilidad tiene una estrecha relación con el rendimiento lograble. En la Figura 1 se pueden definir tres “zonas” de respuesta a la fertilización. la “Zona 1” donde se verifica una deficiencia del nutriente en estudio, en esta región la respuesta al agregado del nutriente deficitario tiene alta probabilidad; una “Zona 2”, donde se ubica el rango crítico o umbral, que corresponde a una zona de “suficiencia” del nutriente donde, mayores valores del indicador no se corresponden con aumentos importantes en los rendimientos y una “Zona 3”, donde los niveles de nutrientes en el suelo están por encima de los niveles de suficiencia, aquí el agregado del nutriente tiene muy baja probabilidad de respuesta. El umbral definido para alfalfa en Entre Ríos (tomando un perfil diagnóstico del suelo de 0-20 cm) es de 18,1 ppm de P Bray, con este valor alcanzamos el 90 % del rendimiento posible (Pautasso y Barbagelata, 2017) y es idéntico al definido para el resto de la Pampa Húmeda en trabajos recientes (Marino y Echeverría, 2018). El rango crítico para lotus se ubica entre 10 y 15 ppm de P Bray (Quincke y Cuadro, 2019). Para evaluar el impacto del P Bray en la producción de pasturas perennes se realizaron diferentes ensayos (Tabla 1) desde la Agencia de Extensión Diamante de INTA. La información obtenida se compara con bibliografía existente.

Además de orientarnos en una probabilidad de respuesta a la fertilización fosfatada, el P Bray presenta las siguientes utilidades prácticas:

  1. a) Mientras más bajo es el nivel de P Bray del suelo, no sólo hay respuesta a la fertilización sino también a dosis de P agregado, este comportamiento es más claro en el cultivo de alfalfa que posee un umbral crítico más elevado (Figura 2 A).

  1. b) El nivel del P Bray del sitio es un buen indicador de la duración de la pastura:

El resultado de la Figura 3 muestra que valores iniciales medios a altos de P Bray se relacionaron con pasturas más longevas.

Este resultado coincide con lo informado por Díaz-Zorita y Gambaudo (2007), que postulan que una adecuada provisión de P es fundamental, no sólo para maximizar la productividad de la planta de alfalfa, sino también porque incrementa su tolerancia a factores de estrés (ej. sequía) y su persistencia.

  1. c) El nivel de P Bray del sitio es un buen indicador de la producción anual a lograr y de la respuesta a la fertilización (Figuras 4 y 5):

Con bajos niveles de P en el suelo, las respuestas son elevadas, esta relación coincide con lo informado por Quintero et al. (1995). En dicho trabajo se contó con sitios donde el P Bray máximo al momento de la siembra fue de 14,5 ppm; la producción anual lograda en los testigos fue de 4094 kg de MS por hectárea, mientras que los tratamientos fertilizados con dosis similares a las informadas en este trabajo tuvieron un rendimiento anual de 7780 kg de MS por hectárea.

Los autores encontraron una relación lineal entre producción de alfalfa y P Bray a la siembra, afirmando que si hubieran tenido sitios con mayor P Bray la relación dejaría de ser lineal. Tomando los 4 sitios por debajo del umbral (18,1 ppm de P Bray) la respuesta promedio al agregado de P fue de 3188 kg de MS por hectárea año, similar a la informada por Quintero et al. (1995) que fue de 3686 kg de MS por hectárea año, si bien los valores absolutos de producción logrados son diferentes.

La respuesta a la fertilización puede ser usada para cálculos económicos que nos ayuden a decidir el beneficio de dicha práctica según el nivel de P Bray medido en nuestros lotes. Como referencia para valorizar la producción de forraje se puede utilizar entre 15 y 20 kg de MS de alfalfa para producir un kilogramo de carne o bien 1 a 1,2 kg de MS para producir un litro de leche.

MÁS INFO para tu campo entrá AQUÍ

¿Fertilización o aplicación de enmiendas orgánicas?

En Argentina, las granjas avícolas se concentran principalmente en las provincias de Entre Ríos y Buenos Aires (Mecon, 2016). Uno de los principales desafíos que enfrenta la actividad está relacionado a promover la adopción de tecnologías para el tratamiento y uso de los desechos generados, entre los que se encuentran la cama de pollo (CP) en la producción de pollos de engorde, y la gallinaza (G) en la producción de huevos.

Frente a un balance de nutrientes negativo de la actividad agropecuaria, la CP y la G aparecen como un recurso estratégico, especialmente en la zona de mayor producción avícola de Entre Ríos; además, en nuestra provincia la baja disponibilidad de fósforo (P) es una de las limitantes principales para poder maximizar la producción de pasturas (García et al., 2002). Asimismo, la CP y la G presentan cantidades importantes de micro y macronutrientes que pueden ser utilizados para fertilizar cultivos (Cabrera, 2015).

En la Tabla 2 se informan algunas características generales de los ensayos que se toman como referencia en este apartado. Parte de la información presentada fue publicada (Pautasso et al., 2020)

La EUP surge del cociente entre la respuesta en producción de MS obtenida por año (fertilizado vs testigo) y los kg de P agregados. La relación lograda en la Figura 6 estaría indicando que todas las fuentes se ajustan a una misma función.

Coincidente con este resultado, Sneller and Labosky (2009), sugieren que el P total del estiércol (evaluaron efluentes de tambos y porcinocultura, estiércol de ganado y aves) está disponible para el cultivo tanto como P del fertilizante en el año de aplicación y en el año siguiente, informando también que el cambio en los niveles de disponibilidad de P en el suelo entre fuentes fue similar. En los dos años evaluados el rendimiento y el P absorbido por el cultivo fue similar para todas las fuentes.

En el promedio de los datos (Figura 7) el agregado de enmiendas vs fertilizantes fosfatados fue entre un 9 % y un 14 % superior (pero sin diferencia significativa), y ambas fuentes incrementaron significativamente la producción de MS en relación al testigo sin P en un 40 % (p < 0,05).

Tomando todos los datos, el promedio de P Bray se ubicó en 11 ppm, en esta situación la aplicación de enmienda orgánica o el agregado de fertilizantes tradicionales (SFT) arrojaron resultados similares, ya que en estos casos la limitante principal es la nutrición fosfatada de las pasturas que se suple con cualquiera de las fuentes (Figura 7 y 8), siendo más relevante la cantidad de P agregada y no tanto la fuente utilizada.

Como salvedad podemos afirmar que con nivel alto de P Bray (por encima del umbral) la respuesta al agregado de enmienda es significativa, mientras que (como es de esperar) el agregado de P con fertilizante no impacta de manera importante. Esto podría deberse a que, en ambientes con buen abastecimiento de P desde el suelo, otros nutrientes podrían operar como limitantes y las enmiendas contienen estos nutrientes además del P, que podrían estar usando las pasturas.

¿Se justifica la fertilización nitrogenada en pasturas consociadas?

La demanda de nutrientes está estrechamente asociada con la producción de forrajes por lo que, para alcanzar elevados niveles productivos se debe recurrir al agregado de los mismos.

En el país existen trabajos realizados principalmente en otros ambientes productivos, como Balcarce (Clausen et al., 2016; Marino et al., 2016), donde se ha medido el impacto de la fertilización con N y P en pasturas consociadas, obteniendo recomendaciones adaptadas localmente para adecuar la nutrición de las pasturas, pero a nivel regional es escasa la información y en general está enfocada en la nutrición fosfatada de pasturas puras de leguminosas. Para Entre Ríos, se puede sintetizar la información correspondiente a resultados del Proyecto de investigación y desarrollo para Directores Noveles con Asesor de la FCA-UNER (PID NOVEL 2228). Este proyecto, se llevó a cabo en los últimos años, involucrando 6 ensayos y entre 2 y 3 cortes en cada uno luego de la fertilización con N (los cortes dependían del uso realizado por el productor donde se llevaron a cabo las experiencias). Las pasturas elegidas fueron de más de 2 años, siendo pasturas difíticas: con una leguminosa (alfalfa o lotus) y una gramínea (cebadilla, raigrás o festuca). Las aplicaciones de N se realizaron de una vez al inicio del otoño utilizando urea y parte de la información ya fue difundida (Pautasso et al., 2021).

En las Tablas 3, 4 y 5 (Figuras 9 y 10) se resumen algunas particularidades y resultados de los ensayos que originan la información de este apartado.

Todos los sitios fueron fertilizados a la siembra con 20 kg P ha-1 y las variables de suelos informadas en la Tabla 3 corresponden al análisis de las muestras extraídas a la instalación de los ensayos. Se seleccionaron pasturas con distintos años de antigüedad (2, 3 y 4 años), con la intención de buscar variabilidad en el aporte de las gramíneas.

No se encontró respuesta significativa (p< 0,05) al agregado de N en ninguno de los ensayos (Tabla 4). Tampoco se encontró interacción entre “Tratamiento * Sitio” (p=0,90).

Según Havlin et al. (1999), una pradera base leguminosa fija entre 50 y 300 kg de N por hectárea y por año; dicho nitrógeno se encuentra asociado a la fracción lábil del carbono orgánico del suelo que aumenta y disminuye rápidamente, liberando N susceptible de ser utilizado en el corto plazo por otras especies. El N acumulado en el suelo en estas fracciones es el responsable de la nula respuesta al agregado de este nutriente en cultivos posteriores con alta demanda del mismo (Yost el al., 2014).

En la Tabla 5 se informa la EUN (eficiencia de uso del N agregado) que surge del cociente entre la respuesta en producción de MS obtenida durante el ensayo (fertilizado vs testigo) y los kg de N agregados.

La gramínea en la mezcla forrajera recibe un importante aporte de N desde la leguminosa, siendo las respuestas al agregado de este nutriente en dichas pasturas relativamente bajas. Estratégicamente podría utilizarse una dosis de hasta 100 kg ha-1 de urea asumiendo bajas eficiencias de uso del N.

Cuando la componente leguminosa prácticamente ha desaparecido y queda sólo la gramínea, se encontró una tendencia de respuesta al agregado de N que podría justificar la aplicación de N hasta mayores dosis (Tabla 5, Ensayo 6), con EUN similares a la informada para cultivos puros de gramíneas forrajeras (Fernández Grecco y Agnusdei, 2005; Marino y Castaño, 2013).

Rubio et al. (2012) en una revisión sobre la fertilización nitrogenada en pasturas informaron que el N fijado por la leguminosa que es transferido a la gramínea es variable (0 – 75 %) y que con una proporción entre 30 % y 50 % de leguminosas bien noduladas se alcanzan a balancear los requerimientos de N de las gramíneas.

 

Fuente: INTA por Juan Manuel Pautasso

MÁS INFO para tu campo entrá AQUÍ