Desafíos, perspectivas y oportunidades de la cadena de la alfalfa en Argentina

La cadena de la alfalfa en Argentina abarca al conjunto de actores y factores interrelacionados por el mercado, que van desde la provisión de insumos (bienes y servicios), hasta la producción primaria de forraje y su acopio, transformación, comercialización y distribución al consumidor final. Para hablar de desafíos, perspectivas y oportunidades del cultivo debemos hacer énfasis en todos esos eslabones mencionados. Desde una mirada global, la inversión destinada a la investigación, el desarrollo y la innovación -a fin de atender estas necesidades- contribuirá a mejorar la eficiencia y la competitividad de toda la cadena. La generación de esquemas de organización e integración de todos los actores se traducirá en mayores niveles de productividad y de calidad, preservando los recursos naturales y agregando valor al producto, lo que favorecerá tanto el acceso a nuevosmercados como el desarrollo y la adopción de nuevas tecnologías.

El eslabón de proveedores de insumos satisface la demanda del productor durante todas las etapas del cultivo, proporcionando maquinaria agrícola, semilla (variedades), fertilizantes, herbicidas, plaguicidas, inoculantes, etc. Complementariamente, contribuye a satisfacer la demanda del productor de heno a escala industrial y sus procesamientos posteriores para la confección de megafardos (convencionales y recompactados), pellets, cubos y harina de alfalfa.

Pronóstico climático trimestral para abril, mayo y junio de 2020

Respecto de la maquinaria agrícola disponible, Argentina cuenta con una alta tecnificación para todas las labores desde el cultivo hasta la cosecha. Con respecto a la siembra uno de los aspectos a mejorar podría estar relacionado a la maquinaría de siembra con la necesidad de equipos, componentes y ajustes más específicos para la siembra de pasturas. Además, es necesario resaltar, no como único, pero sí como punto importante, la correcta regulación de la maquinaria especialmente en lo que se refiere a una profundidad de siembra no mayor a los 1,5 cm. En la cosecha de forraje, es fundamental el uso de maquinaria específica y adecuada -como por ejemplo segadoras con acondicionadores y rastrillos giroscópicos, entre otros- que posibilite un proceso de henificación más eficiente para preservar la calidad del heno.

En cuanto a la adquisición de semillas, la recomendación es el uso de semilla fiscalizada por el INASE (es decir debidamente rotulada), lo que garantiza su calidad física y genética. De las 440 variedades de alfalfa inscriptas en el Registro Nacional de Cultivares del Instituto Nacional de Semillas (INASE), tanto de genética nacional como extranjera, aproximadamente 125 están actualmente disponibles a nivel comercial, pertenecientes a un rango de grados de reposo invernal (GRI) de 5 a 10. En la Figura 1 se ofrece el flujo anual de inscripción durante los últimos 20 años. En los dos últimos años se inscribieron 11 variedades de las cuales 8 son de origen nacional, 1 francesa, 1 chilena y 1 de EE.UU.

Figura. 1. Número de cultivares de alfalfa inscriptos en el Registro Nacional de Cultivares del INASE, Argentina, durante el período 2000/2020.

Frente a esta gran oferta, el productor agropecuario debe tener claros los criterios que deben guiar su elección, dado que no todos los cultivares son iguales ni proporcionan los mismos niveles de producción de forraje, persistencia y sanidad. Si bien el potencial de rendimiento de materia seca por hectárea es probablemente la característica más sobresaliente en el proceso de elección, no se deben dejar de lado caracteres tales como el grado de reposo invernal, la persistencia, la resistencia a plagas y enfermedades o alguna otra característica diferencial acorde al ambiente donde será sembrada. El Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) cuenta con una Red de Evaluación de Cultivares de Alfalfa (RECA) que, con sede en la EEA Manfredi, incluye 16 localidades distribuidas a lo largo del país, tanto en ambientes de secano (Región Pampeana, dividida en zonas semiárida, subhúmeda y húmeda) como de riego (NOA y Patagonia). Estos datos, volcados anualmente en “Avances en Alfalfa” (Arolfo y Odorizzi, 2019), dan una idea del potencial del rendimiento que pueden alcanzar los cultivares. En la práctica, la mayoría de los productores están por debajo de esos niveles de producción, debido a que las condiciones de producción a gran escala distan bastante de las de los ensayos de evaluación, donde es posible ajustar el manejo con mayor precisión.

De todas maneras, la red genera una información valiosa porque permite comparar diferentes variedades en igualdad de condiciones y bajo un protocolo común a todas las localidades. En líneas muy generales, las variedades sin reposo invernal (SRI) se recomiendan para el NOA, Cuyo y toda la Región Pampeana; las de reposo invernal moderado (CRIM) son ideales para toda la Región Pampeana y para algunas zonas de la Región Patagónica; mientras que las de reposo invernal (CRI) se aconsejan para la Región Pampeana Sur y la Región Patagónica. Las SRI se utilizan en los sistemas pastoriles de producción lechera e invernada intensiva y también para la producción de heno, tanto en secano (Región Pampeana) como bajo riego (NOA y Cuyo). Por su parte, los cultivares CRIM son las usadas para la producción de carne o de heno en muchas zonas de la Región Pampeana. Si bien tienen un rendimiento total de forraje muy similar a las SRI, presentan un ciclo vegetativo más corto, con un pronunciado pico de producción en primavera.

Desde hace unos años, la superficie destinada a la siembra de alfalfa viene disminuyendo en forma lenta pero sostenida. En ese contexto, también se observa una importante disminución de las importaciones de semilla de alfalfa (principalmente por su costo en dólares, entre otros factores) y un consecuente crecimiento de la oferta de semilla de producción nacional (Figura 2). En los últimos dos años, se procesó un promedio anual de 3300 t de semilla de alfalfa en las plantas de peletizado, donde el 50 % fue de origen nacional y el otro 50 % importado. Diez plantas peletizadoras procesan el 90% de la semilla fiscalizada (Rossanigo, 2020, com. pers.). A futuro, de concretarse la expansión de mercados limítrofes exportadores de heno de alfalfa, se podría pensar en la incorporación de variedades argentinas al eslabón de insumos de esos países.

Figura 2. Importación en toneladas de semilla de alfalfa en Argentina durante el período 1980-2020. Fuentes: a) 1980-2009: Solicitudes de Importación INASE (SAGPyA); y b) 2010-2020: Aduana Nacional Argentina (ANA).

En lo referente a genética, el mercado nacional presenta en general muy buenas variedades. Los programas de mejoramiento genético convencional, tanto del sector público como privado, se centran en incrementar la producción de forraje (tanto bajo corte como pastoreo ya que la selección se hace sobre ambos sistemas), la persistencia, la resistencia a plagas y enfermedades y la calidad forrajera. En los últimos años, como consecuencia del desplazamiento de la alfalfa hacia ambientes más restrictivos, ha cobrado importancia el desarrollo de cultivares con tolerancia a estreses abióticos, especialmente salinidad. Algunos programas de mejoramiento de alfalfa, además de los anteriores, agregan también como objetivos el desarrollo de alfalfas con menor potencial timpanizante (reducción de empaste), tolerancia a sequía y a anegamiento (hipoxia), mayor eficiencia en el uso del agua, mayor eficiencia en el proceso de fijación biológica del nitrógeno y mayor producción de semilla. También el INTA trabaja en aspectos relacionados a la epidemiología, las formas de transmisión, las medidas de control, la identificación de fuentes de resistencia y la obtención de variedades resistentes al “complejo viral del achaparramiento de la alfalfa”. Por otro lado, si bien la alfalfa posee una elevada calidad forrajera de por sí, se plantea la necesidad de definir una agenda de investigación que se oriente a elevar su valor nutricional, no solo disminuyendo la concentración de fibra (particularmente lignina), sino también aumentando el contenido de carbohidratos no estructurales, mejorando la relación entre proteína degradable y no degradable en el rumen (proteína pasante) y elevando la relación hoja/tallo. Otro aspecto a abordar sería la selección de poblaciones experimentales que mejor se comporten en consociaciones especialmente con gramíneas templadas.

La disminución de la brecha entre la producción potencial y la realmente obtenida por el productor se relaciona con la adopción de correctas prácticas de manejo, que incluyan una adecuada implantación del cultivo (elección de lotes libres de malezas-problema, apropiado cultivo antecesor, suelos con correctos niveles de fertilidad, pH, con ausencia de impedimentos físicos y ajustada tecnología de siembra, particularmente en lo referente a fecha, densidad y profundidad; efectivo control de plagas y malezas, tanto en implantación como el cultivos implantados; y un manejo de cortes y/o pastoreos respetando los ciclos fisiológicos de la planta. Un buen manejo sanitario empieza con la elección de variedades que presenten altos niveles de resistencia a pulgones (azul, verde y moteado), a fitóftora, a fusariosis y a antracnosis. El resto de las plagas (trips, isocas, gorgojos, arañuelas, etc.) deben manejarse mediante la implementación de sistema de control integrado, donde las aplicaciones de insecticidas/acaricidas se realicen una vez alcanzados los niveles de daño económico. Las enfermedades para las que no existen variedades resistentes se deben controlar con prácticas de manejo, como evitar acumulaciones de agua en los lotes bajo riego, adelantar el corte o pastoreo ante presencia de enfermedades de hoja, rotación de cultivos, etc. El uso de fungicidas en alfalfa no es una práctica económica y, por lo tanto, no es empleada en Argentina; no obstante, durante la implantación, la semilla peleteada (pildorada) aporta cierta protección al tener en su composición el agregado de fungicidas e insecticidas.

Un factor clave en el éxito de implantación de un lote de alfalfa es lograr una adecuada población de plantas, que debe estar en torno a las 300-350 plantas de alfalfa por metro cuadrado. En este sentido, teniendo en cuenta de más del 90 % de la semilla de alfalfa legalmente comercializada en Argentina se suministra peletizada, debe tenerse en cuenta el incremento de peso que supone esta práctica a fin de adecuar la densidad de siembra, esto es calcular los kg de semilla real por hectárea. En términos generales, podemos considerar como correctas densidades de siembra de 18 a 20 kg ha-1 de semilla peleteada, que se corresponden aproximadamente con unos 12 kg ha-1 de semilla desnuda. Otro factor clave -que aportan los análisis de suelo- es la necesidad específica de fertilización para alcanzar, junto a una correcta provisión de agua, buenos niveles de producción forrajera.

Los programas de mejoramiento convencionales, como los mencionados en los párrafos anteriores, se basan en el uso de la variabilidad genética naturalmente existente en la alfalfa. Sin embargo, la mejora de otros caracteres –como tolerancia a herbicidas, resistencia a ciertas plagas, contenido de taninos o mejoras de aspectos nutricionales- requieren el empleo de técnicas biotecnológicas, como la inducción de mutaciones o la ingeniería genética (GE), tanto a través de la transgénesis como de la edición génica. Habida cuenta no sólo de las complicaciones y del costo del proceso de desregulación de eventos transgénicos sino también de las restricciones que muchos países han impuesto al uso de este tipo de alfalfas GM, las técnicas de edición génica -en particular CRISPR- viene cobrando fuerza en el desarrollo de alfalfas con mayor producción de biomasa, tolerancia a estreses abióticos, resistencia a herbicidas y retraso de la floración. Según Gabriela Soto -especialista en ingeniería genética de leguminosas del Instituto de Agrobiotecnología y Biología Molecular (INTA-Conicet)- se han generado vectores binarios para la modificación (“edición”) de genes endógenos que permitirán potenciar el crecimiento y desarrollo vegetativo de la alfalfa orientado a una mayor producción de forraje; actualmente se cuenta con plantas editadas.

En cuanto al desarrollo de marcadores moleculares y su uso en el mejoramiento genético de alfalfa, las tecnologías de genotipado con SNPs de alta cobertura genómica, los chips de ADN (microarrays) y el genotipado por secuenciación han acelerado estudios más profundos para la identificación de genes involucrados en caracteres poligénicos. Las nuevas herramientas genómicas, como los estudios de asociaciones de todo el genoma y la selección genómica, aplicados al cultivo de alfalfa, tendrán un impacto importante en la aceleración de la generación de nuevas variedades. La formación de grupos de genotipos genéticamente distantes, con el fin de proporcionar la máxima heterosis para rendimiento de forraje y calidad, conservando la variabilidad genética inicial, es otra tecnología que sigue siendo desarrollada.

En el eslabón de la producción primaria, Argentina sigue siendo un fuerte productor mundial de alfalfa con una superficie actual del cultivo que ronda los 3,4 millones de hectáreas. En la Región Pampeana, la producción de alfalfa tiene una relación directa con el desarrollo de la ganadería bovina, en primer lugar, para la producción de leche y en segundo lugar para la producción de carne. Sin embargo, las últimas décadas han marcado un cambio significativo en los sistemas de producción, con el uso creciente de distinto grado de confinamiento y el uso de la alfalfa como fuente de fibra efectiva y no tanto –o al menos no exclusivamente- como fuente proteica. No obstante, el porcentaje de participación de la alfalfa en la dieta sigue siendo alto, especialmente en sistemas lecheros de base pastoril. En cuanto a la producción de carne, las perspectivas internacionales abren un panorama muy alentador para el futuro cercano, sostenido por una demanda creciente de carne bovina, lo que puede contribuir a un mayor uso de la alfalfa en los sistemas de recría a campo. Según datos del último CNA (2018), Córdoba es la principal productora de alfalfa pura, mientras que Buenos Aires es la mayor productora de esta forrajera consociada con gramíneas templadas anuales o perennes, integrando cerca del 60 % del total de las forrajeras de la Región Pampeana.

La producción de forraje de alfalfa está condicionada, principalmente, por la captura de los recursos agua y radiación solar, sumado a las condiciones de temperatura que pueden ejercer algún grado de limitación en la eficiencia de uso de aquellos recursos. Con respecto al uso del agua, y contrariamente a un pensamiento generalizado, una alta producción de alfalfa demanda gran cantidad de agua. Se ha estimado que para una producción de 26 t MS ha-1 año-1 , la alfalfa requiere unos 1200 mm de agua, sea de lluvia, riego y/o aporte de napa. Para zonas áridas y semiáridas, a fin de proveer un uso eficiente del agua disponible para riego, se deberá profundizar en un futuro el desarrollo de tecnologías como riego por goteo, sea superficial o subterráneo.

En los eslabones acopio, transformación y distribución, desde 2013, las exportaciones de heno de alfalfa registran un aumento, si bien con altibajos originados principalmente por cuestiones climáticas que impactan directamente sobre la calidad del heno producido. Este incremento está sostenido por la mayor demanda de proteína de origen animal en las economías emergentes del Oriente Lejano -asociado al aumento de los ingresos y la consiguiente búsqueda de alimentos de mayor calidad- y la imposibilidad de utilizar agua para riego en países árabes. Para atender a esa demanda creciente e insatisfecha, Argentina tiene dos alternativas no necesariamente contrapuestas: aumentar el área de siembra de alfalfa y/o desarrollar estrategias que incrementen el rendimiento de forraje por unidad de superficie. Japón es el país con mayor demanda en millones de toneladas de alfalfa, aunque es un mercado fuertemente asociado a las importaciones desde EE.UU. Le siguen, en orden decreciente de demanda, China, Corea del Sur y luego los Emiratos Árabes. Cada uno de estos mercados tienen diferentes barreras a la entrada de alfalfa GM: mientras que Japón y Corea las aceptan, China y los países árabes no, si bien estos últimos no son tan rigurosos como China. Con respecto a los países exportadores de heno de alfalfa, los primeros lugares son ocupados por EE.UU. (cerca del 60% del mercado), España (aproximadamente el 12%), Italia (5%) y Francia (3,5%). Argentina, con las 91.510 t exportadas en 2019 (Figuras 3 y 4), se ubica en el puesto 12°. Por otro lado, referido al mercado de pellets de alfalfa, Argentina también ocupa un lugar similar en el ranking mundial, habiendo exportado un total de 13.411 t en 2019 (Figura 5).

Figura 3. Exportaciones mundiales de heno de alfalfa en toneladas en 2019. Fuentes: Cálculos del ITC basados en estadísticas de UN COMTRADE e del ITC.

Figura 4. Exportaciones mundiales de heno de alfalfa en toneladas en 2019. Fuentes: Cálculos del ITC basados en estadísticas de UN COMTRADE e del ITC.

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Figura 5. Exportaciones mundiales de pellets de alfalfa en toneladas en 2019. Fuentes: Cálculos del ITC basados en estadísticas de UN COMTRADE e del ITC.

Respecto de 2015, las exportaciones argentinas de heno a países árabes (Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos) se cuadruplicaron (Figura 6), siendo por lejos los principales destinos de la alfalfa argentina (Figura 7).

Figura 6. Variación de las exportaciones argentinas de heno de alfalfa en toneladas desde 2015 a 2019. Fuentes: Cálculos del CCI basados en estadísticas del Instituto Nacional de Estadística y Censos desde enero de 2015.

Figura 7. Principales países y toneladas de heno de alfalfa exportadas por Argentina en 2019. Zona Nep = zona no especificada. Fuentes: Cálculos del CCI basados en estadísticas del Instituto Nacional de Estadística y Censos desde enero de 2015

Considerando las favorables condiciones internacionales, Argentina tiene la oportunidad de implementar un ambicioso plan estratégico para organizar la cadena de valor de heno de alfalfa. El objetivo debe ser no sólo aumentar constantemente la producción de heno de alta calidad sino también de otros productos de valor agregado. Los estándares internacionales de calidad también deben promover la búsqueda de una mayor calidad en el mercado interno, con la consecuente mejora de las cadenas productivas animales. Para evitar la sobreproducción en el mercado interno, se debe implementar una estrategia basada en la diversificación de productos. Al hacerlo, se deben establecer capacidades de producción geográfica, protocolos de manejo de cultivos de alta calidad, procesos industriales innovadores y una logística eficiente. Esto último es sumamente importante porque las ineficiencias logísticas derivan en mayores costos que, además de innecesarios, impactan en la competitividad de las exportaciones de heno argentino. En este sentido, el alto costo de los fletes internos tiene una marcada incidencia en los márgenes del negocio y debería impulsar el desarrollo de alternativas más rentables.

Apuntando al mercado de exportación de heno de alta calidad, las prácticas de manejo del cultivo revisten una importancia trascendental. La maquinaria de henificación -en particular el uso de segadoras con acondicionador-, el momento de corte, la humedad del forraje al momento de confeccionar los rollos o megafardos y el almacenamiento o estiba de la producción bajo condiciones adecuadas inciden muy significativamente en la calidad final del producto. La casi totalidad del heno en Argentina se efectúa bajo condiciones de campo; sin embargo, el régimen monzónico de las precipitaciones, que determina una fuerte concentración en primavera-verano-otoño, hace que sólo uno o dos cortes por temporada alcancen normalmente la categoría de heno Premium, que tiene mayor precio en el mercado internacional. En ese sentido, la instalación de plantas deshidratadoras puede jugar un papel importante en la obtención de mayor número de cortes de calidad elevada en cada temporada de producción.

Otro problema a resolver es la contaminación con alfalfas transgénicas tolerantes a glifosato (“alfalfas RR”), sean éstas legales o ilegales, que impactan tanto en la producción de semilla convencional (no RR) como en la exportación de heno. En Argentina, la única tecnología GM (también denominada OGM) en alfalfa aprobada para su comercialización es la que posee la combinación de dos eventos, uno para resistencia a la aplicación del herbicida Roundup Ready® y otro que codifica para menor contenido de lignina (tecnología HarvXtra®). Paralelamente, existe una importante cantidad de alfalfa RR ilegal que se ha diseminado en varias zonas productivas y que debe ser controlada hasta su eliminación en el cultivo. Por otro lado, respecto de la alfalfa GE legal, es necesario generar estrategias de coexistencia que discriminen y protejan a las alfalfas convencionales de la presencia indeseada de alfalfas transgénicas, tanto en la producción de heno como de semillas. La generación de sistemas de trazabilidad y de certificación para los diferentes tipos de productos será de suma importancia para el mercado nacional y de exportación. La seguridad del mercado se debe garantizar mediante rigurosos protocolos de análisis de heno y semilla, ajustando las tolerancias de presencia adventicia (no deseada) según el mercado de destino.

Es importante destacar que la alfalfa, además de su producción forrajera, tiene un papel clave que desempeñar en la sostenibilidad de la agricultura debido a sus muchos beneficios ambientales. En el futuro, será igualmente importante realizar estudios que permitan cuantificar los servicios ambientales del cultivo de alfalfa, no solo en la fijación de nitrógeno y en el balance de carbono y agua, sino también como refugio de fauna nativa y como fuente de polen y néctar de muchas especies de insectos. Como proveedora de servicios ambientales, es importantes seguir explorando sus aportes para bajar napas muy superficiales, valorizar los procesos de fijación biológica y su interacción ecoambiental referida a la emisión de óxido nitroso y la huella del agua. Asimismo, la investigación sobre aislamiento, selección y desarrollo comercial de bacterias promotoras del crecimiento o PGPR (solubilizantes de P y otros nutrientes, efecto antibiótico, etc.) puede contribuir sustancialmente a mejorar el desempeño y sustentabilidad de los sistemas productivos.

Finalmente, debería prestarse atención al desarrollo de productos nuevos que involucran el extracto de alfalfa en las industrias farmacéutica (es reconocido su efecto hepatoprotector, sus propiedades estrogénicas y su efectividad para el tratamiento de trastornos estomacales) y cosmética (en la composición de cremas para el rejuvenecimiento facial y el tratamiento del cabello). También su importancia en la alimentación humana y nutraceútica (productos con características nutricionales y funcionales beneficiosas para la salud). Los brotes de alfalfa son un excelente alimento funcional y saludable con múltiples beneficios. En cuanto a la investigación sobre brotes de alfalfa en la alimentación humana, sería relevante accionar con la agroindustria para generar productos a gran escala, asegurando la calidad e inocuidad. Asimismo, deberían identificarse nichos de mercado, fomentando la aceptabilidad sensorial de los consumidores a través de la difusión de sus cualidades nutricionales, los beneficios para la salud y los usos de los brotes en la dieta.

 

Fuente: INTA por Ariel Odorizzi

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