Problemática de la baja proteína de la soja

Caída de la proteína

La baja proteína de la soja argentina es un tema de preocupación para la industria, exportación y para la cadena de la soja en general, por las posibles pérdidas en la exportación de harina proteica y de poroto, por el bajo valor de la proteína que se viene dando en las últimas cosechas. Las condiciones ambientales en llenado de grano son fundamentales en la expresión de la cantidad de proteína que se correlaciona inversamente con rendimiento. Años húmedos favorables a la formación de mayor número de granos y altos rindes o años con estrés calórico e hídrico en formación de granos que se interrumpe el llenado completo del grano en forma temprana y por lo tanto la síntesis de proteína, son indicadores de baja proteína en los granos. El contenido de aceite suele subir con el mayor rendimiento o mantenerse en los valores esperados en años de estrés, dando valores altos para la soja de nuestro país. En la cantidad de aceite juega un papel muy importante la luminosidad y días soleados en llenado de granos, haciendo que el aceite normalmente tienda a subir con los rindes altos, salvo en años donde el llenado de granos se da con días nublados y escasa luminosidad haciendo que caiga la concentración de aceite en el grano. El Profat (proteína+aceite) por lo tanto varía en función de la cantidad de proteína y aceite de cada año y de cada región sojera. Este parámetro es de importancia para la industria porque cuando cae la proteína se compensa con la mejor producción de aceite. Debido a la problemática de la baja proteína se debió modificar la base de comercialización para la harina de soja de origen argentino, bajando la base de 47% a 46,5% con penalidad de 1 punto y la tolerancia de 46% a 45,5% con penalidad de 2 puntos. Además el complejo sojero debe bajar la humedad de 12,5% a 10%, con una disminución de 2,5% menor a la base para concentrar la proteína, tanto en harina de soja como en poroto. Esto trae pérdidas económicas y problemas de logística en la carga, transporte y descarga de mercadería por ser muy seca y fina, además del aumento de salmonellas, micotoxinas, etc. Estas pérdidas se trasladan al productor que recibe un precio menor, a la industria que disminuye su capacidad de molienda y al país por disminución de las primas de harina argentina implicando una caída importante en los ingresos por exportación, como primer exportador mundial de harinas proteicas. De acuerdo al relevamiento a cosecha en acopios y cooperativas de la Zona Núcleo Sojera que viene realizando desde hace 21 años el personal del Laboratorio de Calidad Industrial y Valor Agregado de Cereales y Oleaginosas del INTA-EEA Marcos Juárez, Cba., se puede observar cómo viene cayendo la proteína en forma sistemática año tras año, mientras que el aceite se mantiene en niveles altos (Cuadro 1). En soja de 2ª por el atraso en la fecha de siembra (al sembrarse después del trigo) en relación a soja de 1ª, en general se produce un aumento marcado en la proteína por una caída en el rendimiento.

El relevamiento efectuado en los dos momentos de cosecha durante 17 años, permiten observar una diferencia en promedio de 1,4% de proteína a favor de soja de 2ª. Como Argentina no clasifica su producción por calidad, una medida para atenuar la baja proteína de soja de 1ª sería mezclarla con soja de 2ª, permitiendo así incrementar el valor proteico de los conjuntos generales. De allí también la importancia de incrementar el área sembrada con trigo, no solo por la sustentabilidad del sistema agrícola sino también por la posibilidad de mejorar el nivel proteico de la soja que va a procesamiento y exportación. Reemplazaría o complementaría a la soja que se suele importar de Paraguay con este fin.

 

Cuadro 1. Calidad Industrial de la Soja en la zona Núcleo-Sojera. Campañas 1997/98 a 2017/18

Manejo del cultivo por parte del productor

Para atenuar la caída en la proteína, desde el inicio de la campaña sojera el productor debe priorizar actividades aplicando criterios que permitan cuantificar los resultados económicos que hacen a rendimiento y calidad. La elección del cultivar es lo primero a tener en cuenta cuando se piensa en sembrar. Se debe elegir variedades genéticamente superiores en cantidad de proteína, si se prioriza este factor, que hay disponibles en el mercado. Aplicar estrategias de manejo que hagan un uso más eficiente del agua, una correcta combinación de fecha de siembra y grupo de madurez, que permitirán utilizar en forma más eficiente los recursos ambientales (Herrero et al, 1999; Cuniberti et al., 2015). El cultivo de soja presenta mayor demanda de nutrientes por tonelada de grano producido que el resto de los cultivos (Yamada, 1999). En términos medios, para la producción de cultivos de soja de 4.000 kg/ha de rendimiento se requieren aproximadamente 320 kg/ha de nitrógeno (N), 32 kg/ha de fósforo (P), 132 kg/ha de potasio (K), 28 kg/ha de azufre (S), además de la provisión adecuada de agua y otros nutrientes esenciales para el normal crecimiento de las plantas. Las formas de abastecimiento de los requerimientos de N son variadas, pudiendo provenir tanto del suelo por mineralización de la materia orgánica como del aire a partir del proceso de fijación biológica (Barraco, 2005).

En soja no es recomendable la fertilización con N ya que afecta negativamente e inhibe la fijación biológica (FBN), no siendo una práctica recomendable en condiciones de buen manejo de la inoculación, mientras que la fertilización con P y S la estimulan (Cuniberti et al, 2014b). En la región pampeana se han determinado aportes de N por FBN del orden del 30-70% de las necesidades totales de N del cultivo, dependiendo del nivel de fertilidad nitrogenada del suelo y las características climáticas de la estación de crecimiento. Por lo tanto, la inoculación eficiente de las semillas, junto con una adecuada nutrición son prácticas indispensables para una correcta provisión de N en los cultivos de soja (Cuniberti y Herrero, 2013). La soja no es como el trigo que fertilizando con mayor contenido de nitrógeno se puede lograr subir la proteína. Como el ambiente no se puede controlar, para mejorar la proteína se debe partir por mejorar la genética para este carácter, generando variedades estables en distintos ambientes para alta proteína. Luego a nivel de campo de productor, la genética debe ser acompañada de un adecuado manejo del cultivo para potenciar el nivel proteico de la soja argentina.

Interacción genotipo-ambiente Existe interacción genotipo-ambiente sobre el contenido de aceite y proteína, a pesar de que los valores relativos entre diferentes variedades no muestran variaciones ante diferentes índices ambientales. Herrero et al. (2009) y Cuniberti et al. (2011 y 2014a) realizaron estudios para estimar la importancia relativa de los años, grupos de madurez, distintas regiones y sus interacciones, en los contenidos de proteína y aceite de la soja en Argentina. Se evaluaron 20.000 muestras de soja de Grupos de Madurez (GM) II-IIIc al VIII, pertenecientes a ensayos de la Red Nacional de Evaluación de Cultivares (RECSO) desde la campaña 2005/06 a la 2009/10. Con el objeto de ver si los resultados de las interacciones se repetían con nuevos cultivares, se actualizó el estudio con 30.000 muestras de 7 cosechas, desde la 2009/10 a la 2015/16 (Herrero et al., 2017). Se analizaron los componentes de variación para las 12 campañas evaluadas que tuvieron incidencia en la expresión de las variables proteína y aceite. Primeramente se consideraron las REG I (Norte) y REG II (Pampeana Norte) y los GM IV L, Vc, VL, VI, VII y VIII. Luego, se observaron los componentes de variación de las REG II y REG III (Pampeana Sur) y los GM II-IIIc, III L, IV c y IV L. Finalmente y dado que el GM IVL es el único común a todas las REG, se lo analizó individualmente. Las conclusiones de estos estudios realizados sobre 50.000 muestras en toda el área sojera fueron las siguientes:

  •  Tanto en proteína como en aceite las variaciones ambientales fueron considerablemente superiores a las variaciones genéticas o sus interacciones, que indicaron una fuerte influencia ambiental.
  • En proteína, el mayor porcentaje de variación fue explicado por el ambiente, LOC(a*REG), con un promedio de 57 % de la variación sobre 50.000 muestras en los 12 años estudiados.
  • En aceite, el porcentaje de variación más importante estuvo dado también por el ambiente, con un 39% de la variación total explicado por la interacción LOC (a*REG).
  • La región explicó el 25% en promedio de la variación total de aceite en 12 años para las tres situaciones evaluadas.
  • La variación genética representó en promedio sólo el 13 % de la variación total en proteína y el 11,5 % en aceite.
  • Aunque el efecto de la genética en la expresión de proteína y aceite pareciera un valor menor, la incidencia en la concentración de ambos parámetros es significativa, con diferencias importantes entre variedades.
  • En rendimiento el efecto genético es menor aún, alrededor del 5% y las diferencias de rindes entre cultivares es notoria.

Proteína – Variedades destacadas en la RECSO

En la comercialización se mezclan todas las variedades perdiendo su identidad, sin tener en cuenta la calidad, diluyéndose el efecto del cultivar destacado en uno y otro parámetro. La industria demanda mayor proteína para la producción de harinas proteicas Hi-Pro y Súper Hi-Pro. En el gran cultivo los niveles de proteína promedio rondan del 34-39%, siendo algo superior en soja de 2ª en relación a soja de 1ª, dificultando lograr valores superiores al 40,5% para estos usos específicos (Cuniberti et al, 2014a). Para cumplir adecuadamente este requerimiento se debería clasificar la soja argentina por nivel de proteína. Durante 3 años consecutivos se destacaron en proteína en los ensayos de la RECSO las siguientes variedades: SP 3×1, HO 3890, NS 4313, SRM 4370, TJs 2249, NS 4955, SY 4×6 IPRO, NS 4619 IPRO, NS 5019 IPRO, LDS 5.6 y NS 7209 IPRO, signo de genética favorable a la mayor concentración de proteína en grano en relación a las otras variedades presente en los ensayos.

Variedades en campo de productores

En el muestreo realizado por el personal del Laboratorio de Calidad en lotes de productores de la Provincia de Córdoba en la campaña 2017/18, las variedades con contenidos proteicos superiores a 38% en algunos ambientes fueron: DM 4212 STS (39,5, 38,3%), NS 5019 IPRO (38,7%), CZ 4505 STS (38,6%), Nidera NA 5009 RG (38,3%) todas destacadas desde la campaña 2014/15 y LDC 5,3 (38,6%) (Cuniberti et al, 2015a, 2016a y 2017a). En la campaña 2017/18 se dieron menores valores promedios en el contenido de proteína en todas las zonas consideradas, dado en gran parte por efecto del estrés hídrico y calórico que influyó en un llenado deficiente afectando tanto en rendimiento como en proteína, comparada con campañas anteriores. Los criaderos muestran una gran dinámica en la generación de nuevas variedades y los productores las adoptan rápidamente cuando ven las ventajas comparativas. Las variedades más frecuentes según el relevamiento realizado en la campaña 2017/18 se pueden observar en el gráfico 1, (Cuniberti et al., 2016a, 2017a y 2018a).

En general el productor tiene predilección por variedades de alto rinde y alto aceite, a pesar de existir en el mercado variedades de buen rendimiento y alto contenido proteico (Cuniberti et al, 2014b, 2015a; 2016, 2017a, 2018b).

Necesidades de la industria

La expansión de la demanda mundial de harina de soja está acompañada por una intensificación de los requerimientos nutritivos, lo que implica que los consumidores se están volviendo más estrictos en cuanto al tenor proteico que debe poseer la harina que se comercializa. Contrariamente, en nuestro país se viene verificando una caída en el tenor proteico de la soja, que dificulta la obtención y el procesamiento de harinas de gran calidad. A nivel internacional, existen dos tipos de harinas de soja comercializables, las llamadas HiPro y Low Pro. La primera contiene mayor nivel de proteína y menor nivel de fibra, por lo que es adecuada para la alimentación de cerdos y aves. La Low Pro se caracteriza por mayores contenidos de fibra y menores de proteína, por lo que puede ser utilizada para la alimentación de animales rumiantes, como ganado vacuno o cerdos adultos, que poseen un sistema digestivo capaz de asimilar mayor cantidad de fibra. La harina Low Pro surge del proceso original de molienda de soja. Para arribar a la HiPro se incorpora un proceso de descascarado previo del poroto, que al eliminar la cáscara favorece la concentración del contenido proteico. La industria aceitera nacional en las últimas campañas viene realizando esfuerzos para producir harinas con un valor de proteína cercano al 46%, de manera de soportar el menor descuento posible por calidad de acuerdo a los actuales estándares que rigen en el comercio mundial de la harina. Aun así, nuestro país estaría en el límite mínimo de porcentaje de proteína en harinas para exportación. Una alternativa para alcanzar ese valor cuando la materia prima local no lo brinda, ha consistido en la importación de soja de Paraguay, que se caracteriza por un mayor tenor proteico. También ayudará a frenar la caída en la proteína de la soja argentina, el incremento en la superficie sembrada con trigo que permite hacer soja de 2ª que presenta mayor contenido de proteína que la soja de 1ª.

Si este proceso de pérdida de calidad continúa habrá dos consecuencias negativas: a) un problema real de corto plazo, los descuentos de precio aplicados por los importadores por la menor calidad proteica de la harina, que reducirán el valor de nuestras exportaciones; b) un posible problema mayor en el largo plazo, la pérdida de participación de Argentina en el mercado mundial de harina de soja, desperdiciando sus ventajas comparativas. Para enfrentar estas problemáticas, en nuestro país se deben impulsar proyectos biotecnológicos que apunten a genotipos cuyo objetivo principal sea el aumento del nivel de proteína sin afectar el rendimiento y mejorar el manejo del cultivo. Como la influencia ambiental es muy grande en su expresión, la genética juega un rol importante para no descuidar este parámetro. Se debe ser cauteloso al proponer bonificaciones y rebajas por nivel de proteína, ya que termina siendo el productor quién pague las consecuencias de la caída de la proteína. Además de la elección del cultivar y buenas prácticas de manejo del cultivo, no es mucho lo que puede hacer para revertir esta tendencia, ya que el resto depende en alto porcentaje del ambiente que es un aspecto no controlable por el productor.

 

Fuente: INTA por Martha Beatriz Cuniberti, Rosana Mercedes Herrero