Impronta ambiental de la agricultura de granos en Argentina: revisando desafíos propios y ajenos

El planeta Tierra está sujeto a cambios exponenciales permanentes. Entre 1850 y 2000 la superficie de cultivos se triplicó, y la población prácticamente se quintuplicó. Por otro lado, el número de agricultores cada 1000 habitantes cayó de 198 a 1,2.

Pero según Esteban Jobbagy, Ing. Agr. y Dr. en Biología de CONICET en la UNSL, “la paradoja más impresionante de la agricultura actual es que nunca tuvo una huella ambiental tan grande y una importancia económica ni visibilidad tan chicas”.

La impronta ambiental de la agricultura puede medirse a través de ciertos procesos que desencadena la actividad. La eutrofización es uno de ellos y se produce cuando el exceso de nutrientes – generado por una agricultura muy fertilizada – termina en los cursos de agua donde favorecen el desarrollo desmedido de algas autótrofas que consumen el oxígeno provocando la muerte de la fauna acuática. Si bien a nivel global la mitad de la humanidad no podría existir si no se usaran fertilizantes nitrogenados, su uso excesivo tiene impactos de largo alcance.

Respecto del fósforo, Argentina es el único país que ha sostenido un crecimiento exponencial en la producción a expensas de una extracción constante de este nutriente. “No existe una extracción de fósforo en la historia como la que se ha realizado en la Pampa Húmeda”, precisó Jobbagy.

Los cambios a nivel de regímenes hídricos están provocando cambios en varias zonas del país. Regiones como Bandera sufren fenómenos de inundación nunca vistos en al menos 100 años. Además, el incremento de los niveles freáticos trae anegamientos y, particularmente en dicha región, problemas de salinización.

El uso de herbicidas en el mundo, y en nuestro país en particular, merece un capítulo aparte. Argentina está primera en una amplia lista de países por la cantidad (gramos) de herbicida utilizados por Tn de grano producida.

Muchos de los procesos anteriores se traducen en la pérdida de hábitats naturales y en la generación de “nichos vacíos”. La eliminación sistemática de especies perjudiciales para la producción deja huecos que luego ocupan, por ejemplo, las malezas resistentes.

Pero más allá de las cuestiones ambientales entorno a esta agricultura de carácter ‘extractivista’, hay aspectos económicos y culturales que le dan forma. En lo económico, la agricultura argentina pasó de ser una actividad de tipo tradicional (que representaba el 90% del PBI), gravada y de alto trabajo humano por tonelada producida, a una altamente gravada y mecanizada, con bajo trabajo humano por tonelada producida.

Sin duda la impronta ambiental de nuestra agricultura pone de manifiesto la necesidad de repensar paradigmas desde adentro, haciendo frente a desafíos propios de la actividad e interpelando nuestra forma de producir. En ese escenario surgen modelos que buscan dar vuelta la taba, como la intensificación ecológica.

Pero para el especialista, el gran desafío de cara al futuro será preguntarnos qué contexto es el que fomentará esos cambios de paradigma. Esto deja en evidencia desafíos que van más allá del sector, y que tiene que ver con discusiones acerca de modelos de país y de distribución de la renta.

 

Fuente: Prensa Aapresid

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